Tiene la misma sonrisa enigmática que el original: es la Mona Lisa del Prado, una copia de la obra de arte de Leonardo da Vinci realizada codo a codo con el maestro por un desconocido artista, que, como su “gemela”, atrajo a multitudes el martes durante su presentación en Madrid.

Es “la versión más importante de la Gioconda de las conocidas hasta el momento”, explicó ante un auditorio de apasionados Ana González Mozo, investigadora del Gabinete de Documentación Técnica del Museo del Prado.

Esta “Mona Lisa” figuraba en el inventario del célebre museo español desde su apertura en 1819 y jamás había sido expuesta, porque “parecía otra copia más de Leonardo”, añadió.

Hasta que un profundo trabajo de investigación, encargado por el museo del Louvre a principios de 2010, seguido de una delicada restauración, permitió descubrir que los dos cuadros habían sido pintados codo a codo por el maestro y un alumno, de quien se ignora la identidad.

La posición de los dedos, delicadamente posados sobre el puño, los retoques aportados al velo, al escote… Todas esas “dudas” se encuentran en una y otra tela, precisó Mozo. Superpuestas, las imágenes revelan además que las dos Mona Lisa tienen prácticamente la misma talla.

Hay una diferencia singular entre las dos Mona Lisa: la Gioconda de Leonardo da Vinci tiene el rostro más fino y amarillento por capas de pintura oxidada y no tiene cejas.

Al fondo de las dos “gemelas” aparece un paisaje de montaña, que, en la tela madrileña, fue escondido en el siglo XVIII por un fondo opaco.

Durante más de cinco meses, el equipo de restauración del Prado se afanó en abrir “una ventana que quedó cerrada durante dos siglos”, explicó la restauradora del cuadro, Almudena Sánchez.

Uno de los pocos cuadros atribuidos con certeza a Leonardo da Vinci, el retrato de la Mona Lisa, es una pintura al óleo realizada sobre un panel de madera entre 1503 y 1506. Representa un busto, probablemente el de la florentina Mona Lisa de Giocondo.

Como una copia, la versión madrileña de la Mona Lisa “más bien se pintó a la vez, introduciendo los mismos cambios”, destacó el martes Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación e Investigación del Museo del Prado.

“Es como si el pintor de este cuadro estuviera trabajando en el caballete que flanqueaba el del maestro”, describió, y calificó la copa del Prado de “gemela” de la Gioconda francesa.

Mientras que Leonardo da Vinci se plegaba a la técnica del “Sfumato”, difuminando partes del paisaje al fondo de su Gioconda, el pintor de la copia del Prado “era un pintor preciso y relamido en su ejecución”, añadió.

Pero para Miguel Falomir, jefe del departamento de la pintura italiana de antes del siglo XVIII en el Prado, podría tratarse de Salaï (1480-1524) o de Francesco Melzi (1491-1572/73), “los alumnos más cercanos al maestro, herederos de su obra”.

A pesar de su inferioridad técnica, la Mona Lisa del Prado era difícil de ver el martes, rodeada de curiosos en la sala donde reinará durante tres semanas.

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