El gobierno de Chile acaba de cometer un error garrafal al restarse de la ceremonia solemne en que la comunidad internacional ha procedido a la firma del Pacto Mundial sobre migración de Naciones Unidas.

Se trata de una de esas decisiones que marcan a las naciones por muchos años. Por ejemplo, recién se conmemoran los 70 años desde la suscripción de la Declaración de los Derechos Humanos de la que el Estado de Chile es orgulloso precursor y de la que uno de sus diplomáticos fue redactor.

Sus gobernantes fueron capturados por una inexcusable ceguera y claudicaron por temor a Trump…
- Camilo Escalona

En éste caso ocurrirá exactamente al revés, en 70 años más, cuando sea la hora de conmemorar y valorar a los países que fueron más allá de sus anteojeras para estar a la altura de este desafío “civilizacional” del siglo XXI, y se haga el inevitable recuento de la conducta de cada cual, la crónica tendrá que decir que dentro de los que se restaron estuvo Chile, que sus gobernantes fueron capturados por una inexcusable ceguera y claudicaron por temor a Trump y el crecimiento de la ultraderecha, y que se sometieron a la xenofobia y el racismo, sin duda, el fenómeno global más grave surgido en estas dos últimas décadas.

En efecto, la autoridad gobernante da como gran argumento que no se separa la migración regular de la irregular, este es el nudo esencial, más allá de las palabras y de la redacción específica, el Pacto si quiere ser útil a su objetivo debe lograr respuestas sobre aquellos casos “no previstos” en que los Estados no son capaces de actuar o no lo hacen en forma humanitaria.

Son situaciones en que millones de personas son empujadas a emigrar por una hambruna, una guerra civil, una brutal represión, después de un golpe de Estado, e incluso, por el poder de facto de violentas bandas armadas que controlan territorios, ciudades o parte importante de ellas, como los grupos paramilitares del narcotráfico, en México o Brasil, y también las llamadas “maras” en Centroamérica que se hacen pagar tributos o se llevan a jóvenes a sus grupos de choque, sin que el Estado pueda impedir ese reclutamiento forzoso.

En suma, el Pacto Mundial sobre migración no es para el trámite burocrático habitual, como parecen pensar los funcionarios de La Moneda, amarrados al criterio de los que llevan y traen papeles, pero no a la altura de las decisiones de Estado que están dentro de su competencia, las que hoy indican se deben ampliar las obligaciones de las naciones en el ámbito de los Derechos Humanos.

Camilo Escalona Medina
Ex Presidente del Senado
Vicepresidente Partido Socialista de Chile