El papa Francisco, que cierra un año 2018 empañado por el alud de revelaciones sobre los crímenes sexuales del clero, prometió el viernes no dejar impunes tales “abominaciones” dentro de la Iglesia.

“Está claro que, ante estas abominaciones, la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes”, insistió el pontífice argentino, sin precisar no obstante si se refería al sistema judicial interno en la Iglesia católica (regido por el “derecho canónico”) o a la justicia civil de cada país.

En el derecho de la Iglesia, los sacerdotes no están obligados actualmente a denunciar los crímenes a la justicia civil, salvo si la legislación de su país les obliga.

Antes, muchos curas sospechosos de pederastia fueron discretamente trasladados a otras diócesis por su jerarquía, beneficiándose de la arraigada tradición de la Iglesia de mantener en silencio estas acusaciones.

El sumo pontífice hizo un llamado claro a los criminales sexuales dentro de la Iglesia, y también a los de las otras esferas de la sociedad, de entregarse a la justicia.

“A los que abusan de los menores, querría decirles: convertíos y entregaos a la justicia humana, y preparaos a la justicia divina”, dijo el papa.

“Un lobo atroz”


Juicios e investigaciones en Estados Unidos, Francia, Chile o Australia hundieron este año a la Iglesia católica en una crisis de credibilidad histórica.
Al mismo tiempo, las que fueran víctimas de agresiones sexuales son cada vez más numerosas en demandar los casos.

El papa convocó en el Vaticano a finales del próxima febrero a las presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para una cumbre sobre la “protección de los menores”. Para prepararse, los participantes tendrán que reunirse con víctimas de agresiones sexuales cometidas por miembros del clero en sus respectivos países.

“La Iglesia nunca intentará encubrir o subestimar ningún caso”, prometió Francisc
o ante los más altos prelados de la Curia Romana, el gobierno del Vaticano.

“Esto nunca debe volver a suceder. Esta es la elección y la decisión de toda la Iglesia”, insistió.

El papa argentino, que suele hablar con firmeza a la Curia en su mensaje de final de año, tuvo unas palabras especialmente duras contra los “hombres consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y de la persuasión”.

“Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido; no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y desenmascarados”, denunció el pontífice. “Desgarran el cuerpo de la Iglesia”, aseveró.

Detrás de una apariencia de “gran amabilidad” y de “rostro angelical”, algunos hombres de la Iglesia “ocultan descaradamente a un lobo atroz listo para devorar a las almas inocentes”, deploró.

Reconoció asimismo que la “barca de la Iglesia” atravesó en 2018 “momentos difíciles”, “golpeada por tormentas y huracanes”, lo que hizo que algunos fieles la abandonaran.

En este contexto, el papa criticó a los que “por miedo, por interés, por motivos ulteriores”, intentaron “golpear” a la Iglesia. Y también a los eclesiásticos que “apuñalan a sus hermanos” y siembran “división”.

¿Era quizás una referencia a su acusador, el arzobispo italiano monseñor Carlo Maria Vigano?

A fines de agosto, Vigano acusó al papa Francisco de haber cubierto durante cinco años al cardenal Theodore McCarrick, acusado de abusos sexuales y presentado como un notorio predador sexual.

El cardenal McCarrick, de 88 años, fue acusado en julio de abusos sexuales a un adolescente de 16 años. Francisco anunció rápidamente su partida del Colegio de Cardenales, algo casi inédito en la historia de la Iglesia.