La ciudad china más occidentalizada, cerca de otra con una estricta restricción comunicativa de redes sociales y más, sigue un curso que hace la diferencia cuando se conoce un poco de ambos mundos.

Cruzar todo el mundo a China es una odisea viajera. Según la aerolínea elegida, desde Chile, la travesía dura entre en 24 y hasta 48 horas dependiendo los tiempos de escala. Sin embargo, eso no es tanto problema como las drásticas diferencias entre China y Hong Kong que experimenta el turista.

No se necesita ser extranjero para vivirlas. Los hongkoneses también las conocen de sobra cuando cruzan a la fronteriza Shenzhen, en busca de la afamada tecnología de la llamada Silicon Valley oriental.

Cuando se está a punto de viajar las recomendaciones se juntan, pero sobre todo contar con una aplicación que sortee el bloqueo de Instagram, WhatsApp y otras redes sociales occidentales.

Lo referente a los pagos no puede faltar entre los consejos. Si “donde fueres, haz lo que vieres” no se complicara tanto, en cuanto a comunicación y finanzas personales, el dicho sería fácil de seguir.

No son las únicas diferencias que priman en ambas ciudades chinas, una occidentalizada. La otra, siguiendo sus estrictos principios asiáticos.

Cruzar la frontera entre dos chinas distintas

“Prohibido tomar fotos y video”, advierte un cartel al momento de registrar el paso de Hong Kong hacia China continental.

La revisión de los pasaportes es minuciosa. Un sistema de escaneo se encarga de tomar los rasgos faciales y el funcionario de aduanas chino mira al visitante detenidamente, verificando que la foto coincida con el rostro del pasajero.

Entre revisión y preguntas, BioBioChile, de visita en China, fue testigo del descontento de una hongkonesa que intentaba ingresar al otro lado de la gigante tecnológica. Por lo acalorado de la discusión, aunque con el idioma en contra, se percibían problemas con el motivo de su entrada.

Luego de concluido el proceso, una van partió a Shenzhen, donde el recorrido era el inicio de un camino de contrastes entre dos ciudades de renombre.

En el caso de Hong Kong, las protestas para reclamar democracia en esta ex colonia británica, entre otros desarrollos, a lo occidental.

Shenzhen, en cambio, figura por ser la ciudad puerto que, además de su desarrollo tecnológico, destaca en comercio exterior, servicios financieros y su proyección creativa y cultural, con orgullo mostrado sin escatimar en gastos, pese a que no se consideran capitalistas, sino, una entre el socialismo y una ciudad modelo.

Shenzhen se erigió entre el socialismo y la modernidad de lo que consideran una ciudad modelo
Federico Molina / CNN Chile

Prueba de esto último es su tecnológico museo, el que se jacta de un desarrollo sostenido veloz, además de considerar al socialismo como el motor que impulsó su crecimiento, desde su desarrollo urbano y los rascacielos que gestionan su opulencia ante el mundo.

Y es que, tan solo hace 30 años, era una localidad pesquera de no más de 30 mil habitantes. Ahora, es la Silicon Valley china, con más de 16 millones de habitantes.

Muy moderna y todo, pero sin poder usar apps, Visa o Mastercard

Una de las sugerencias al entrar a Shenzhen es “activa desde Chile una VPN”. Se trata, según el periodista especializado en tecnología, Christian Leal, de “una conexión privada que impide saber el lugar desde el cual te estás conectando”.

Lo anterior es conveniente en la China comunista, donde el gobierno de Xi Jinping no tolera el uso de aplicaciones occidentales para comunicarse.

TikTok y Wechat son las permitidas. De hecho, con esta última incluso se puede comprar localmente. Los extranjeros se ven obligados a instalarla desde sus respectivos países porque llegando al lugar es casi imposible.

Una de las pruebas contundentes de las dificultades de pagar en los comercios (además de la falta de internet, si es que no se instaló una eSIM, un número local virtual para estar conectados en lugares complejos), está en los centros comerciales o malls de tecnología.

