Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.
La definición del pase a cuartos de final de la Copa Sudamericana resultó en una batalla campal entre hinchas de Independiente y Universidad de Chile, dejando más de 100 heridos. La falta de seguridad y el accionar inapropiado de las autoridades fueron evidentes, con acusaciones cruzadas entre dirigentes y políticos. La empresa de seguridad contratada por Independiente fue señalada por su inacción, mientras que la presencia de la barra brava del Rojo en zonas vigiladas demostró la impunidad en el fútbol sudamericano. La Conmebol canceló el partido por falta de garantías, generando indignación y condena a nivel internacional. Néstor Grindetti, presidente de Independiente, buscó desviar la responsabilidad, mientras que la ministra Bullrich criticó la falta de seguridad y apuntó al gobierno provincial. La Policía Bonaerense fue acusada de permitir la entrada de la barra brava de Independiente para desalojar a la U, evidenciando una grave falla en su accionar.
Sudamérica vio el campo de guerra de Independiente y la U de Chile bajo la mirada de policías que tardaron en actuar o directamente se corrieron de la escena, en medio de chicanas políticas entre libertarios y opositores. El presidente de Independiente, más preocupado por lograr por escritorio los puntos en Paraguay.
La cita del 20 de agosto que definía el pase a cuartos de final de la Copa Sudamericana quedará en la memoria negra del fútbol sudamericano. No solamente por las repudiables postales de salvajismo entre los hinchas de Independiente y Universidad de Chile, con más de 100 heridos torturados y humillados por los barras del Rojo, sino por mostrar el peor operativo de seguridad sostenido desde los altos rangos de la dirigencia deportiva y política.
Por ejemplo, antes que llamar a la calma social, el presidente de Independiente, Néstor Grindetti, quien en 2023 fuera candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires ungido por la actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se apresuró a culpar y pedir sanciones exclusivamente para la U. Fue minutos antes de subirse a un avión rumbo a la sede de la Conmebol en Paraguay con la utopía de lograr la obtención de los tres puntos en el escritorio.
Desde la administración de Javier Milei, en tanto, todas las culpas fueron dirigidas al kirchnerismo, encarnado en Buenos Aires por el gobernador Axel Kicillof, a cargo de la Policía Bonaerense que intervino con 650 uniformados en el estadio de Avellaneda. Sin darle vueltas al asunto, la ministra Bullrich tildó al mandatario peronista como un “inútil”.
La empresa privada de seguridad UP, contratada por Independiente, quedó en vergüenza por agentes desplegados que brillaron por su inacción. Múltiples testimonios de los Azules coincidieron en la ausencia de la custodia en aquella tribuna del horror ubicada justo encima de los hinchas locales. Había apenas siete efectivos para 3.500 espectadores, una falta de contención obvia para frenar el desmadre. De hecho, ni pudieron retener a un hincha que eligió arrojarse desde lo alto de la platea antes que seguir recibiendo golpes.
Por último, el ingreso de la barra del Rojo a zonas supuestamente vigiladas. Una (mala) costumbre arraigada en el fútbol sudamericano, en la que las familias son requisadas hasta en la funda de celulares para ver al club de sus amores, pero quienes transan con el poder de turno pueden entrar al estadio y elegir cuándo prender la chispa del infierno.
En la tierra de los Diablos Rojos: cómo se llegó al infierno de argentinos y chilenos
Prometía fútbol de alto vuelo y terminó convertida en una barbarie que recorrió el mundo. La noche del partido de vuelta de octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente y Universidad de Chile dejó más de un centenar de heridos, otra cifra similar de detenidos, un partido suspendido, una crisis política a ambos lados de la cordillera -suavizada en la cumbre de los ministros Álvaro
Elizalde y Bullrich- y una catarata de acusaciones cruzadas que escalaron desde la tribuna hasta los despachos del poder político.
El resultado deportivo, 1 a 1 parcial que debía definir quién avanzaba a cuartos, quedó relegado por la sangre, el miedo y la certeza de un operativo fallido que puso en jaque la capacidad de Argentina para organizar espectáculos internacionales.
