Desde los inicios del Estado moderno, la seguridad ha sido uno de los temas que dio paso a la creación de la civilización. El mismísimo Thomas Hobbes en su libro El Leviatán plantea que, como principio originario de organización de la sociedad, debe existir alguna herramienta que evite que el hombre se elimine por su propia naturaleza, es decir, que el hombre se aniquile a sí mismo.

Por lo tanto, la pregunta que desde tiempos inmemorables ha surgido es: ¿Cómo evitamos que los seres humanos se eliminen entre sí? De hecho esta pregunta le da sentido a la creación del Estado según la visión Hobbesiana. Entonces, ¿qué vinculo tiene esto con la actualidad? Pues simple, este problema ha trascendido en diferentes niveles durante centenares de años, llegando a un punto culmine en la actualidad.

En término de estadísticas policiales y de seguridad, según el Centro de Estudios y Análisis del Delito (CEAD) parte de la Subsecretaria de Prevención del Delito (SPD), entre 2021 y 2022 existe un aumento del 31% de los Delitos de Mayor Connotación Social (DMCS) entre los que se incluyen, homicidios, lesiones menos graves, graves y gravísimas, otros robos con fuerza, robos con violencia y/o intimidación, entre otros.

En otra arista, en el marco de delitos asociados a la infracción de la ley de armas, existe un aumento del 40% de estos (porte de armas, tenencia ilegal de armas o explosivos), sumado a los eventos de violencia contra las policías en distintas locaciones del país -solo tomando el año en curso- que ha decantado en 3 muertes de uniformados en el cumplimiento de sus labores.

No obstante, no es de asombro que esto suceda; si miramos en perspectiva la crisis a las instituciones de seguridad pública, no recae en el simple populismo y consternación por las muertes de los uniformados. Para profundizar y encontrar el verdadero problema es necesario revisar la historia del país y además comparar los casos latinoamericanos más cercanos al caso chileno.

En México existe actualmente un 64,2% de percepción de inseguridad, un 52,3% de percepción de inseguridad en Argentina, un 52,9% en Colombia y por último en nuestro país este llega 28% hasta 2022, según el Índice de Paz Ciudadana y a más del 80% según la Encuesta ENUSC. Cabe la pregunta porque estas mediciones varían tanto, no obstante no es el foco de esta premisa.

¿Entonces el problema es solo de Chile? Entendiendo primero que la realidad latinoamericana tiene como problema común la seguridad, es urgente que se fortalezcan las instancias de cooperación internacional vinculantes para combatir el crimen organizado. Además, es necesario que Carabineros y PDI obtenga mayores recursos y herramientas -de paso está mencionar que no necesariamente se hace referencia al armamento, muy por el contrario-, mayor dotación, mayor entrenamiento, mayor infraestructura y una mayor coordinación (y entrenamiento) con policías de otras naciones.

En suma, intervenir aspectos sociales en materia de seguridad; por ejemplo, dar mayores capacidades estratégicas a los territorios vulnerables a la delincuencia, y no solo intervención desde lo reactivo y la prevención superficial, sino que recursos para mejoramiento cívico que sirva de soporte para la búsqueda estratégica y las operaciones de capturas que llevan a cabo las policías.

El factor de participación en materia de seguridad ciudadana es fundamental tanto para comprender el problema, como también para abordar desde una mirada intersectorial. Se requiere una coordinación vecinal, sectorial, comunal, regional, nacional e internacional, para el abordaje de dicha problemática, dotar con herramientas materiales y estratégicas a la ciudadanía para que esta no sea simplemente la victima de este problema, sino que además puedan resultar en un aporte en el cambio cultural que se requiere con respecto a la seguridad. Con tantas aristas diferentes es absurdo tratar de encontrar una solución viable sin la cooperación y participación de los múltiples actores sociales, políticos, económicos, etc.

Por otro lado, disponer de culpabilidades y responsabilizar a un solo actor es incomprensible en cuanto al contexto aquí mostrado. Si los actores políticos en su totalidad cobardemente quieren desligarse del problema, entonces el problema entra a un laberinto sin salida, pues el debate se torna en una suerte de riña y venganza política con miras en el pasado, cuando en realidad si existiera disposición a avanzar, y no solo buscar un redito político (todos los sectores políticos), se miraría al futuro y las posibles formas de intervención para evitar que el problema se polarice aún más.

La complejidad del problema es tal que no es posible considerar soluciones simples, como dotar de mejor armamento a Carabineros, debido a que no ataca el problema; por el contrario, contribuye a una mayor inseguridad. Lo que aquí se propone es que tomemos los insumos y los buenos resultados obtenidos en el pasado y se busquen nuevos elementos definitorios para lograr un equilibrio que permita que el Estado logre su objetivo primitivo, permitir que los seres humanos no se eliminen entre sí por mero capricho.

Y si pensamos con una visión tan erróneamente sesgada, lo único que conseguiremos es que la delincuencia triunfe. Cuando quien detenta el poder pierde los estribos y solamente reacciona al populismo, nada bueno puede emerger, hago el llamado a la responsabilidad democrática y que no se piensen soluciones a medias. Si queremos acabar de raíz con la inseguridad que existe hoy en nuestro país, primero iniciemos exigiendo transversalmente a las autoridades que busquen elementos definitorios pensando en su efecto futuro más que en el efecto que podría tener en la opinión pública.

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