¿Se han dado cuenta de que estamos acostumbrados a pedir perdón por todo? Estamos constantemente diciendo: “perdón, pero no podré ir”, “perdón por no llamarte, estaba ocupado”, “no sabía que querías de otro sabor, perdón”, y así.

Y es que hoy en día estamos más acostumbrados a hacer las cosas mal y pedir disculpas, que tratar de evitar equivocarnos, según afirma el doctor Glenn Geher, profesor y catedrático de la Universidad Estatal de Nueva York, en un artículo de la revista de psicología Psychology Today.

En opinión del profesor Robert Trives, un licenciado en Historia, la evolución de las disculpas viene por el lado de ser “cortés”. Somos animales por naturaleza, necesitamos estar en constante interacción, compartir y conformar redes y núcleos que nos permitan desarrollarnos como seres.

Es por esta constante sociabilización que nos prestamos ayuda unos a otros. Lo que Geher describe como un “yo te rasco la espalda, pero espero que tú me devuelvas la mano en el futuro”.

Este tipo de personas desarrolla los siguientes estados según cada tema:

- Culpa: cuando sientes culpa te animas a trabajar por cambiar aquello que hiciste mal.

- Perdón: nace a partir de la culpa y es la expresión clásica para que todos los afectados sepan que te arrepientes.

- Aceptar las disculpas: si alguien te disculpa es porque está dispuesto a permitirte entrar en su vida privada, dándote confianza para reparar tus equivocaciones.

Cuando nos perdonan es un paso positivo para ambas partes. Según Glenn, al aceptar las disculpas estamos creando un pacto con miradas al futuro, generando lazos positivos y con más unión que antes, puesto que lograron superar una etapa que para alguno de los involucrados resultó negativa.

Al aceptar la disculpa saben, también, que no volverá a ocurrir y que al haberse sentido de esa manera la parte afectada no cometerá un error del mismo tipo y tampoco quien pidió disculpas.