Qué duda cabe de la trascendencia nacional e internacional conseguida por el movimiento estudiantil chileno desde las intensas manifestaciones del 2011, precedidas de la “revolución” secundaria del 2006. Lo que comenzó con protestas escolares por la gratuidad del pase escolar y mejoras en infraestructura para los liceos municipales, con los años derivó en la conformación de un movimiento social-ciudadano en pos de rescatar del abismo e inercia institucional a la educación pública. Y no sólo eso.

Los temas de discusión pública hoy no abarcan sólo a la verdadera eficacia o no de las “tomas” de liceos y colegios, la violencia en las marchas estudiantiles o la represión ejercida por Carabineros en ellas, todos necesarios debates nacionales, sino que definitivamente la temática-país se amplió.

Y es que el principal logro del movimiento estudiantil (que ya no atañe a jóvenes educándose, sino a toda una sociedad) es que logró trizar -sin retorno- una “tuerca” del gran engranaje que sostiene el orden legal, social y económico que impera en Chile, cuestionando directamente la legitimidad de la Constitución que nos rige desde 1980.

No por casualidad académicos, economistas, políticos, las redes sociales y muchos más discuten –hace ya bastante rato- sobre los mecanismos que impiden una real representación de los chilenos en el Congreso (sistema binominal), como también la viabilidad para convocar y conformar una Asamblea Constituyente, con las claras complejidades que ello conllevaría, por cierto.

No obstante, existe un gran “pero” ante estas presuntas reformas. Es que nuestra Carta Magna no las permite. A saber: ni llamar a un referendo vinculante, convocar a una Asamblea Constituyente o elegir a nuestros diputados y senadores por simple mayoría, y no tener que elegir entre bloques sobre-representados y candidatos cuoteados.

Es obvio, la barrera impuesta en trabajo de “joyería” en la Constitución del ‘80 impide reformar temáticas-país estructurales (leyes orgánicas constitucionales), las que requieren sí o sí de “quórum calificados”, casi inalcanzables para el binominalismo del Congreso, “candado legal” que difícilmente van a destrabar los parlamentarios beneficiados por años por ese mismo sistema electoral.

¿Debe el movimiento social-estudiantil cargar con tamaño desafío? ¿Se aleja de su principal objetivo? ¿O es esta meta complementaria para lograr reescribir las reglas de nuestra cuestionada institucionalidad? No tengo la respuesta, pero de algo no hay dudas: el movimiento social y ciudadano debe acompañar y construir fuerzas con el estudiantil si desea al menos mirar de cerca estos objetivos, entendiendo las etapas cíclicas del mismo.

Quizás el reconocido cientista político y sociólogo estadounidense Sydney Tarrow nos da una pista clarificadora sobre ello, para quien los movimientos sociales son desafíos colectivos en que se pone en juego el poder de quienes se movilizan.

“El poder de los movimientos se pone de manifiesto cuando los ciudadanos corrientes unen sus fuerzas para enfrentarse a las elites, a las autoridades y a sus antagonistas sociales. Crear, coordinar y mantener esa interacción es la contribución específica de los movimientos sociales, que surgen cuando se dan las oportunidades políticas para la intervención de agentes sociales que normalmente carecen de ella (…) En su base se encuentran las redes sociales y los símbolos culturales a través de los cuales reestructuran las relaciones sociales. Cuanto más densas sean las primeras y más familiares los segundos, tanto más probable será que los movimientos se generalicen y perduren”.

Para muchos, ese momento reestructurador de fondo y forma ya llegó. ¿Cooperamos o nos sentamos a esperar? En Casa de la Paz creemos y actuamos en base a lo primero para alcanzar diálogo y articular acuerdos en una sociedad en la que urgen cambios.

Ricardo Bustamante

Ricardo Bustamente | Casa de la Paz

Ricardo Bustamente | Casa de la Paz


Periodista. Licenciado en Comunicación Social de la Universidad Andrés Bello, diplomado en Política Mundial y tesista de Magíster en Ciencia Política y Comunicación. Actualmente es Editor general y community manager de Acuerdos.cl, plataforma de incidencia y participación ciudadana de Fundación Casa de la Paz, de donde levanta debates acerca de la contingencia nacional con foco en la sustentabilidad. Eterno aprendiz, apasionado por la política, el rock y la justicia social.

Para seguirlo en @acuerdoscl