Alipay es el nombre de la aplicación con la cual, antes de salir del país de origen, se deben agregar las tarjetas de crédito e, imprescindible, informar al respectivo banco que se hará una compra en China. De lo contrario, visitar esta urbe tecnológica será en vano, al menos en intención de comprar.

Audífonos y relojes tipo Apple y réplicas de parlantes Marshall o JBL

Ir hacia el mall de la tecnología en el centro de Shenzhen es toda una experiencia. Captar el regateo de los compradores, aún más.

Sí, sucede que los vendedores tienen internalizado y hasta asumido, que el cliente puede negociar el precio de las réplicas casi exactas de relojes, parlantes, computadores, celulares, secadores de pelo, etc., por medio de una calculadora.

Llama la atención la variedad de nacionalidades que visitan este lugar, pero sin pronunciar muchas palabras en inglés. “La clave es no hablar mucho”, dijo uno de los experimentados compradores, quien aseguró que era su quinta vez en el gigante asiático.

Y es que, lo de comprar en malls, ya sea de tecnología, de moda y más, incluye el regateo por excelencia y por experiencia. El resultado podría derivar en llevarse una copia fiel de un bolso Luis Vuitton o unos AirPods Max de Apple y más.

Shenzhen, sin embargo, es más que mercados repletos de réplicas tecnológicas. Sus robots forman parte de la planilla de empleados de hoteles, donde se encargan de cuidar, piso por piso, que la limpieza en los pasillos esté impecable. En las calles la situación es la misma. Los empleados robotizados, le hablan al público que los rodea, curioso de su desempeño.

Las formas y riesgos de cruzar la calle en Shenzhen y Hong Kong

Luego de registrar las noches de compras en el epicentro de la fabricación tecnológica china, el retorno al hotel puede volverse un caos, debido a la cantidad de personas. Pero, por sobre todo, a lo temerario de los motoristas que circulan, solos o con sus hijos, en plena vereda, casi todos sin cascos de seguridad.

Estos no tienen permitido, según el tipo de motocicleta eléctrica, circular por las avenidas principales. Es por eso que, cuando el semáforo da el verde para que el peatón pase, se vuelve una lucha por llegar al otro lado de la calle entre motorizados y transeúntes.

La situación se ve distinta cerca del distrito Western, un nombre occidental, para una Hong Kong que se identifica con esta parte del mundo. La gente no circuló, al menos durante nuestra presencia, con motocicletas apresuradas por llegar al otro lado.

Sin embargo, el panorama, entre la modernidad y lo vintage, es elocuente. Los Tesla de Elon Musk y los taxis setenteros son el verdadero contraste en una misma ciudad, que en ese preciso momento no necesita compararse con otras.

Sin embargo, la vibra asiática está presente con emblemáticos autobuses de dos pisos.

Un tren para trabajadores y otro de alta velocidad: diferencias entre China y Hong Kong

La gigante china, fabricante de vehículos eléctricos BYD (Build Your Dreams), fue creada en 1995, posicionándose, a la fecha, en la primera en su tipo en ventas de este tipo de autos o autobuses, como los eléctricos que circulan en Chile.

Pensando en sus trabajadores, decidió construir un tren eléctrico que llevara a los de su planilla a la fabrica de diseño de baterías, un lugar donde no se permite hacer fotos y video, por la confidencialidad de su manufactura.

Poco a poco, el tren de trabajadores pasajeros se popularizó al punto de vender boletos para otras personas que requirieran transportarse en la enorme Shenzhen. Se trató de un golpe publicitario sin campañas. La experiencia del usuario fue determinante. Ahora, el plan es que la filial de BYD en Brasil, comience la construcción de uno similar hacia el aeropuerto de Sao Paulo, en un plazo máximo de dos años.


Hablando de movilidad de última generación, el tren bala o de alta velocidad del Aeropuerto de Hong Kong, le lleva una ventaja de 130 kilómetros por hora a su similar de Shenzhen.