Desde antes del pitazo inicial del árbitro uruguayo Gustavo Tejera, algo flotaba en el aire. En Avellaneda se esperaban más de 3.000 hinchas chilenos. La Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide), dependiente del gobierno bonaerense de Kicillof, informó un despliegue de 650 policías de la fuerza provincial, 150 agentes de la compañía privada UP, 330 trabajadores de la Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (Utedyc), siete ambulancias, 15 grupos de socorristas y una comisaría móvil.
La realidad entregó temprano la primera decisión errónea. La organización ubicó a los Azules en la Tribuna Pavoni Alta, justo encima de un sector ocupado por una barra disidente de Independiente. Sin vallados sólidos, sin cordones policiales, sin una división real. Apenas siete guardias privados para controlar a 3.500 hinchas. Un polvorín a punto de estallar.
El medio Doble Amarilla divulgó un documento elaborado tras una reunión entre Conmebol, la Seguridad bonaerense y dirigentes de Independiente, en el que se advertía que la Tribuna Sur Baja debía permanecer vacía para prevenir incidentes y que en la visitante debía ubicarse personal policial y de UP. Sin embargo, el club presidido por Néstor Grindetti se negó a liberar ese sector por haber vendido las entradas y desoyó las recomendaciones.
Los testimonios posteriores fueron unánimes: desde ese sector se arrojaron objetos hacia la tribuna inferior sin que nadie interviniera. Botellas, piedras, butacas arrancadas. Incluso fuego en los asientos plásticos. El espiral de violencia encontró eco inmediato: la barra del Rojo amagó con trepar y la guerra de tribunas se desató a cielo abierto.
El árbitro Tejera recibió pedidos desde la voz del estadio para suspender el partido y desalojar a la parcialidad chilena. Pero la pelota primó. Autorizó el inicio del segundo tiempo y sentenció las condiciones para el fuego en las dos tribunas lindantes.
Finalmente, la decisión de evacuar la zona visitante amagaba con devolver el alivio. Pero cuando los últimos hinchas chilenos bajaban, irrumpió un grupo de violentos encapuchados, armados con palos y poseídos por una violencia desagradable.
Lo que siguió fue una cacería humana registrada en video para todo el mundo. Los pocos simpatizantes de la U que quedaban fueron golpeados, desnudados y humillados.
Un video estremeció a todos, ese del hincha trasandino que prefirió arrojarse desde lo alto de la tribuna antes que seguir recibiendo golpes. Otro mostró cómo dos chilenos ensangrentados eran obligados a “pedir perdón”. Y en un tercero, un barra dejaba inconsciente a otro espectador tras propinarle un palazo en la cabeza. Fue la condena más palpable para el operativo argentino.
La Confederación Sudamericana de Fútbol reaccionó con un comunicado lapidario: el partido quedaba “cancelado por falta de garantías”. Es decir, el duelo entre Independiente y la U no se completará, mientras que el expediente pasará a los órganos disciplinarios, que aplicarán durísimas sanciones y definirán los destinos de ambos equipos en la Copa.
Néstor Grindetti, el presidente de Independiente vinculado a la ministra Bullrich
El presidente de Independiente es Néstor Grindetti, quien hasta febrero pasado fue jefe de Gabinete de la Ciudad de Buenos Aires, gobernada por el PRO de Jorge Macri, primo del expresidente Mauricio Macri (2015-2019).
En 2010 lo denunciaron por administración fraudulenta, malversación, incumplimiento de los deberes del funcionario público y negociaciones incompatibles. Al año siguiente, a pedido de la justicia brasileña, Interpol emitió una orden de alerta en su contra por “delitos contra el orden tributario”, la que fue dada de baja años después.
En 2023, Grindetti fue el candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires por Juntos por el Cambio-PRO, espacio opositor al peronismo que por entonces tenía a Patricia Bullrich, la actual ministra de Seguridad de Javier Milei, como postulante a la presidencia. Salió segundo y perdió ante el reelecto Kicillof. Antes, por casi una década, había sido intendente del partido bonaerense de Lanús.
En la madrugada, durante una breve nota para el canal TyC Sports, Grindetti culpó a la U de Chile y pidió sanciones, pero buscó despegar al Rojo de las responsabilidades. Como buen político experimentado, intentó trasladar la culpa afuera. Pero el bochorno ya estaba instalado y las miradas apuntaban a la dirigencia del club argentino, a la Conmebol y a los gobiernos nacional y provincial.
