Tras un contacto telefónico, un supuesto alto mando de la Clínica Alemana ordena algunas tareas al receptor de la llamada, un rescatista que llevaba siete años trabajando en la empresa. Actuando bajo órdenes del ejecutivo fantasma, el funcionario compartió información confidencial por videollamada e intentó arrastrar una caja fuerte, además de descerrajar algunas gavetas, versa la denuncia. Como huella de sus actos, dejó parte del piso rayado, y como consecuencia, lo desvincularon de la institución.

La Clínica Alemana de Santiago presentó una querella criminal ante el Cuarto Juzgado de Garantía capitalino, en la que denuncian haber sido víctimas de una asociación ilícita, vulneración de información reservada y robo en lugar no habitado.

De acuerdo a la acción legal, patrocinada por el abogado Eduardo Belmar, un empleado de la institución ingresó a las oficinas administrativas para sustraer una carpeta con documentación privada e intentó llevarse una caja fuerte arrastrándola por los pasillos del recinto de salud.

Según el escrito, el trabajador, que también descerrajó gavetas y mostró información confidencial por videollamada, argumentó que actuó bajo las órdenes de un supuesto alto ejecutivo de la compañía que lo contactó por teléfono y lo obligó a transferir más de un millón de pesos e ir a buscar documentos a una oficina, operación en la que -al parecer- era necesario llevarse la caja de seguridad completa.

La extraña situación alertó a los sistemas de seguridad y a los ejecutivos de la clínica: ¿De qué carpeta se trataba? ¿Qué contenía? ¿Quién, cómo y cuándo retiraría dicha documentación? Las dudas siguen sin poder resueltas por la empresa.

Un llamado de ayuda

9 de abril, 21:00 horas. El trabajador de la Unidad de Rescate de la Clínica Alemana, de iniciales F.I.L.A, recibió un llamado. Al otro lado de la línea se presentaba una voz masculina con acento extranjero, quien decía ser un alto ejecutivo de la institución. Explicaba que su auto estaba averiado y presentaba problemas de señal con su celular debido a que se encontraba en las cercanías de San Fernando, región de O’Higgins. Por lo mismo, necesitaba urgente su ayuda.

La instrucción para el funcionario era que llamara específicamente a Fernando Peña, un supuesto jefe de una empresa de aseguradoras para que coordinaran el pago y envío de una grúa al lugar. Los montos iban a ser transferidos a una supuesta compañía de seguros.

En total fueron cuatro o cinco transferencias realizadas a diferentes cuentas rut, todas personas naturales con distintos nombres. El dinero salió de la cuenta personal de F. y de su esposa, actual funcionaria de la clínica. Los montos ascendían a $1,2 millones.

La llamada finalizó y acordaron mantenerse en contacto a través de WhatsApp.

La carpeta

Según se desprende de la querella, las transferencias no fueron suficientes y vino una segunda orden: el trabajador debía ahora dirigirse a una oficina -sindicada por el supuesto ejecutivo como propia- ubicada en el piso 16 de la Clínica Alemana. El objetivo era sacar una carpeta con documentación, la que más tarde alguien retiraría.

El funcionario logró pasar inadvertido y subir directamente -por el ascensor destinado al público general- al piso 16 a eso de las 01:00 horas. No informó ni requirió ayuda, aun cuando existe vigilancia en cada uno de los pisos y un departamento de seguridad. Para ese entonces, la conversación ya sumaba más de cuatro horas.

Como era tarde y las puertas estaban cerradas, no pudo entrar directamente. La orden del supuesto ejecutivo fue simple: hay que forzarlas. Le explicó que él entraba así. Y así lo hizo, aunque sin resultados.

F.L. intentando abrir las puertas

Ante los intentos infructuosos, el empleado decidió bajar al piso -1 para solicitar ayuda al personal de seguridad, omitiendo que ya había intentado ingresar a la fuerza.

Cuando estuvo abajo le comentó la situación al vigilante y agregó que el presunto jefe llamaría para corroborar lo que estaba diciendo. De hecho, F.L le entregó el número telefónico del departamento de seguridad para que llamara autorizando su ingreso.

Ante dicha actuación, el guardia creyó que efectivamente era una orden de alto mando.

El desorden

“Este muchacho estuvo hoy en mi oficina y se le quedó una carpeta que debía sacar”, ordenaba el supuesto ejecutivo al jefe de seguridad de turno. Como la historia concordaba y resultó creíble, se autorizó el acceso a las oficinas, pero esta vez subió por el ascensor de la administración.

Hablando con personal de seguridad para la apertura de puertas

Una vez en los pasillos de las oficinas administrativas, el funcionario trató de entrar a otra sala, pero el guardia le indicó que esa no era la que buscaba, señalándole que la puerta número tres era la correcta. Ingresó y cerró la puerta. Estuvo en el interior más de 25 minutos.

El guardia esperó afuera hasta que recibió instrucciones de volver al piso -1 y procedió sin cuestionamientos.

