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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

En Argentina, un grupo de jóvenes influencers se hacía pasar por adolescentes en redes sociales para atraer a supuestos pedófilos y luego emboscarlos en encuentros filmados en vivo con violencia. Con más de 500.000 seguidores, los "caza-violines" liderados por Brandon Joaquín Maldonado fueron detenidos tras una denuncia por secuestro y tortura a un hombre de 40 años. Su accionar, centrado en la humillación pública, generó un debate sobre la justicia por mano propia versus sadismo y lucro.

Cinco jóvenes, entre ellos un famoso influencer y un menor de edad, están acusados de privación ilegítima de la libertad y torturas. Su inspiración viene de Estados Unidos, donde hay más de un centenar de casos que no siempre tienen objetivos comprobados.

Se mostraban en redes como justicieros, lo suficiente como para reunir una audiencia de más de 500.000 seguidores entre YouTube e Instagram. Jóvenes argentinos, con una estética física imponente y retórica moralista, decían estar luchando contra lo más vil: los abusadores de menores. Se hacían llamar los “caza-violines”, y su cruzada por Buenos Aires tomaba forma de transmisiones en vivo y videos virales con estética de reality show.

El rostro visible era Brandon Joaquín Maldonado, un influencer de 23 años con los alias “El Quechuga” o “Brandom Lee” que, al igual que sus cuatro cómplices -tres varones y una mujer que no superan los 30-, no tenía antecedentes penales. Lo que sí guardaba era una trama cuidadosamente construida para desencadenar una secuencia de delitos.

Se hacían pasar por menores para “cazar” pedófilos

El modus operandi de los “caza-violines” parecía calcado de programas de televisión sensacionalistas: creaban perfiles falsos en redes sociales o apps de citas, se hacían pasar por adolescentes y organizaban encuentros con hombres a los que acusaban de pedófilos, aunque ellos creyeran estar dialogando con una persona adulta. Es que la trampa incluía audios e imágenes del físico que aportaba la única mujer del grupo -”La carnada”- cuando hacía falta reforzar la farsa. Luego, llegaba la emboscada.

A la cita arribaba primero la mujer y, luego, los tres varones. En grupo, filmando, transmitiendo en vivo, golpeando y vejando.

En uno de los videos -algunos se consiguen fácilmente en la web- puede verse a un hombre obligado a comer heces. En otro, mientras la víctima es torturada, se exponen en vivo su números de contacto y se amenaza a los familiares y amigos. Todo registrado, editado y monetizado.

Tras la denuncia de una persona golpeada y humillada -un hombre de 40 años que aseguró haber ido a la cita engañado, ya que creía que se encontraría con una mujer de 21 años-, cayeron detenidos los cinco “caza-violines” de Argentina. Se supo, incluso, que uno de los varones es un adolescente de 17 años.

Los “Caza-violines” están acusados de privación ilegítima de la libertad agravada por violencia, pluralidad de autores y coacción, al obligar a la víctima a hacer o tolerar actos en contra de su voluntad. En caso de ser hallados culpables, arriesgan una pena de prisión de 10 a 25 años.

Algunos partidarios del grupo, aún los defiende en X y pide su libertad, basándose en la idea de “justicia por mano propia”.

Para la Justicia argentina, en cambio, puede tratarse de ataques donde los implicados usan esa excusa para el disfrute de torturar a la gente y ganar dinero con las visualizaciones.

Por nombrar ejemplos de los episodios, a una víctima le hicieron comer excremento y le hundieron la cabeza en el inodoro.

Ahora, a partir de los registros y la denuncia radicada, se trabaja en la identificación de las personas que aparecen en esos videos que llevaban títulos como “Violín cazado y domado” o “Empresario de 51 quería con una de 12”.

La denuncia que hizo caer a los “caza-violines” de Argentina

La impunidad del grupo terminó gracias a una única denuncia, aunque no se descartan que vengan otras en camino. Fue presentada por un ciudadano venezolano de unos 40 años, quien denunció haber sido engañado por la mujer del grupo a través de una app de citas y citado a un departamento en la calle Corrientes de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, lo esperaban los otros miembros del clan de los “caza-violines”.

