“El deporte es el medio más seguro para producir una generación de cretinos dañinos”, sentenció Léon Bloy, un francés que murió como escritor famoso, en 1917, abrazado al catolicismo. Pero vamos a otra cosa, mariposa.

Aunque trate de gays, cuya traducción, como bien se sabe, es (en plural) alegres, esta no es una crónica alegre. Más bien es un relato preocupado por aquellos seres humanos, varones y mujeres, que se han convertido en deportistas, sobremanera futbolistas, profesionales o no, y que afrontan uno de aquellas tristes taras de la cual hace gala nuestra pobre especie, la rabiosa homofobia,

Pero también es una crónica agradecida, porque en torno a este tema hay ahora inapreciables gestos de tolerancia, de respeto y sobre todo de honesta convivencia.

En lo personal el autor de estas líneas (un servidor) no solamente no gusta del fútbol, de ninguna clase de fútbol, sino que, además, no tiene la menor idea de cómo se juega, si bien o mal, de como se urde en el césped de un estadio ese apasionante deporte convertido en industria planetaria y que, en un viejo texto sobre el tema, se le llamó “la pasión de multitudes”.

De toda suerte aclaro que, durante mi vida profesional (y para sobrevivir en la conquista del pan) fui y cumplí durante un año como redactor deportivo ¡y en un periódico deportivo, con cero faltas!

Comienzo ahora por la historia de Justin Fashanu, el primer futbolista negro por el cual se pagó en Inglaterra, por su fichaje, 1,15 millones de euros. Destacado profesional en varios países europeos, Justin mantuvo una angustiada vida secreta. El 3 de mayo de 1998 se colgó en un garaje de Londres. Dejó una nota “no quiero ser más una vergüenza para mis amigos y para mi familia”.

Ya se sabe. En este ambiente, sea nacional o internacional, corren a parejas dinero, influencias, chanchullos, favoritismos y trampas. Pero al hincha le da lo mismo. Solamente le interesa que la fiesta siga, que su equipo compita y gane. Lo que a rajatabla no acepta es la diferencia sexual, ya sea en hombres o en mujeres.

Visto lo visto he aquí que la Federación Alemana de Fútbol, abriendo cancha, ha reaccionado. Se ha divulgado desde allí un documento oficial elaborado por ocho especialistas destinado a que, de una vez por todas, se les facilite la vida profesional a los jugadores diferentes.

Hay una verdad del porte de un buque. Los jugadores y jugadoras gay existen ¡qué novedad! ¡qué miedo! Y no se trata de agarrar el cielo con las manos sino de ayudarles, aceptarlos y considerarlos civilizadamente, como corresponde.

Sin embargo hay problemas, siempre hay problemas. El hincha común y corriente, pero sobre todo el gritón, el violento, el machito del grupo, el que se arropa con la bandera del club, se hincha de cerveza y viste la camiseta ad hoc, o digamos el hooligan (una mezcla entre gato en celo y perro rabioso) no se allana ni se inclina a aceptar o respetar esa verdad.

Cientos o acaso miles de jugadores y jugadoras, dice el informe alemán, no se atreven a dar a conocer su condición privada. Sobre este punto apareció un reportaje en la revista juvenil germana, “Fluter” donde un jugador confesó su homosexualidad, sus temores, sus sueños de hacer ¡alguna vez¡ una vida normal, sin disimulos.

La repercusión de aquella publicación fue enorme. La propia canciller Angela Merkel digirió un mensaje de apoyo y alentó a los jugadores distintos a que salieran adelante. Durante una ceremonia la dirigente política, en un gesto que la honra, acompañada por Uli Hoeness, presidente del poderoso club Bayern de Munich (de una región ultra católica), recordó que la sociedad alemana era, es y será tolerante. A causa de su sexualidad nadie debe sentir miedo, subrayó. “Debéis saber que vivís en un país donde no hay que tener miedo” insistió.

Pero en este asunto no todo es llegar, coser y cantar. La gente se resiste, los hinchas recelan, Otros hacen chistes groseros recordando hasta el mal del sida. Campea la intolerancia en sus extremos más estúpidos y salvajes.

Hay situaciones bochornosas, tristemente fachosas. Jugadores de su opción sexual diferente, para disimular, se muestran en lugares públicos con mujeres jóvenes hermosas y airosas. Hasta se casan. Un ejemplo: el crack internacional alemán, actualmente en USA, Arne Friedrich, fue acusado de pagar a su “esposa” 5.000 euros mensuales por hacer el papel de esposa. Por lo demás en este viejo mundo hay agencias que se especializan en contratar compañías femeninas que viven apariencias y complacencia con los adinerados ases de la pelota.

Las metas de los especialistas y de las organizaciones oficiales del fútbol alemán son, primero que todo, lograr que los clubes no hagan cuestión de la vida privada de los jugadores. Luego, ofrecerles alternativas a los crack para que, si lo necesitan, salgan a la luz y por último llamar a la hinchada, especialmente a las masas violentas y tenebrosamente machistas, a que respeten a quienes se debe respetar. Aunque sean jugadores rumbosos, millonarios, medios letrados, lerdos o exhibicionistas, son personas. Una cosa es el deporte (o el negocio) y otra la vida privada o la realidad de la vida de cualquier ser humano.

¿Estamos?

Oscar “El Monstruo” Vega

Periodista, escritor, corresponsal, reportero, editor, director e incluso repartidor de periódicos.

Se inició en El Sur y La Discusión, para continuar en La Nación, Fortin Mapocho, La Época, Ercilla y Cauce.

Actualmente reside en Portugal.