Ante el acaparamiento de vacunas de países ricos, América Latina da un primer paso para producirlas: Argentina empezó a fabricar Sputnik V.

¿Qué significa este acuerdo para la región? Expertos piden liberar más patentes.

Argentina abre las puertas de América Latina a Spunik V: el laboratorio argentino Richmond y el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) llegaron a un acuerdo para producir la vacuna rusa contra el COVID-19 en el país trasandino.

De este modo, Argentina se convierte en el primer país del mundo en fabricar esta fórmula fuera del territorio ruso, lo que podría dar un respiro a una región que se asfixia por la pandemia.

En un comunicado, el RDFI informó que facilitaron la transferencia tecnológica al laboratorio privado argentino, que comenzará en junio su producción a gran escala.

Richmond, que también recibió apoyo financiero del Gobierno de Alberto Fernández, ya produjo y envió un primer lote de 21.000 dosis para el control de calidad al Centro Gamaleya de Moscú, que desarrolló la vacuna Sputnik V. Con este ambicioso proyecto científico, se espera llegar a 5 millones de dosis por mes.

Ante la escasez de vacunas en la región por la insuficiente producción y el acaparamiento de los países ricos, cada vez más gobiernos latinoamericanos acuden a Rusia y China para lograr la producción local de sus vacunas. Brasil acaba de recibir del laboratorio chino Sinovac insumos para producir 5 millones de dosis de CoronaVac.

Otros países como Cuba luchan por fabricar su propia vacuna, una de ellas para producir en Venezuela.

Los intentos desesperados por conseguir vacunas no sorprenden, la región es la más afectada por la pandemia: América Latina representa el 8% de la población mundial y, sin embargo, concentra 30% de las muertes por COVID-19.

La “diplomacia de las vacunas”

El acuerdo argentino es celebrado por varios países de la región, pero también despierta suspicacias por el evidente factor geopolítico.

“Más allá de la geopolítica, es muy importante para la región porque el resto de países se beneficiará. La gestión de una pandemia es política: esta es un problema de salud pública, la respuesta es de política pública y por tanto es política. Por ejemplo, se entiende que Cuba se apoye en Venezuela y no en un laboratorio de Estados Unidos. De por sí, hay una diplomacia de las vacunas”, explica a Deutsche Welle el politólogo Federico Rossi, de la bonaerense Universidad San Martín.

Asimismo, recuerda Rossi, Argentina cuenta con un alto desarrollo tecnológico de ciencia y no tendría problemas para producir vacunas. “Argentina es un gran centro de producción de medicamentos con muchos laboratorios nacionales e internacionales. Cuanto más vacunas se puedan producir en la región, más posibilidades hay de que la vacunación avance rápidamente”, dice el también investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, con sede en Hamburgo.

Michael Touchton, investigador del Observatorio COVID-19 de la Universidad de Miami, tampoco tiene dudas sobre la importancia que tiene el nuevo acuerdo argentino-ruso para América Latina. Con sus vacunas, Rusia y China estarían ganando gran terreno en la región.

“Había un hueco de liderazgo. Geopolíticamente Rusia y China se benefician muchísimo de su capacidad de producir, distribuir y enviar la receta para las vacunas. Esta es una gran oportunidad perdida para EE.UU. y la Unión Europea, que tienen vacunas o la capacidad de producir más para Latinoamérica y no lo hacen”, resalta Touchton, quien advierte que la iniciativa COVAX no está siendo suficiente.

El acuerdo estancado con AstraZeneca

Sin embargo, el proyecto argentino-ruso no es el primero en la región. Argentina y México firmaron un acuerdo en agosto de 2020 para fabricar y distribuir en conjunto la vacuna de AstraZeneca, elaborada por la Universidad de Oxford.

Argentina iba a producir y enviar los componentes de la vacuna, y México se encargaría de culminar la producción y el envasamiento. Pero, al parecer, a pesar de que Argentina cumplió su parte, la producción sigue estancada hasta el momento en México, que tuvo problemas para terminar el proceso, para lo que estaría buscando ahora ayuda estadounidense.

Para Carla Franco, politóloga mexicana en temas de salud global del Instituto GIGA, esto también se debería al desinterés del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien no ha sido precisamente alabado por su manejo de la pandemia.

“Si bien estamos hablando de un bien escaso a nivel global, también en la política exterior del Gobierno de AMLO hay un tipo de desinterés, a pesar que parecería afín al del presidente argentino. Desde que llegó al poder es relativamente aislacionista. Hace muchas cosas según un interés electoral y no bajo una lógica epidemiológica”, considera Franco.

En ese sentido, según el politólogo Rossi, el acuerdo de Argentina con el inmunizante ruso resuelve en parte el problema con AstraZeneca: “El 100% de la producción de Sputnik V fue hecha en el país. Entonces no hay una dependencia con una contraparte que no está pudiendo responder por mala voluntad. Me parece una acción de emergencia bastante inteligente de Argentina”.

Liberar las patentes como acto de solidaridad

Pero aún faltarían más acuerdos de este tipo para abastecer de vacunas a más países de la región. En esa línea también se ha pronunciado la Organización Mundial de la Salud (OMS), que junto al Gobierno de Costa Rica lanzaron el Acceso Mancomunado a la Tecnología contra el COVID-19, un llamado de acción solidaria para facilitar la transferencia de tecnología a otros países.

Los expertos Touchton y Rossi se muestran de acuerdo con dicho pedido, pues la producción masiva de vacunas en todo el planeta está frenada por el problema con las patentes: “La tecnología que ya existe debería ser completamente libre y universal. Muchos países de la región tienen la capacidad de producir vacunas cuando tienen la receta. Argentina, Brasil o México tienen la tecnología, pero también Chile, Uruguay, Colombia o Perú las podrían producir. Los países ricos deberían de subsidiar y apoyar a los demás para conseguir la inmunidad global”, insiste Touchton, quien pide también ayudar a los países de la región en la fabricación de sus propias vacunas.

Este 21 de abril, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, criticó que hasta ahora el 87% de las dosis de vacunas hayan sido aplicadas en países ricos, mientras que solo el 0,2% de la población de los países más pobres recibieron alguna dosis.