Enrique Moreno Laval fue sacerdote de los Sagrados Corazones y periodista de la Universidad Católica. Reconocido como un religioso carismático, que jugó un rol relevante durante la dictadura. Ayudó a perseguidos a encontrar asilo, por lo que fue detenido en el Estadio Nacional.

Moreno Laval construyó fuertes lazos en Concepción, donde se instaló a mediados de los 70 y donde estuvo más de 20 años. En febrero de 2018 falleció en Ecuador a raíz de un accidente cerebro vascular.

El 31 de diciembre de 2019, la orden de los Sagrados Corazones consideró plausibles dos denuncias en su contra por abuso sexual a menores de edad, casos que ahora se encuentran en Roma. Ambos hablaron en exclusiva con Radio Bío Bío.

Juan Pablo Carrasco tiene más de 40 años y entregó públicamente su testimonio por primera vez. Para él, Moreno Laval no era sólo un sacerdote, era su “papá”. Su madre lo crió sola y el cura fue su gran apoyo. Cuidaba de él y su hermano mayor mientras su mamá trabajaba. Ella confiaba ciegamente en el sacerdote. El cura fue una figura paterna para él, con quien jugaba a la pelota durante la infancia y con quien también vivió las peores experiencias de su vida, que lo marcan hasta hoy.

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“Yo pensé en matarme. Me corté los brazos. Quieres borrarlo de alguna manera. Una de las cosas que me cuesta a mí entender es cómo la congregación, cómo la Iglesia en general no se da cuenta que esto es un daño permanente”
- Juan Pablo Carrasco, denunciante de Enrique Moreno Laval.

Los abusos comenzaron cuando tenía entre 4 y 5 años. El primer episodio lo recuerda claramente. El cura estaba solo con él y su hermano, comiendo. Según su relato, se sentó en sus piernas, el religioso se bajó los pantalones y lo sentó sobre sus genitales. Recuerda que le pareció raro, pero que a esa edad no entendía lo que pasaba.

El resto fueron reiterados episodios de abusos, que se extendieron durante más de 7 años, hasta sus 12. Después de jugar fútbol los domingos, Moreno Laval lo hacía bañarse con él, haciendo que el menor lo masturbara. Después de eso, se iba a hacer la misa, según relata Juan Pablo.

“Me pedía que lo enjabonara. Después que abusaba sexualmente de mí, tomaba el cáliz, tomaba la hostia y entregaba la hostia a los feligreses”, aseguró.

“Dios ya me perdonó”

Cuando tenía 19 años, enfrentó al sacerdote, en 1995. Lo encaró y le preguntó por qué lo abusó. Moreno Laval se puso a llorar, según recuerda, y justificó los hechos en el estrés. Le pidió que no le contara a nadie.

Pero no le hizo caso. Le contó a su mamá: ella no le creyó. Se lo contó a su hermano mayor, quien sólo le dijo que le producía “sentimientos encontrados”.

Encaró por segunda vez al sacerdote. Y le contestó que Dios ya lo había perdonado.

Juan Pablo dice que las repercusiones las vive todos los días. Por ejemplo, con la lejanía física que tuvo inconscientemente con su hija. “Yo pensé en matarme. Me corté los brazos. Quieres borrarlo de alguna manera. Una de las cosas que me cuesta a mí entender es cómo la congregación, cómo la Iglesia en general no se da cuenta que esto es un daño permanente”, lamentó.

Esas son parte de las marcas que dejaron los abusos en su vida. Por eso es que el comunicado de la congregación emitido el 31 de diciembre le generó tanta molestia. Y aunque fue contactado por los Sagrados Corazones para entregar su testimonio, nunca hizo la denuncia.

La inspección del “tata”

El segundo denunciante de Moreno Laval es Hugo Sagredo, quien llamaba “tata” al sacerdote. La cercanía de su familia con Moreno era tal que el cura llegaba a su casa y se le permitía estar a solas con los niños en sus piezas. Hugo recuerda que saludaba a los hombres con un piquito en la boca.

Cuando estaba en la pieza, el religioso inspeccionaba el orden, las tareas del colegio, y también sus cuerpos. Hugo recuerda que lo subía al camarote, le bajaba los pantalones, la ropa interior y le masajeaba los genitales. Como niño, lo veía como una “inspección del tata” para ver si estaba creciendo bien.

“Pedía que todos salieran de la pieza y me quedaba yo solo con él. Recuerdo mucho de niño que él se masturbaba delante mío. Efectivamente lo masturbé, una o dos veces”, relató.

Hugo fue el primero que hizo públicas las acusaciones de abusos contra Moreno Laval, cuando el sacerdote falleció. Dice que siempre se cuestionó si era culpable por los abusos, a pesar que cuando ocurrieron tenía apenas 10 años. Coincidentemente, estos abusos terminaron cuando tenía 12, misma edad que frenaron en el caso de Juan Pablo.

Sentimiento de culpa

Hugo entregó su testimonio también a la fiscalía de Rancagua, donde se estaba investigando el caso.

No obstante, esta denuncia le ha valido recriminaciones por parte de personas cercanas a Moreno Laval en Concepción. “Desde que yo hice esto público, ha sido super estresante y cansador. Yo no me voy a estar mamando esto por una mentira. Mucho menos haberle causado ese daño que yo le causé a mi familia. Yo nunca le hubiera querido causar ese daño a mi padre, por nada”, aseguró.

Ambos están actualmente con asistencia sicológica, sin embargo, dicen que no han sido contactados por nadie de la congregación.

Ahora será la Congregación para la Doctrina de la Fe la que determine las acciones a seguir. Y, por su parte, los denunciantes piden que la congregación tome todas las medidas para que estos hechos no se vuelvan a repetir.