Los 94 mil nuevos empleos públicos creados en el último año tienen un costo de U$ 1.500 millones de dólares, el mismo valor que la inversión en seguridad anunciada por el gobierno. La diferencia es que mientras los nuevos funcionarios difícilmente podrán ser sacados e implican recursos que deberán contemplarse en el presupuesto todos los años, la inversión en seguridad depende de la aprobación de la reforma tributaria.

En un trabajo me correspondió estar a cargo del equipo de comunicaciones. Como éramos pocos, tuve que ir a cubrir una actividad en la que participaba una alta autoridad, la que llegó con cuatro personas de comunicaciones. Sin duda, un claro despliegue innecesario.

De seguro a usted también, estimado lector, le ha tocado ver muchísimos casos de despilfarro de recursos públicos mientras se da cuenta de que, por ejemplo, las calles de su ciudad están en mal estado, tenemos mala educación, mala salud y un acceso casi imposible a la vivienda. Mientras la actividad comercial en el último IMACEC presentó una disminución de 7,7%, lo que quiere decir que las personas están consumiendo menos, y el sector privado sigue despidiendo trabajadores, aumentando con eso el desempleo y la informalidad, el Estado continúa contratando y despilfarrando. Parece que se les olvida que el Estado sobrevive en gran parte gracias de la recaudación de impuestos y genera muy pocos recursos por su cuenta.

Para este gobierno, la reforma tributaria se ha convertido en una especie de sombrero de mago de donde saldrán los recursos para todo: más carabineros, deuda histórica, mejores pensiones, mejor salud y mejor educación, etc. Se ha dicho hasta el cansancio que sin mayor crecimiento el Estado no recaudará más. En Twitter una persona de izquierda replicaba a este planteamiento señalando que: “Hay que entender que un país que no recauda no crece”.

En este sentido, las reformas tributarias se han convertido en una excusa para hacer crecer el Estado prometiendo igualdad, calidad, inclusión social y crecimiento económico, las cuales nunca han llegado. El mensaje de la reforma tributaria presentada el 2014 decía:

“La necesidad de resolver las brechas de desigualdad que hoy existen nos exige realizar cambios profundos y estructurales. La más importante de estas transformaciones nos permitirá avanzar hacia una educación más equitativa y de calidad en todos sus niveles. Esto no sólo producirá una mayor inclusión social, beneficiando a los miles de niños y niñas, jóvenes y sus familias que quieren mejorar su bienestar. También permitirá que numerosos profesionales y técnicos con grados crecientes de calificación den el impulso que necesita nuestra economía.”

La reforma que pretendía recaudar 3 puntos del PIB, solo recaudó 1,5. Por lo mismo, no se mejoró la educación, seguimos estancados en el índice Gini, es decir, tampoco se disminuyó la desigualdad, existen 800.000 nuevas personas pobres y el crecimiento económico que antes era de 5% promedio, hoy es cercano a 2,4%. Producto de la eliminación de franquicias tributarias e impuestos en materia habitacional, existe un déficit cercano a las 800.000 viviendas y el precio de éstas ha subido un 25%, mientras los sueldos reales, solo un 6,6%.

Por otro lado, un informe de Macroeconomía y Construcción, elaborado por la Cámara Chilena de la Construcción, concluyó que para este año la inversión en construcción caería 5,9% en el año, principalmente por la importante contracción de las inversiones en infraestructura productiva, tanto del sector privado como de empresas autónomas del Estado.

El gobierno aspira a seguir en la misma senda recaudatoria de la fracasada reforma tributaria del 2014, sin incentivar el ahorro y la inversión. Lo hace por conveniencia, ya que el objetivo es volver a las personas dependientes del Estado y eliminar la iniciativa privada, desconociendo la idiosincrasia chilena, ya que las chilenas y chilenos somos orgullosos de progresar gracias a nuestro esfuerzo personal. Cuando se vive del Estado y sin trabajar en el sector privado, como quienes nos gobiernan, es fácil pensar que el resto puede hacerlo igual.

De seguro, quienes nos gobiernan terminarán su gestión con pésimas cifras económicas, ya que no quieren aprobar medidas pro inversión solamente por gusto ideológico, sin pensar en quienes la están pasando mal. Consideremos que cuando el desempleo se acerca a los dos dígitos y la informalidad bordea el 30%, en la cuenta pública la única propuesta del Presidente Boric, en materia laboral, es mejorar el acceso al seguro de cesantía. Entonces, eso significa que estamos gobernados por personas sin empatía y desconectadas de la realidad.

Lamentablemente sufrimos un grave problema de esquizofrenia tributaria, que hace que tengamos continuamente reformas sin evaluarse los resultados e insistiendo en recaudar más dejando de lado el crecimiento y el ahorro.

Todos pagamos impuestos desde que nos levantamos, prendemos la luz y nos lavamos la cara hasta que nos acostamos, pues pagamos impuesto por cada una de las cosas que implican un gasto: vestuario, alimentación, entre otros. Por tanto, deberíamos encaminarnos hacia un sistema tributario que, en vez de seguir menguando recursos de los trabajadores, debería reconocer los gastos en salud, compra de viviendas y la educación propia, así como la de los hijos.

En vez de eso el gobierno nos pide que les entreguemos más dinero. El mismo gobierno que tenía a cargo de la organización de los Juegos Panamericanos a Gianna Cunazza por un sueldo de 9 millones de pesos y que tenía retrasos en rendiciones por $55.187 millones de pesos.

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