Fue el 6 y 9 de agosto de 1945 cuando se llevaron a cabo los ataques nucleares a Hiroshima y Nagasaki respectivamente, ciudades japonesas que vivieron en carne propia los terribles efectos de este tipo de bombas.

A pocas semanas de cumplirse 73 años de estos terribles eventos, se siguen recordando los efectos que tuvieron la bomba Little Boy en Hiroshima y Fat Man en Nagasaki, las que provocaron la muerte de unas 200 mil personas.

Entre las víctimas mencionadas, sólo la mitad murió en los días de bombardeo; el resto perdió la vida por lesiones o enfermedades que fueron consecuencia de la radiación emitida.

Y dentro de la interminable lista de fallecidos, un gran porcentaje corresponde a pequeños niños que no tuvieron cómo escapar de los bombardeos.

Bombas atómicas en Hiroshima (izquierda) y Nagasaki (derecha) | Wikimedia Commons (CC)
Bombas atómicas en Hiroshima (izquierda) y Nagasaki (derecha) | Wikimedia Commons (CC)

Precisamente uno de ellos terminó por convertirse en protagonista de estas jornadas de terror. En la postal, el menor aparece cargando a su hermano muerto.

Su postura erguida, denotando una actitud marcial, así como su serenidad, son algunos de los aspectos que de inmediato llaman la atención al ver la imagen.

Según el autor de la instantánea, Joe O’Donnell, el muchacho llevaba a su pequeño hermanito a la cremación.

Aunque el reportero norteamericano tomó miles de fotografías durante estos complejos días, esta se convirtió en una de las que más lo impactó. Varios años más tarde, O’Donnell reveló sus sensaciones respecto a la imagen.

Restos en Nagasaki (CC) Wikimedia Commons
Restos en Nagasaki (CC) Wikimedia Commons

“Vi a un niño de unos diez años caminando. Llevaba un bebé en la espalda. En aquellos días en Japón, a menudo vimos a niños jugando con sus hermanitos o hermanas en sus espaldas, pero este chico era claramente diferente”, sostuvo, consigna el portal Rare Historical Photos.

“Pude ver que había venido a este lugar por una razón seria. No llevaba zapatos. Tenía la cara dura (…) La pequeña cabeza se inclinó hacia atrás como si el bebé estuviera profundamente dormido. El muchacho permaneció allí durante cinco o diez minutos”, agregó.

O’Donnell explicó que los hombres con máscaras blancas “se acercaron a él y silenciosamente empezaron a quitarle la cuerda que sostenía al bebé”.

Imagen tomada por Joe O'Donnell
Imagen tomada por Joe O’Donnell

“Fue entonces cuando vi que el bebé ya estaba muerto. Los hombres sujetaron el cuerpo por las manos y los pies y lo colocaron sobre el fuego. El muchacho se quedó allí sin moverse, observando las llamas”, sostuvo.

“Se mordía el labio inferior con tanta fuerza que brillaba con sangre. La llama ardía como el sol”, cerró.

En ese momento, el niño se dio la vuelta y se fue caminando en completo silencio, acto que sorprendió a todos los presentes.

O’Donnell fue el responsable de algunas de las primeras fotografías tomadas después del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Nagasaki y Hiroshima.

Después de terminar el instituto, entró a formar parte de los Marines, siendo enviado a la Escuela de Fotografía.

Fue así como pudo retratar el horror que significaron estos eventos ocurridos en el país del Sol Naciente.

Nagasaki (CC)  Wikimedia Commons
Nagasaki (CC) Wikimedia Commons

Su particularidad es que siempre llevaba consigo dos cámaras: con una tomaba las fotografías para el registro del ejército. No obstante, con la segunda capturaba las escenas que quedarían para él.

Tal como recoge un artículo del periódico español El País, tras regresar a Estados Unidos después de la guerra, guardó los negativos en un baúl, el que cerró con llave.

Según explicó, estaba emocionalmente muy afectado como para revivir esas dramáticas escenas.

Todo esto cambió casi 50 años después. El impacto que significó para él ver esas tomas fue tal, que inició una campaña en contra de las armas nucleares.

Finalmente murió el 10 de agosto de 2007 en su casa de Nashville, Estados Unidos, a los 85 años.