La célebre revista conservadora estadounidense ‘Time’, publicó en su número anterior un artículo en que se preguntaba si el preseindete Barack Obama además de ser el comandante en jefe de las fuerzas armadas de su país, se estaba convirtiendo ahora en el verdugo en jefe de los asesinos que manejan a distancia los ‘diabólicos avioncitos’ a control remoto llamados los drones, lo que es castellano significa zángano.

El citado artículo muestra como en cada ocasión los comandos de la seguridad nacional de Estados Unidos le presentan a Barack Obama una lista de nombres, con dos o tres líneas que aportan alguna breve información sobre la persona y las razones por las que conviene asesinarla.

Según cuenta el periodista, en una de las últimas lecturas Obama se fijó que entre los condenados aparecía una joven menor de edad, de Yemen, y entonces comentó, “vaya están reclutando niños, eso significa que estamos comenzando una nueva etapa”.

Tras lo anterior, el periodista le preguntó al informante “y qué hizo el presidente”, a lo que el informante desvió la vista y dijo: “no me está permitido revelar información sobre nuestras operaciones de seguridad nacional”.

La verdad es que Obama, premio Nobel de la Paz, está aplicando con mucho entusiasmo las atribuciones que le otorgó el congreso para matar gente en cualquier lugar del mundo, incluyendo ciudadanos estadounidenses, en caso de ser considerados sospechosos de complicidad en actos terroristas.

De hecho, y de acuerdo a lo publicado, cada día firma una nueva lista que le presentan y como son tantos y se le informan tan poco de los ‘condenados’, el presidente hace fe en el buen criterio de sus burócratas homicidas. Sin embargo, Obama no tiene ni un pelo de leso y para proteger su buena reputación, según se informó, emitió instrucciones estrictas de que aquí en adelante a todos los muertos o heridos de las misiones de asesinato se les identificará como militantes, y por ningún motivo se mencionará si son civiles o menores de edad, sólo se dirán que eran militantes y punto…

Escucha a continuación la crónica producida y dirigida por Ruperto Concha.