Recién 12 horas después de los incidentes en Avellaneda, la ministra Bullrich apareció en la red social X y convirtió el episodio en otro round de la batalla del gobierno de Milei contra el kirchnerismo, en el marco de las próximas elecciones legislativas.
“El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires dejó que la violencia se adueñe de la cancha porque les da miedo hacer intervenir a la Policía bonaerense para recuperar el orden. Se olvidaron de cuidar a las familias y a los hinchas de bien”, dijo la funcionaria.
“El inútil de Kicillof se saca fotos con Tapia (el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, AFA) para la vuelta de las dos hinchadas por puro show electoral, pero es evidente que no puede garantizar la seguridad ni cuidar a la gente”, criticó Bullrich, en referencia a la autorización de los visitantes dispuesta hace poco tiempo.
Lo de ayer en Independiente fue una tragedia. El Gobierno de la Provincia de Buenos Aires dejó que la violencia se adueñe de la cancha porque les da miedo hacer intervenir a la Policía bonaerense para recuperar el orden. Se olvidaron de cuidar a las familias y a los hinchas de… https://t.co/1nxRb5vwKb
Ya por la tarde, Bullrich se mostró al lado de Elizalde y manifestó en conferencia de prensa: “Queremos que los culpables paguen, sean argentinos, sean chilenos o de la nacionalidad que sean. La Argentina está dando la vuelta al mundo con la imagen de destrozos”.
Pero poco ayudó lo que Grindetti, recién arribado a Paraguay, completó en otro diálogo con la prensa: “El partido fue cancelado por la actitud de los hinchas chilenos. Tenemos derecho a los puntos”.
Grindetti, presidente de Independiente, mano a mano con TyC Sports desde Asunción: "¿Qué se puede hacer para prevenir que alguien vaya a un baño, saque los inodoros y se lo tire a la cabeza a los que están abajo? Venimos a defender los intereses de Independiente". pic.twitter.com/GXTgE5UAUg
“Nosotros pusimos a disposición una tribuna completa para los visitantes. Fue consensuado con la Conmebol y entre los dos clubes. ¿Qué se puede hacer para prevenir que alguien vaya al baño, saque los inodoros y los tire?”, lanzó el presidente de Independiente, sin prurito alguno.
La Policía que “miró para otro lado”
Entre los opinólogos de turno, despertó especial atención la declaración del extitular de la Aprevide, Juan Manuel Lugones, quien denunció que la Policía Bonaerense “miró para otro lado” y que, en los hechos, habilitó el ingreso de la barra de Independiente para desalojar a la U.
“La Policía utilizó a la barra de Independiente para que entre a la tribuna y resuelva el problema. Estaban más preocupados en hacer caja con el fútbol que en dar seguridad. Ayer (miércoles) se le pagó a 650 efectivos, ¿dónde estaban? La Comisaría Primera de Avellaneda les cobra al que vende la bondiola y al trapito (cuidacoches), pero en estas cosas no se mete. A este partido llegaron tomados de la mano la Policía y la barra de Independiente”, disparó.
Por su lado, el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Javier Alonso, dio una entrevista en Radio 10 y confesó que la Policía Bonaerense no ingresó al estadio para “evitar causar más daño”.
🚨 #ALERTA | El Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires admitió que la Policía Bonaerense no ingresó al estadio para “evitar causar más daño”
📌 “Podría haber sido un desastre muchísimo mayor si actuábamos”, aseguró Javier Alonso, titular del área.
“La Policía tiene que restaurar el orden y actúa evaluando el uso racional de la fuerza, que significa minimizar los daños. Acá hay una cuestión de mérito y oportunidad. La decisión de suspender el partido fue de la Conmebol”, se despegó el funcionario de Kicillof.
Quien fue escueto en sus declaraciones es Javier Milei. El presidente argentino apenas reprodujo un mensaje de X del diputado nacional José Luis Espert y arengó en mayúsculas: “Kirchnerismo nunca más”.
Mientras tanto, desde UP, la empresa privada contratada por Independiente para participar en los operativos de seguridad y que tiene como clientes a varias productoras de espectáculos, hubo silencio ante los cuestionamientos.
En su cuenta de Instagram aún persiste una publicación en la previa del infierno en Avellaneda: “Nosotros estamos ahí, cuidando cada detalle para que vos solo pienses en la pasión”.
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