El presidente de Yemen, Alí Abdalá Saleh, permanece en el poder pese a una movilización opositora sin precedentes, ayudado por la indecisión de las potencias extranjeras y el apoyo de gran parte del ejército, estiman analistas.

“El equilibrio de fuerzas militares sigue siendo favorable a Saleh que controla a las unidades de élite”, mejor preparadas y mejor equipadas que los combatientes opositores, indica el director de la división de seguridad y defensa del Gulf Research Centre, con sede en Dubai, Mustafa al Ani.

Además, las fuerzas regulares disidentes, dirigidas por el general Ali Mohsen al Ahmar, han optado por “no participar en los actuales combates y están poco presentes en Saná”, agrega.

Tras cuatro meses de protestas populares sangrientamente reprimidas por el régimen de Saleh, que se niega a dejar el poder, la revuelta adquirió otra magnitud el 23 de mayo con el inicio de duros combates en Saná entre fuerzas leales al presidente y los efectivos de un influyente jefe tribal, el jeque Sadek al Ahmar, que se unió a la oposición.

Tras una breve interrupción, dichos combates proseguían este viernes, con tiros de obuses y disparos de metralleta.

Para Ibrahim Sharqief, del centro de investigación Brookings Doha, Saleh, que rechazó una propuesta de las monarquías del Golfo de renunciar a cambio de inmunidad judicial, “procura quedarse en el poder y fijar las condiciones para abandonarlo”.

“El jefe de Estado cuenta con el apoyo de dos tercios de las fuerzas armadas, en las que no ha habido nuevas disidencias”, tras la del general Ali Mohsen al Ahmar, declara.

La presión exterior tampoco parece tener mucho efecto, pese a las tomas de posición críticas de Estados Unidos y de países europeos. Saleh, que dirige Yemen desde hace más de 30 años, ha sido un aliado clave de Washington en la lucha contra Al Qaida.

“Las monarquías del Golfo suspendieron su mediación y Arabia Saudita no interviene porque teme que reaccionen los huthis”, rebeldes chiitas del norte de Yemen que ya combatieron el año pasado en territorio saudita contra el ejército de ese país, opina Sharqief.

Según él, las potencias occidentales aún están evaluando las posibles consecuencias de “un desmoronamiento del régimen”.

En cambio, Neil Partrick, del Royal United Services Institute for Defence and Security Studies (RUSI), considera que Arabia Saudita sigue “moviendo los hilos en Yemen” y podría empezar a incidir aún más e incluso intervenir directamente.

Otro factor favorable a Saleh es la atenuación del movimiento de protesta en las calles desde que se iniciaron, la semana pasada, los combates entre fuerzas favorables al régimen y partidarios de la influyente tribu de los Hashed en la capital, estima Ani.

“Ya no se ven en las calles aquellas grandes multitudes y la oposición parece ausente”, puntualiza.

“La lucha por el poder se concentra en pilares del régimen”, agrega. Tanto el jefe de los Hashed, Sadek al Ahmar, como el general Mohsen al Ahmar (que no tiene ningún vínculo familiar con dicho jefe tribal), fueron aliados de Saleh.

En este contexto, Ani no descarta un “arreglo” entre estos tres hombres para repartirse el poder en desmedro de la oposición parlamentaria.