Una vez dentro de la oficina, según versa el escrito, se constató a través de las cámaras que el trabajador revisó mucha documentación que se encontraba desordenada, incluso rompió una gaveta con llave que contenía documentos importantes y diversos discos duros de la Clínica. Cuando se le preguntó qué buscaba, no supo qué responder.

Se desconoce si sustrajo, grabó o fotografió documentos y/o discos duros. Lo que sí expone la querella, es que exhibió las imágenes por videollamada.

La repetitiva versión del rescatista -recogida en la denuncia- fue que todo lo hizo porque estaba siendo instruido vía telefónica por un alto mando.

La caja fuerte

Con todo, una nueva orden llegó: ahora debía ingresar a una dependencia al interior de la misma oficina donde se encontraba una caja fuerte de 140 kilos, la que luego tendría que arrastrar por el pasillo hasta que alguien la retirara.

Avanzada la noche, a las 01:35 horas, el rescatista bajó nuevamente al piso -1, pasó frente a las oficinas de seguridad sin ser visto y se dirigió al exterior. Ahí realizó diversos llamados y envió mensajes de texto durante varios minutos. Se sospecha -según la denuncia- que estaba coordinando la extracción de la caja.

Minutos después vuelve a entrar directamente al piso 16, pero esta vez lo hace por los ascensores de público general. Un nuevo guardia le abre las puertas y a los minutos se retira, quedándose solo nuevamente.

F.L subiendo el ascensor

Mucho tiempo sin volver

Desde el piso -1, los guardias de seguridad comenzaron a sospechar, dado el tiempo transcurrido y el hecho que todavía no volvía con la carpeta. El panel de control de vigilancia decidió enfocar las cámaras del piso 16 y para su sorpresa, lo que vieron fue a F.L junto a una voluminosa caja fuerte.

Había arrastrado los 140 kilogramos por varios metros. El pasillo estaba rayado.

“¿Qué estás haciendo?”, preguntó el encargado de seguridad cuando salió a su encuentro en el piso 16.

Intentando llevarse la caja fuerte

El rescatista titubeó por unos segundos antes de pedirle ayuda para bajar la caja, todo bajo el pretexto que eran órdenes del ejecutivo, consigna la querella.

El guardia respondió con un no tajantemente y le impidió que siguiera bajando con la caja. Le hizo ver que lo más probable era que el llamado que mantenía durante tantas horas era el pretexto de un engaño para sustraer bienes de información.

Luego de esto se dio aviso inmediatamente a la gerencia de operaciones, y cuando el gerente de esta sección escuchó el relato supo que se trataba de una situación irregular y delictiva, por lo que mandó a devolver la caja fuerte.

Al no poder cumplir su cometido, el funcionario se alejó del sector para hablar una vez más por teléfono y enviar algunos mensajes. Quiso intentarlo por última vez, y nuevamente volvió a insistirles al personal de seguridad que la instrucción estaba siendo dada por un alto ejecutivo y debían cumplirla. Su petición, otra vez, fue rechazada. La caja fuerte, pese a los intentos, no pudo ser sacada de la Clínica Alemana.

¿Qué se llevó?

Lo ocurrido en la Clínica Alemana levanta numerosas sospechas. En efecto, posterior a los hechos, personal del recinto procedió a revisar la oficina y se observó que había sido completamente registrada por el desorden que quedó.

Gavetas descerrajadas y cajones del escritorio en el que se guardaban objetos personales y confidenciales de quien verdaderamente tenía ese puesto fueron revisados. La oficina pertenecía a administración de reales ejecutivos.

Gavetas descerrajadas y piso rayado al intentar llevarse la caja fuerte

A la fecha de la presentación de la querella no fue posible establecer si F.L sustrajo, copió o fotografió información institucional, lo que no se descarta ante el desorden y tiempo que permaneció solo en la oficina.

“¿Cómo se explica la conducta del rescatista, si supuestamente la oficina era del alto ejecutivo y la caja de fondos tenía clave? ¿Por qué simplemente no le entregó la clave para poder acceder a ella?”, versa parte de la denuncia.

Según el escrito, requerido respecto de qué pretendía hacer con la caja fuerte, el trabajador se limitó a decir que “lo ignoraba”.

El abogado de la Clínica Alemana, Eduardo Belmar, confirma a BioBioChile que el funcionario fue desvinculado y firmó su finiquito luego de trabajar allí por siete años.

Hasta ahora no ha cobrado a la institución el dinero que pagó de su cuenta a la grúa ni tampoco hizo alguna denuncia.

—Resulta inverosímil en el sentido que pierda ese dinero y nunca hizo la denuncia por estafa —argumenta el abogado.

Para aclarar el entuerto, la Clínica Alemana solicitó a la Fiscalía que cite a declarar a F. y a su cónyuge, además de gestionar la incautación del teléfono celular del empleado y se oficie a Claro para que remita su tráfico de llamadas.

Así también piden el registro de las cámaras de seguridad de las calles cercanas de la clínica y que “se despache orden amplia de investigar a la Policía de Investigaciones de Chile, con el objeto de que recauden la mayor cantidad de información que sea posible en torno a los ilícitos ejecutados”.

Hasta ahora, no hay rastro del ejecutivo fantasma.