La Dra. En Antropología social Laura Panizo ha estudiado casos como los caídos en la Guerra de las Malvinas y los Detenidos Desaparecidos de la Dictadura argentina. Actualmente se encuentra en Chile documentándose sobre casos locales. Acá explica cómo se abordan las que denomina “muertes extraordinarias”.

Por Carlos Salazar

Mientras los matinales de la televisión local saturan la programación diaria realizando coberturas sobre el destino y paradero de jóvenes desaparecidos y madres extraviadas, el panel se completa con opinólogos, supuestos peritos y médiums que llegan a conclusiones cuestionadas por las policías y familiares de los desaparecidos. Del otro extremo de los medios, hay una ciencia social que aborda el rito fúnebre cuando no hay cadáver, las “muertes extraordinarias” y la cultura de la animita.

La antropología de la muerte es el páramo en el que investiga la doctora en ciencias antropológicas Laura Panizo. La argentina ha estudiado en profundidad casos sobre ex combatientes y familiares de caídos argentinos de la Guerra de las Malvinas, como sobre familiares de Detenidos Desaparecidos de la dictadura militar. Por estos días, realiza una estancia de investigación en la Escuela de Antropología de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano que se centra en documentar casos chilenos y la forma en que los familiares de Detenidos Desaparecidos se enfrentan a estas pérdidas extraordinarias. Un trance permanente en el que se enfrentan la búsqueda de justicia, los pactos de silencio y la información que surge por goteo.

La antropóloga social identifica escenarios similares de este y del otro lado de la cordillera en lo que respecta a la realización de velorios sin un cuerpo y mantener un luto constante. Un escenario poco amable “básicamente por una parte está la cuestión de la violencia y por otro lado está el factor común fundamental que es la ausencia del cuerpo. Los familiares se enfrentan a una muerte donde no pueden realizar los rituales socialmente establecidos y donde justamente por la falta del cuerpo no se pueden enfrentar a la muerte de una manera clara”, señala la investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina.

En su país, el tema cobra una dolorosa actualidad en lo concerniente al hundimiento del submarino ARA San Juan a fines de 2017 con 44 tripulantes a bordo, cuyos cuerpos aún no se recuperan desde el fondo marino. En este y otros casos, la recuperación e identificación de los cuerpos resulta fundamental en los procesos a través de los cuales los familiares se enfrentan a la muerte y se relacionan con sus seres queridos.

Actualmente, las alambradas de diversas bases navales de Argentina son hoy el tendedero de banderas, fotos y flores en improvisados altares donde las familias de los navegantes desaparecidos les cantan el cumpleaños feliz o les rinden culto a todo lo que quedó de ellos en vida. Algo similar pasó tras la guerra por las Falkland, dice la antropóloga acerca de las animitas domésticas donde los soldados caídos, incluso han adoptado características mágicas.

“Tras Malvinas muchos familiares entendieron a sus seres queridos, en tanto héroes, como parte de un proceso de transformación que los ha convertido en santos para ellos. Se comunican con ellos dentro de diferentes prácticas innovadoras como los altares domésticos, un espacio sagrado dentro del hogar que funciona alrededor de la foto del muerto, del caído, y al que se le acercan otros objetos de culto, como la turba traída de las Islas”, explica la experta.

El rito fúnebre innovador

En el caso de los familiares de Detenidos Desaparecidos, tanto en Argentina como en Chile, al no ser posibles las prácticas asociadas tradicionalmente a los rituales de luto, se produce un quiebre, ruptura y también una apertura de la realidad.

“Las creencias sobre la vida y la muerte se modifican ante muertes violentas y extraordinarias. Los grupos de familiares construyen marcos de interpretación de lo ocurrido, donde la peculiaridad de la falta del cuerpo no habilita prácticas tradicionales ni posibilita un reconocimiento social de la muerte”, señala.

Para la experta, en el caso de los desaparecidos de la dictadura de Augusto Pinochet o Jorge Rafael Videla, las masivas muertes y desapariciones de esos períodos generaron prácticas innovadoras ante estas pérdidas que otorgan nuevos dignificados a las creencias sobre la vida y la muerte. “La relación con los muertos se reconfigura con prácticas como recurrir a videntes o recibir las manifestaciones a través de percepciones corporales, lo que tiene que ver con nuevos caminos de búsqueda y apertura de la realidad”, expone.

En este contexto de muertes no reconocidas socialmente, para Panizo es muy relevante la integración a grupos donde las familias expuestas a situaciones traumáticas pueden entender lo que están pasando y tener la contención que pueden entregar colectivos como la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos o grupos religiosos, por ejemplo.

En esos grupos se sienten acompañados y establecen prácticas innovadoras como celebrar los cumpleaños de sus familiares fallecidos, explica la investigadora Panizo. Otra particularidad de estos grupos de familiares es que permiten hablar de lo sucedido, en un contexto que la sociedad no suele permitir. “No se suele dialogar ni se profundiza mucho respecto a hechos traumáticos. Por eso, contar con espacios sociales es importante”, cree la investigadora. Entre estos grupos, Panizo menciona la generación de organizaciones y grupos de pares en donde dialogar la pérdida contribuye a la elaboración de los procesos de duelo y luto. “Generar espacios para que se pueda decir y actuar sobre este hecho es fundamental, la ayuda es algo muy alentador, porque lo terrible, además de enfrentarse a una muerte dolorosa de un ser querido, es no poder hablar sobre el tema, o no sentirse “entendidos” por parte de la sociedad”, comenta la académica.