Evelin Bustos Bustos fue adoptada a sus 13 años desde el Instituto de Colonias y Campamentos ubicado en la Quinta de Tilcoco -región de O’Higgins- por una pareja de italianos que luego se arrepintió y la abandonó.

Su triste historia, sin embargo, parte mucho antes. Fue criada por un tío que la golpeaba y vivió hasta sus 6 años “rogando a Dios” que la sacara de esa casa. Luego, fue enviada a la casa de una guardadora subvencionada por el Estado en Pirque, quien la violentó por otros 5 años junto a más niños. Con otro menor logró escapar de esa residencia, contar todo lo que había vivido y llegar a la Quinta de Tilcoco a sus 11 años.

“Ya no me pegaban las tías, pero sí las otras niñas más grandes. Me puse más dura y también me arrancaba. En ese hogar nos decían que nuestra única salvación era que nos adoptaran. Por eso, cuando venían a visitarnos, casi siempre italianos, nos decían que nos portáramos bien, que teníamos que abrazarlos, decirles ‘papá y mamá’. Estaba entre las mayores y sabía que esa era mi única salvación”, relató a Revista Paula, desde Italia, donde ahora se llama Evelin Camporeale Russo.

La “adopción arrepentida”

En 2003, cuando tenía 13 años, fue adoptada por un matrimonio que la llevó a Italia, pero el viaje estuvo lejos de ser un final feliz. Allá presentó problemas de conducta, pues se escapaba del cuidado de sus padres adoptivos. Su madre italiana pidió a un juez revertir la adopción y “devolver” a Evelin a Chile.

El Sename se negó a recibirla responsabilizando a sus nuevos tutores y afirmando que legalmente ya no era chilena. Terminó en un hogar de menores en la ciudad de Tricase, sin familia y sin una patria legal, esperando cumplir 18 años para que ser dejada a su suerte en condición de extranjera indocumentada.

“Los profesores que me cuidaban juntaron plata y me dieron dinero para ir en bus a Roma. (…) Dormí varios días en el terminal de buses y me fui a un hostal. Conseguí trabajo lavando platos. Ahí me daban la comida (…). Estuve así un tiempo, hasta que conocí a un joven. Estuvimos cinco años como pareja. Con él tuve una hija, quien hoy es la razón de mi existencia. Después nos separamos”, relató a la citada publicación.

Hoy, Evelin tiene una hija de 7 años y trabaja en un hogar de ancianos privado donde está a cargo de una abuelita. Estudia un curso técnico para ayudar enfermos terminales, en junio comienza su práctica. Los fines de semana trabaja como mesera, así logra tener el dinero para pagar la niñera. Vive en la casa de su novio, en las afueras de Roma, pero busca independizarse y vivir en un lugar mejor.

También practica boxeo, donde buscó profesionalizarse, pero la falta de papeles se lo impidió porque no pudo inscribirse en los campeonatos. Asegura que en general la gente no conoce su pasado. Una asistente social la ayuda actualmente a tramitar su residencia.

Respecto su hija, Evelin asegura que “eso nunca le va a pasar a ella, porque lo que yo viví solo les sucede a los niños que no tienen familia. Mi hija me tiene a mí. Ella quiere ser abogada cuando sea grande, como mi tía Lya. Ella no es mi tía en realidad, pero ella y su esposo me sacaban algunos fines de semana cuando yo estaba en el hogar en la Quinta de Tilcoco y han seguido en contacto conmigo”.