Los últimos días han sido bien movidos para el Gobierno. A casi 20 meses de las elecciones presidenciales, varios posibles candidatos apretaron el acelerador para abrirse camino con el fin de ocupar el sillón de La Moneda.

Justo en la semana en que el presidente de la República, Sebastián Piñera, les exige a los miembros de su gabinete y jefes de servicios que tengan dedicación exclusiva a sus labores y que se abstengan de participar en temas electorales y campañas políticas, algunos de sus ministros hacen caso omiso a su orden.

Los protagonistas son los autoproclamados presidenciables: Andrés Allamand (ministro de Defensa), Pablo Longueira (titular de Economía), y con menos ruido, Laurence Golborne (Obras Públicas). A ellos, se sumó el día martes la ministra Evelyn Matthei, que ante los medios de prensa, le dio todo su apoyo al titular del MOP.

Lo anterior es delicado, ya que el perjuicio político para el Gobierno no es menor, porque desata una competencia interna entre tres ministros de Estado y, a la vez, deja en evidencia el escaso poder y liderazgo político que tiene el Primer Mandatario sobre sus subalternos.

Hay que recordar que, en el presente que vivimos, la clase política y el mismo Poder Ejecutivo pasan por una crisis de credibilidad significativa ante la ciudadanía, cansada de falsas promesas y del egoísmo de las autoridades. A mi parecer, lo que está sucediendo en el Ejecutivo le resta seriedad al mismo Jefe de Estado, que se ve sobrepasado por el mayor poder político que tienen los cuatros protagonistas de esta historia.

La actitud de Allamand, de autoproclamarse como posible candidato a la Presidencia de Chile para las elecciones del 2013, reflejada en entrevista concedida el pasado domingo al diario El Mercurio, se contradice frente a su discurso de semanas anteriores, en que se manifiesta estar dedicado sólo a sus labores en el Ministerio de Defensa.

Siendo un hombre cercano a Piñera, me parece que no está siendo leal con él al no tomar en cuenta la instrucción presidencial que fue pública para todos a través de los medios de comunicación.

No desconozco la trayectoria política de Andrés Allamand. Al contrario, es uno de los protagonistas con más influencia de la coalición de Gobierno, pero la ansiedad de poder lo acompaña desde siempre y, en este momento, ve que es una opción válida para el 2013. A pesar de esto, expresa en forma clara que es necesario hacer una elección primaria para elegir al candidato único de la Alianza.

Por otra parte encuentro admirable, más desde el punto de vista humano que como titular de Defensa, la labor que cumplió frente a la tragedia del Casa 212 de la FACh en Juan Fernández donde, con una actitud y entereza envidiable, tomó el control de las tareas de búsqueda de los desaparecidos, sumando a ello que uno de los fallecidos era su cuñado, Felipe Cubillos.

Lo que me sorprende es que sus bonos electorales se eleven, según las encuestas, por su gestión en esta tragedia (cosa que no cuestiono), es decir, me pregunto qué pasaría si el accidente aéreo no hubiese ocurrido. La respuesta es clara: no tendría la aprobación y apoyo a su gestión, tal como la tiene en el presente.

La misma cosa sucede con el ministro Laurence Golborne que, su popularidad, sólo se basa por su rol que tuvo cuando era titular de minería en el rescate de los 33 mineros de Atacama. Su labor ejecutiva es innegable, pero carece de trayectoria y liderazgo político.

Sí destaco en él que, a pesar de que le tiene gustito a La Moneda (cosa que se manifiesta en algunas de sus salidas a terreno) es que ante los medios de prensa reitera una y otra vez estar dedicado 100% a sus labores en Obras Públicas. Esto lo hace tener un perfil más bajo que Allamand y Longueira, a pesar de su evaluación en las encuestas.

Otro punto importante de Golborne es que fue gerente de la firma de retail Cencosud. Esta situación no deja de causar dudas en la opinión pública por tener una cercanía importante con el empresariado, tan bien protegido por el actual Gobierno y el mismo bloque oficialista, donde muchas autoridades tienen intereses creados y conflictos de intereses directamente en el ámbito económico, un tema conocido por todos los chilenos.

Siguiendo con la lista de los ministros díscolos me referiré en pocas líneas a la titular del trabajo, Evelyn Matthei. Ella ha proclamado una y otra vez a Golborne como su favorito para las próximas elecciones presidenciales. De paso, fue otra de los miembros del gabinete que hizo oídos sordo ante la orden del presidente Piñera de no inmiscuirse en temas electorales.

Finalmente, está don Pablo Longueira (o “el presidente Longueira”), el más político del gabinete, dueño de la cartera de Economía, quien tampoco respetó la orden presidencial. Su apetito por llegar a La moneda se hizo oficial después de la entrevista a Allamand publicada el domingo pasado en El Mercurio. Pareciera que se hubiese comido un ají, ya que el mismo lunes se desesperó frente a los micrófonos para anunciar su disponibilidad y pergaminos para ser el abanderado presidencial de la Derecha.

Destaco en Longueira que no tiene pelos en la lengua a la hora de criticar incluso a su mismo partido o al Gobierno. Objetivamente, tiene un mayor liderazgo político que Sebastián Piñera, cosa que quedó de manifiesto, por ejemplo, cuando anunció antes que nadie la salida del ministro de Educación, Francisco Bulnes.

En conclusión, insisto en el daño que le hacen estos cuatro personajes al Gobierno no es menor. Suele ocurrir que no se entiende quien manda más: Piñera o los ministros mencionados en este artículo.

Honestamente, lo más sano sería que el presidente les pidiera la renuncia, sobre todo a los tres potenciales candidatos, para que se dediquen a sus campañas y así no enredar más la madeja de lana a un Gobierno, que tiene el rumbo perdido hace rato. No es correcto usar sus cargos como trampolín para ser elegido abanderado del bloque oficialista (eso, si es que llevan uno solo).

A la vez, le serviría a don Sebastián para demostrar que algo de voz de mando tiene y que le sirva para salir del abismo en que se encuentra.

De ocurrir lo contrario, es decir, la permanencia de los ministros haciendo campaña, agudizaría más la falta de credibilidad del Gobierno y pone en duda la ética y la lealtad de los mismos hacia el presidente de la República.

Víctor Huidobro es periodista. Vive en Santiago y escribe regularmente en su blog, El Nada Serio. Tiene su cuenta de Twitter en @elnadaserio