Ser sedentario puede aumentar la predisposición genética a la obesidad, pero también es posible reducir estos efectos a la mitad caminando a un ritmo constante durante una hora diaria, según un estudio presentado el miércoles en Estados Unidos.
“Nuestro estudio muestra que el hecho de caminar a buen ritmo diariamente reduce la influencia genética en la obesidad, lo cual se traduce en una reducción a la mitad del índice de masa corporal (IMC)”, señalaron los investigadores.
Su trabajo fue presentado en la conferencia sobre nutrición, actividad física y metabolismo (EPI/NPAM, por su sigla en inglés) organizada por la Asociación Americana del Corazón (AHA) reunida esta semana en San Diego, California (oeste).
Por otro lado, un estilo de vida sedentario marcado por el hecho de ver televisión cuatro horas al día aumenta la influencia de los genes sobre el tamaño de la cintura y hace subir 50% el índice de masa corporal (peso dividido por altura al cuadrado)”, agregaron los expertos en un comunicado.
Una persona con un IMC de 30 o más se considera obesa.
En el estudio participaron 7.740 mujeres y 4.564 hombres. Los investigadores recolectaron datos sobre la actividad física de los participantes y las horas dedicadas a ver televisión durante dos años antes de evaluar el índice de masa corporal.
El efecto de la predisposición genética a la obesidad fue calculado en base a 32 variaciones genéticas que se considera influyen en el aumento de peso.
Cada una de estas variantes genéticas que predisponen a la obesidad pueden aumentar el índice de masa corporal 0,13 kg/m2, según los investigadores, entre ellos Qibin Qi, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard en Boston (Massachusetts, noreste).
Sin embargo, este efecto puede reducirse en los individuos que realizan más actividad física en comparación con los que se mueven menos a 0,15 kg/m2 y 0,08 kg/m2 de pérdida respectivamente.
Del mismo modo, el efecto genético del sedentarismo sobre el IMC fue más pronunciado entre los participantes que pasaron 40 horas por semana viendo televisión en comparación con quienes le dedican una hora o menos. Los primeros aumentaron 0,34 kg/m2 de IMC contra 0,08 kg/m2 para los segundos.
Según los autores del estudio, el estadounidense promedio ve la televisión de cuatro a seis horas al día.
Las pruebas genéticas para determinar si una persona es portadora de las variaciones que predisponen a la obesidad todavía no están disponibles al público y los investigadores aconsejan a los médicos preguntar a sus pacientes si tienen antecedentes familiares de propensión a aumentar demasiado de peso.