Con tanto escándalo de por medio lo del Vaticano, la renuncia de Benedicto XVI, en la vida civil Joseph Ratzinger, era previsible-. De todos modos la noticia fue y es, cuanto menos, harto sorprendente debido a que en ese mini Estado europeo sustentado por una formidable legión de 1200 millones de católicos de todo el mundo, siempre reina y ha reinado el absoluto secretismo.
En los dos últimos milenios el cristianismo en general ha marcado profundamente nuestra cultura occidental. Sin embargo ha sido en este siglo XXI cuando historia e influencia religiosa de los católicos comienzan a tambalearse y a cambiar. Y en buena medida ese cambio adviene, por desgracia y en primer lugar, por la tanta violencia pura y dura, por los tantos delitos sexuales y financieros en Roma y en toda la tierra. Y por el lujo desenfrenado de algunas congregaciones en medio de un mundo indigente y fanático, taponado de hambrientos y cesantes, de mujeres violadas, de dictaduras, persecuciones, guerras y drogas.
Los cambios, además, se tornan inevitables frente a los avances increíbles de la ciencia. Avances en todos los terrenos que van dejando a la Iglesia sin aliento. Sobre todo en el asombro cotidiano de encontrarnos ante un universo ¿infinito, desconcertante? Es en estos terrenos donde innumerables palabras o conceptos como Biblia, trinidad, manzana de Eva, catecismo o la historia de Belén quedan sin asideros.
La influencia católica, la fe, anidó en buena parte de la sociedad humana y aún sigue en primer plano. Pero los templos en todo el mundo están cada vez más vacíos y los fieles se apartan de las directrices oficiales. La férrea moral por un lado, bastante rezagada, se bate en retirada y la libertad de los mortales apoyada en la inteligencia se abre pasos a zancadas, incontenible.
La Iglesia Católica forma parte de una larga historia dogmática, plena de crueles vicisitudes, con una teología medieval escolástica, autoritaria, ya desfasada. Aún sigue siendo una organización poderosa, vasta y eficiente, con una disciplinada jerarquía servil con los superiores y arrogante con los inferiores. Una empresa que hoy como ayer emplea su aparato de poder y de finanzas actuando con sucios criterios mundanos. Y detrás de las estadísticas impresionantes, de las grandes ceremonias y de las solemnes liturgias, rezos, misas y rosarios, y con demasiada frecuencia, vive un cristianismo superficial, oportunista y tradicional, de escasa sustancia. Lo anterior, palabras más o palabras menos, es lo que nos viene a decir Hans Kung, (también alemán) uno de los teólogos católicos más prestigiosos de nuestro tiempo.
Joseph Aloisius Ratzinger, nacido el año 1927 en el riñón más conservador y católico de Alemania, en el Estado de Baviera, se convirtió ahora, a los 85 años de edad, en un anciano debilitado, sin fuerzas, acosado por la artrosis, la hipertensión y incluso sobreviviente de un ataque de ictus, en 1991.
Pero más allá de los avatares por su mala salud, Ratzinger fue aplastado, según sus propias palabras, por furiosos jabalíes. En la práctica, pese a sus esfuerzos, perdió el control de una institución que ya en el año 2005 él mismo la definió como “una barca que hace agua”.
Sin embargo este Papa no fue una inocente paloma. Aplicado seminarista y profesor durante su juventud, sobreviviente del terror nazi, lóbrego teólogo más adelante, con los años fue derivando a posiciones inmovilistas. Antes de su reinado y durante 23 años, mientras su antecesor, el populista Karol Wojtyla, es decir Juan Pablo II, viajaba y se bañaba en multitudes, dirigió la Congregación para la Doctrina de la Fe, lo que antaño fuera el tenebroso Tribunal del Santo Oficio, dicho en términos más cortos, la Inquisición. Un tiempo largo en el cual toleró, sin colaborar casi nada con los tribunales civiles, escondió o calló graves pecados de la Iglesia, principalmente esos aberrantes delitos de abusos sexuales con niñas y niños inocentes ocurridos en más de cincuenta países.
Desórdenes económicos, fraudulentos manejos inmobiliarios, fondos secretos, redes de prostitución homosexual, obispos de alto copete con pornografía infantil en sus ordenadores o viviendo regiamente formaron un marco estremecedor. Y en ese cuadro, apenas develadas las tantas injusticias, creció también una dura y porfiada dominación machista. Las mujeres marginadas a un segundo plano.
Ratzinger, hará lo mismo que el abrumado Celestino V, un Papa de la honda y larga Edad Media que renunció a su cargo para volver a la vida monacal. Celestino no pudo con la corrupción y el autoritarismo y abandonó el cargo. Ratzinger, a partir de marzo, dejando atrás joyas, oropeles, vestimentas regias y coloridas, se refugiará en un austero convento. Un monasterio de tres pisos y doce cuartos, con un jardín de rosas exquisitas y un huerto bien surtido para mantener una cocina de alimentos sanos y generosos
Tras veinticuatro viajes por el mundo, aquejado y frágil, el ex purpurado dedicará sus días al descanso, la paz, la oración y a la escritura. Afuera, en el mundo real vaticano, se avecinan batallas soterradas y tormentosas por ocupar la próxima silla de San Pedro. El nuevo pontífice ¿será latínoamericano? Es la región del mundo donde habita el 42 por ciento de católicos, o sea 500 millones de creyentes. O acaso ¿será un papa de piel y raza negra? y así se cumpla una profecía del astrólogo y médico francés Nostradamus, que vivió entre 1503 y 1566.
El argentino Leonardo Sandri, los brasileños Odilo Scherer y Joan Braz de Ariz, el canadiense Marc Quellet, el austriaco Cristoph Schoenborn, el filipino Luis Tagle o los italianos Angelo Scota y Gianfranco Ravasi y el hondureño Oscar Andrés Rodríguez suenan entre los posibles sucesores. Los cardenales de Italia no cejarán en su empeño de volver a la palestra. Pero todos, cual más cual menos, con su historial de virtudes y defectos, entrarán a esa elección secreta, hasta que salga humo blanco.
Oscar “El Monstruo” Vega
Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.
Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.
Actualmente reside en Portugal.