En una agitada ceremonia, la mañana del jueves Inacio Lula da Silva asumía como primer ministro de Dilma Rousseff, luego de lo cual la justicia federal de Brasilia decidió suspender su nombramiento apenas 40 minutos después, en un fallo sin precedentes.

El expresidente brasilleño, habría llegado al gobierno para obtener fuero en la investigación por lavado de activos que mantiene la justicia brasileña en el caso Petrobras y en el que arriesga prisión preventiva.

Según el diario O Globo la medida tiene alcance nacional y fue adoptada por riesgo al ejercicio de la Justicia. Según el juez, la designación de Lula como ministro implica una intervención directa de la presidenta Rousseff en “órganos del Poder Judicial” ya que su móvil sería “obstruir” su libre ejercicio.

La entrada de Lula al gobierno se vio eclipsada además por la divulgación de una llamada telefónica en la que Rousseff le anunciaba a Lula que se aprestaba a enviarle el decreto de su nombramiento para que pueda “usarlo en caso de necesidad”.

“¡No habrá golpe! ¡No habrá golpe!”, gritaban los asistentes al acto de nombramiento en el Palacio de Planalto, en Brasilia, interrumpido por un opositor que gritó: “¡Vergüenza!”, ante los abucheos de los presentes.

El nombramiento de Lula es presentado por analistas como uno de los últimos cartuchos que le quedan a Rousseff para llegar al fin de su segundo mandato, evitando el proceso de destitución de Rousseff que la oposición impulsa en el Congreso por presunta manipulación de las cuentas públicas.