El encuentro de Donald Trump con Vladímir Putin, cuyo propósito inicial fue un diálogo de entendimiento y franqueza entre los dos líderes, ha despertado distintas reacciones.

Para la inmensa mayoría de la clase política profesional de Estado Unidos, junto a la del aparato institucional de la Unión Europea y el gobierno de Israel, este encuentro no confrontacional es, por decir lo menos, una muestra de debilidad, tontería y casi de traición.

En esa línea, hay quienes creen que Trump habría entregado a Siria a cambio que Putin aceptara reunirse con él.

Estas teorías señalan que Trump le cedería la promesa de retirar parte de sus tropas en Europa, suspender las maniobras militares en la frontera europea con Rusia y aceptar la derrota de Estados Unidos y su coalición en Siria.

Sin embargo, Trump dijo que “no hay que escuchar a lo estúpidos”, advirtiendo que lo difícil será la cumbre de la Otan.

Ya en su programa de Gobierno, bajo la figura de “hacer de nuevo grande a EEUU”, Trump había anticipado el retiro de su país del atlántico con Europa y el TPP del pacífico con 12 naciones.

La sola eliminación de esos tratados, más la revisión del Nafta, fue en realidad un declaración de guerra.

Quién es ese Donald Trump a quien sólo conocemos por las informaciones de los medios controlados por las transnacionales. ¿Qué sabemos realmente de él? Admitamos que suele parecer ridículo, que de un momento a otro es capaz de lanzar andanadas de más de 20 misiles sin tener prueba alguna que lo justifique, pero admitamos también que tras eso en realidad no causó daño alguno en los blancos elegidos.

¿Por qué habrá sido eso? ¿mala puntería? Habrá que seguir pensando.

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