Según su relato, la mujer le aseguró tener 21 años, pero antes del encuentro le mandó una ráfaga de mensajes confusos donde, entre otras cosas, incluyó la frase “tengo 13”.

De acuerdo al expediente del caso, el recurso era utilizado para acusar luego a las víctimas de grooming y sustentar las agresiones violentas. Lo siguiente fue una pesadilla: secuestro, golpes y tortura psicológica durante dos horas, exposición pública y amenazas para que no hablara. Habló igual.

La denuncia activó una investigación que culminó con la detención de los cinco involucrados. La Policía de la Ciudad, a través de la División Investigaciones Comunales N° 5, detectó una nueva transmisión en vivo mientras ocurría otra agresión. No llegaron a ubicar el departamento -arrendado de manera temporal-, pero sí interceptaron una camioneta en la que se movía el grupo. Allí terminó la persecución.

Durante los allanamientos, encontraron armas de aire comprimido, máscaras, municiones, precintos, cámaras, chips y más de 20 celulares. Herramientas de un espectáculo de sadismo que pretendía encubrirse bajo el ropaje de una causa noble.

¿Justicieros o torturadores?: el debate en las redes sobre los “caza-violines”

Brandon Maldonado y su grupo están acusados de privación ilegítima de la libertad agravada y lesiones. Por la detención de un menor de 17 años, intervino en la causa el Juzgado Nacional de Menores, que ordenó la incomunicación de los imputados, el traslado del chico al instituto Inchausti (centro correccional para jóvenes) y el secuestro de todos los dispositivos.

Tras la aprehensión de los “caza-violines”, la polarización de opiniones fue inmediata en las redes sociales.

Algunos usuarios, integrantes de la comunidad que consume este tipo de videos de torturas, salieron a apoyar a Maldonado, a quien ven como un héroe callejero que hace lo que el sistema judicial trasandino no.

Otros, en cambio, denunciaron el uso de la causa como pantalla para el sadismo y el lucro. Porque detrás del relato de justicia, se escondía algo más crudo: violencia planificada, monetización de la humillación y morbo para sostener los valores de la masculinidad.

La inspiración estadounidense de los “caza-violines” argentinos

Maldonado, la cara visible de este clan violento contra los que él señala como “pedófilos”, declaró públicamente haberse inspirado en formatos de creadores de Estados Unidos, país en el que desde 2023 se produjeron más de 170 “cacerías” siguiendo la misma dinámica vista en Argentina en los últimos meses.

De acuerdo a un informe de The New York Times publicado en marzo pasado, los videos de tortura son populares en comunidades online que presentan material “hipermasculino” dirigido a jóvenes.

Algunos cazadores tienen cientos de miles de seguidores y afirman ganarse la vida, justamente, con esta clase de material. De hecho, hasta ofrecen contenido exclusivo a espectadores que pagan y venden productos con sus eslóganes y logotipos. Al menos uno de los identificados por el diario tiene un acuerdo de patrocinio pagado.

La inspiración de esta legión de autoproclamados justicieros viene de “To Catch a Predator”, un segmento de reality que salió por la NBC entre 2004 y 2008. Ya sin el filtro de la televisión tradicional y con el auge de las plataformas de streaming que afirman defender la libertad de expresión, los “caza-violines” publican su material sin restricciones. Quieren ser Batman, pero la realidad no funciona como en el cómic del vigilante de Ciudad Gótica.

Chris Hansen, el presentador original de “To Catch a Predator”, tiene sus dudas sobre el accionar de los seguidores a los que, directa o indirectamente, influyó.

“En estos casos de justicieros es cierto que algunos delincuentes salen a la luz, pero debido a su metodología y a cómo a menudo hacen tanto alarde, son casos contaminados. Pueden actuar de forma ridícula o agredir a la gente y, digan lo que digan, sus casos rara vez se procesan”, señaló al New York Post.