Qué duda cabe que el actual proceso constituyente que vive el país fue posible gracias a la movilización social y su exigencia de democracia, frente a la brutal desigualdad y la exclusión del pueblo en la toma de decisiones. Resulta difícil –sino imposible- hablar de democracia en el marco político que define la constitución vigente, marco normativo que casi un 80% de la población aprobó cambiar el pasado 25 de octubre; o bien, la Ley de Participación Ciudadana, que no otorga a las comunidades espacios de participación vinculantes e incidentes en las decisiones políticas que impactan directamente en la vida de las personas.

Este momento constituyente se instaló desde las comunas, los barrios y su diversidad, exigiendo a la institucionalidad mecanismos para que los debates que afloraron con fuerza inusitada desde la revuelta popular, sean mandatos para quienes gobiernan. Sin duda, es el gran valor de este proceso y es así es como se instala, sin vuelta atrás, la demanda por una nueva Carta Magna. Las formas de organización que se mantienen hasta ahora, como asambleas territoriales, y los roles políticos que han adquirido algunas juntas de vecinos, por nombrar dos ejemplos, muestran que la ciudadanía no está pensando la democracia sólo en virtud de las elecciones que se realizan de tanto en tanto.

En la comuna de Ñuñoa, como muchas otras de Chile, el proceso constituyente se mantuvo pese a la pandemia, lográndose además la confluencia de una importante cantidad de organizaciones que convocó a cerca de 3000 vecinos y vecinas para discutir y proponer las bases para un programa municipal. El resultado de este trabajo es un documento que, desde una heterogeneidad social que representa la diversidad comunal, propone un nuevo tipo de gobierno local, con enfoque de derechos, formas de participación vinculante, inclusivo, feminista, sustentable y en que la calidad de vida de quienes habitamos la comuna sea lo central, superando el modelo actual.

Para quienes representan miradas tradicionalistas de la política, puede ser complejo comprender la diversidad de aristas del proceso constituyente y que, en esa línea, las elecciones municipales también deban ser constituyentes y permeadas por una nueva forma de entender los municipios. Sin embargo, habemos quienes trabajamos por mantener el espíritu que llevó a Chile a las calles, respaldando la demanda por una política humanizada y en beneficio de las mayorías, y para ello es indispensable que el discurso se vuelva acción y, en ese contexto, las transformaciones en lo local son un paso lógico y natural que debe darse desde ya.

Comparto de inicio a fin la ruta propuesta por las organizaciones sociales de Ñuñoa y suscribí su programa como un mandato porque, tal como declararon en su llamado a participar, estoy convencida que “es tiempo de los territorios” y que, después de 25 años y de una vez por todas, sea la comunidad de Ñuñoa la que entre al municipio.

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