En un lapso de 24 minutos y a un precio de boleto de 13 mil pesos chilenos, desde la terminal aérea, se puede acceder al centro de la cosmopolita ciudad, donde los paisajes entre el mar y la superficie hacen la diferencia.

El tren, con decenas de estaciones, tiene una de estas ubicada en uno de los centros comerciales más visitados por extranjeros, donde tiendas como ZARA o la cadena de hamburguesas y comida rápida Shake Shack (originaria de Nueva York), forman parte de la presencia de tiendas de lujo, con una movilidad veloz desde y hacia el aeropuerto de la ciudad.

La “disputa” por el rascacielos más alto del sureste chino

Al hablar contrastes, la movilidad no es la única que se pone en marcha entre las ciudades antes mencionadas.

Ambas poseen emblemáticos rascacielos que las hacen diferenciarse mundialmente de otras capitales mundiales. En Shenzhen, por ejemplo, una de sus moles viene representada en por lo menos 116 pisos, toda una atracción turística y de orgullo arquitectónico para los locales.

Como dato clave, la mencionada ciudad es la que ostenta el mayor número de rascacielos del mundo, destronando a otros en Nueva York y Dubai, aunque en este último, se encuentra el edificio más alto del mundo, Burj Khalifa, con 163 pisos.

El Free Sky obtuvo el Guinness World Record del quinto edificio más alto del mundo. Subir por su elevador evidencia, más allá del nombramiento, el dolor de oídos en el ascenso. 547,60 metros de altura, superando por mucho al chileno Costanera Center, que cuenta con “sólo” 297 metros y 62 pisos.

Hong Kong no se queda atrás en lo que a rascacielos respecta. Su International Commerce Centre (ICC), fue el edificio más grande de esa ciudad (2010), con 118 pisos, pero con 484 metros de altura.

A nivel de número de pisos, antenas y azotea, el Sky Free le lleva la delantera. Por lo anterior, el ICC es el onceavo más alto en el mundo. Eso no obsta que destaque entre el conjunto de rascacielos de la icónica ciudad.

Al subir a otro atractivo turístico, el Monte Victoria, se puede apreciar el esplendor de un barrio hongkonés de los más acaudalados. Se sube en tren eléctrico donde convergen todos los paisajes con las múltiples nacionalidades que se maravillan de los escenarios.

Su caída en el ranking de toda China, tiene que ver con otros gigantes que fueron imponentemente erigidos, como la Torre de Shanghái, de 632 metros.

De Shenzhen a Hong Kong: conteniendo la respiración en revisiones migratorias

Nadie, o casi nadie, puede decir que la pasa mal de visita en Shenzhen. De hecho, los Starbucks, KFC, McDonalds y otros comercios occidentales permiten que tanto locales como foráneos gocen de lo poco que el comercio permite, siempre y cuando se tenga poder adquisitivo.

No obstante, llegada la hora de partir hacia Hong Kong, donde su aeropuerto es un importante hub hacia el mundo, la situación cambia.

En la aduana, las revisiones para registrar la salida de Shenzhen, comienzan una nueva experiencia de ansiedad viajera. Una sola fotografía o amago de uso de celular en el acceso principal, significa una revisión “aleatoria”, ya que hay cámaras de seguridad por doquier.

Los pasaportes son retenidos, aunque momentáneamente, por un personal chino de semblante serio. El equipo de escáner hace lo suyo con el equipaje. Por momentos, la respiración se contiene, pensando en qué contenido podría ser inadecuado, cuando en los países de origen no lo es y se ha normalizado lo occidental.

Sin embargo, es un hecho que, permanecer en dos ciudades con crecimiento y reconocimiento mundial, al ser de las más imponentes en el globo terráqueo, da para establecer comparaciones que sobrevienen de la experiencia y la oportunidad de observar in situ sus diferencias, las cuales pueden ser tan grandes, como sus carencias en democracia, comunicaciones y más, como de sus rascacielos mismos.