La eficiencia es un pilar fundamental para la sustentabilidad. Hacer más con menos es una de las estrategias para enfrentar las amenazas a las que hoy nos vemos sometidos. Esto sirve para la energía, uso de materias primas, emisiones de GEI y por cierto para el uso del agua.

Detengámonos en este último punto. En nuestro país 383 mil hogares rurales viven sin agua potable. ¿Cómo va a ser sostenible que más del 15% de esos hogares se abastezcan de agua mediante camiones aljibe? Imagine las miles de toneladas de CO2 que emiten esos camiones recorriendo los territorios. ¿Es razonable que las municipalidades y los gobiernos regionales se desangren financieramente para hacer frente a esta necesidad básica? No, no es razonable.

No se trata de un problema exclusivo de nuestro país; según la ONU, 2.100 millones de personas aún viven sin agua potable en el mundo, pero en este rincón del planeta las cosas se están poniendo aún más feas. Nunca antes en Chile habíamos sufrido una condición de escasez hídrica que afectara a más del 76% del territorio. Y las proyecciones son preocupantes: somos uno de los 30 países con el mayor riesgo hídrico al 2025 y será el único de Latinoamérica con estrés hídrico extremadamente alto al 2040. Otra mala noticia: No se espera que en el largo plazo se acabe la sequía.

La celebración del Día Mundial de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía es una oportunidad para visibilizar los esfuerzos que estamos haciendo para combatir este preocupante escenario. Para abordar el desafío se requiere de la participación y del aporte multisectorial, con foco territorial, para generar políticas públicas y una nueva institucionalidad para así promover una efectiva gestión y gobernanza de los recursos hídricos. Según la OCDE, las crisis del agua suelen ser crisis de gobernanzas.

Además, es necesario el involucramiento del sector privado, para establecer una conducta empresarial responsable, que se relaciona con la eficiencia productiva, la reducción del uso y consumo de agua, mitigación de impactos y desarrollo de acciones de valor compartido a nivel territorial con otros actores que usan el recurso.

Ahora, una buena noticia: ya se trabaja en la conformación de los Consejos de Cuencas para establecer una gestión integrada y participativa de los recursos hídricos, con lo que se espera reducir los conflictos y promover la integración de los intereses económicos, sociales, culturales y ambientales, tanto de los usuarios directos del agua como de la sociedad en su conjunto.

Otra buena noticia: desde la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático estamos apoyando a los gobiernos locales en este desafío, mediante el programa Estrategias Hídricas locales (EHL). Ya iniciamos este programa en la Región Metropolitana, con recursos del Gobierno Regional Metropolitano de Santiago, para que 30 comunas cuenten con Estrategias Hídricas Locales. La idea es llegar al 2026 con cerca de 100 comunas a lo largo del país.

Además, estamos contribuyendo al compromiso de Chile a través de la Contribución Determinada a Nivel Nacional, de manejar y recuperar 200 mil hectáreas de bosque nativo y reforestar otras 200 mil hectáreas, acciones que buscan revertir y mitigar el proceso de desertificación en el país. Con Conaf establecimos una alianza que ha permitido avanzar en planes de Ordenación Forestal en predios de propiedad pública y privada, logrando mejorar los servicios ambientales de una relevante superficie de bosques nativos en las Regiones de Valparaíso y el Maule.

La sequía y la desertificación están entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible. No dejemos que el futuro de Chile se seque.

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