Sin lugar a dudas que el 2011 fue un año altamente polarizado por las diversas protestas, tanto en Chile, como en el extranjero. Aunque en el caso de otras naciones, sus manifestaciones provocaron caídas de líderes y dictadores.

En EEUU los “Anti-Wall Street”, en España los “indignados”, la “Primavera árabe”, y en Chile los estudiantes junto a los ambientalistas, fueron los protagonistas durante el 2011 del estallido social de las masas, cansadas del abuso y de la democracia ficticia.

En nuestro país los temas más candentes fueron la educación y el medioambiente, que sacaron a las calles a miles de personas, en repudio a un sistema neoliberal en donde somos considerados “consumidores”, independiente si se trate de necesidades tan básicas, como la educación, la salud, la protección del empleo, entre otras.

De esta forma, la calle se convirtió en el centro de expresión por excelencia del descontento popular hacia la impunidad del poderoso. Un vía de escape ante la impotencia de sentirse desamparados por parte de la autoridad, frente un sistema económico injusto y piramidal, en donde los ricos son más ricos y los pobres más pobres, mientras que la clase media sufre el peso de ser la que aporta el dinero a través de los impuestos.

Una disconformidad contra un poder económico concentrado en las manos de unos pocos, y que tiene a uno de sus representantes sentado en el sillón de La Moneda, el que pese a sus intentos, no ha logrado sacarse el estigma de empresario que le persigue.

Sin embargo, seria injusto sólo sindicar al presidente Piñera como causa del fastidio, pues el espectro politico en general es cuestionado por una ciudadanía que no es escuchada.

Aquí el sayo le cae a los parlamentarios, que votan y aprueban leyes de acuerdo a intereses personales.

Un ejemplo fue lo sucedido en el Congreso a propósito de la Ley de Presupuesto, con un diputado como René Alinco votando a favor de la iniciativa luego de conseguir becas para su distrito…¿ Estaba pensando en la gente o en las próximas elecciones legislativas? ¿Votaría en conciencia? Juzgue usted.

Estas actitudes no hacen más que enfadar al ciudadano de a pie, que además se entera por los medios de comunicación sobre las oscuras prácticas de una multitienda (La Polar) que roba descaradamente ante la pasividad de la autoridad,

Ciudadanos común y corriente que abren los ojos desorbitadamente cuando conocen las ganancias de las isapres y AFP’s, pese a lo cual no percibe beneficios directos de las utilidades que genera su dinero, y que recuerda con indignación la burocracia que debe superar para conseguir que le paguen una licencia médica.

De esta forma, no hay que realizar un análisis acabado cuando aparecen encuestas donde la Concertación y la Coalición por el Cambio apenas logran un 16% y 20%, respectivamente – menos que el propio Piñera que alcanza un 23% – a lo que se suma el escuálido 16% que considera que el sistema democrático funciona bien*.

No es un misterio que uno de los factores a la hora de explicar la baja aprobacion de los partidos politicos, es su nula democracia interna, con un sistema “dedocrático” que ha sido traspasado al poder legislativo peligrosamente, con los senadores designados.

Los partidos politivcos han perdido su rol de representar a la gente, incluso me atrevo a decir que han dejado de ser representativos para sus propios militantes. Al final se pelea por conseguir más minutos en la prensa, que en solucionar los problemas de la gente.

Situación en la que concuerdan los que aún esperan resoluciones de la justicia auspiciadas por parlamentarios, que desaparecieron junto con las cámaras y flashes con el paso de los días.

La gente lo que busca, es que sus demandas y reivindicaciones sean escuchadas y tomadas en cuenta al momento de tomar decisiones, que al fin de cuentas, afectan directamente al vecino al que le instalan termoeléctricas en su patio.

Este 2011 la calle habló, y aunque el propio Piñera asegure que “no siempre la voz de la calle es la voz del pueblo”, es menester que los políticos bajen de sus aposentos celestiales y dejen de hacerse los sordos ante el clamor de una ciudadanía en pie de guerra.

* Encuesta CEP correspondiente a noviembre y diciembre de 2011.