Un mito racial nacido en el siglo XIX es el origen de que los argentinos, incluyendo al propio presidente, Alberto Fernández, consideren europea a su población.

La declaración del presidente de Argentina, Alberto Fernández, de que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de allí, de Europa” refleja la resiliencia de un mito sobre la formación del pueblo argentino que se remonta al siglo XIX. La frase de Fernández fue condenada por sectores de la sociedad comprometidos con el reconocimientos de sus raíces indígenas y africanas.

El presidente argentino pronunció esas palabras el miércoles, durante un encuentro en Buenos Aires con el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. De inmediato, se generó un terremoto dentro y fuera de Argentina. Después, Fernández escribió en Twitter que estaba orgulloso de la “diversidad” del país, que no quería ofender a nadie y se disculpó “con cualquiera que se haya sentido ofendido o invisibilizado”.

Composición étnica de Argentina

Al igual que otros países latinoamericanos, la población de Argentina tiene tres raíces fundamentales: los pueblos originarios, que ya ocupaban el territorio hace miles de años, los europeos, que invadieron el continente y los esclavos africanos, que fueron llevados allí por la fuerza.

Se estima que, entre los siglos XVI a XIX, más de 200 mil esclavos africanos llegaron a Buenos Aires y Montevideo, la capital de Uruguay. Si establecemos una comparación con EE. UU. en ese mismo período, 388.000 esclavos africanos fueron llevados al país norteamericano. Según un censo de 1778, cerca de un tercio de la población argentina estaba formada por africanos y afrodescendientes.

El mayor flujo migratorio tuvo lugar entre 1850 y 1950, cuando cerca de 7 millones de europeos, procedentes, sobre todo, de España e Italia, migraron a Argentina.

Paralelamente, el Estado inició un esfuerzo deliberado para reducir la presencia de afrodescendientes y pueblos originales en los registros oficiales. En 2010, por primera vez desde finales del siglo XIX, el censo preguntó a muchas personas si eran afrodescendientes, pero muchos activistas consideran que el Gobierno tendría que haber promovido antes un proceso de sensibilización para que esa parte de la población se reconociera como tal.

En ese año, apenas el 0,4% de la población local se declaró afrodescendiente. Sin embargo, una investigación realizada por la Universidad de Brasilia en 2008 a partir de muestras de material genético estimó que el 9% de los argentinos tiene origen africano, y que el 31% son descendientes de pueblos originarios.

Orígenes de la autoimagen europea de los argentinos

Gisele Kleidermacher, profesora de la Universidad de Buenos Aires y especialista en sociología de las migraciones, dice a la Deutsche Welle que la frase pronunciada por Fernández causó espanto por ser el presidente del país, pero que coincide con lo que piensan muchos argentinos.

Ese imaginario comenzó a ser construido por un grupo de políticos e intelectuales en el siglo XIX, que asumieron la dirección del país tras la independencia de España. Entre ellos, se destacan los nombres del escritor y activista Esteban Echeverría y el del séptimo presidente de Argentina, Domingo Faustino Sarmiento.

“Ellos iniciaron la idea de poblar el país con personas procedentes de Europa, y no precisamente de España e Italia, sino principalmente de Inglaterra, Alemania y Francia, porque consideraban que esos países estaban más desarrollados”, dice Kleidermacher.

En aquella época, estaban en boga conceptos del racismo científico, según el cual habría razas superiores e inferiores de seres humanos, una teoría hoy rechazada por la ciencia.

Proceso intencionado de invisibilización

A partir de ese concepto, hubo un esfuerzo del Estado por esconder las raíces ligadas a los pueblos originarios y a los esclavos. En otros países se optó por un camino diverso, como en Brasil.

Allí, donde la esclavitud fue abolida en 1888, pero persisten formas de esclavitud moderna derivadas del racismo hacia afrodescendientes e indígenas, se trató de fomentar una idea positiva sobre la diversidad de su población con el uso de mitos, como el de la supuesta convivencia armónica entre etnias diferentes.

“Nuestro país [Argentina], trató por diversos mecanismos de eliminar esos componentes poblacionales. En algunos casos, con un genocidio directo para intentar exterminar a parte de la población originaria. En otros casos, con la segregación residencial, separando a las personas en áreas desfavorecidas o menos visibles, o con una invisibilización en los censos”, explica Kleidermacher.

Esa estrategia se sumó a la narrativa de que los argentinos “descendían de los barcos” que llegaban de Europa. El antropólogo Norberto Pablo Cirio, director de la Cátedra Libre de Estudos Afroargentinos y Afroamericanos de la Universidad Nacional de La Plata, dijo a DW que, en esa estrategia, cuatro instituciones fueron fundamentales: el censo, los museos, los mapas y la escuela.

La población afrodescendiente dejó de ser mencionada en textos de historia y exposiciones en museos, no fue tomada en cuenta en los censos y dejó de ser reflejada en los mapas del país.

“La escuela fue, y sigue siendo, una parte vital en la reproducción generacional de esa memoria blanca”, afirma. “A diferencia del resto de América Latina, este país tiene serios problemas mentales para identificarse como americano, esto es, mestizo”, dice el experto.