El sábado recién pasado un menor de 17 años, Daniel Ballesteros, fue asesinado al interior de un centro del Servicio Nacional de Menores (Sename), en Til Til.

El presidente regional de los funcionarios del Sename, Raúl Jeria, afirmó que Ballesteros ”había hecho una denuncia a la dirección del centro que involucraba el comportamiento de otros jóvenes con los que convivía (…) El mismo joven había señalado que estaba en una situación de riesgo”.

Sin embargo, la jefa del Departamento de Justicia Juvenil del Servicio Nacional de Menores, Catherine Ríos, señaló que “no se había reportado ningún tipo de advertencia”. Claramente hay dos versiones. Una dice la verdad, la otra miente.

Ballesteros, claro, tenía antecedentes: cumplía condena por robo con intimidación.

Algunos dirán que se había iniciado en el camino del delito. Pero asumir la idea de que esos menores no son rescatables es renunciar al mínimo humanismo que se debe exigir del Estado.