En esas buenas charlas futboleras con los grandes amigos que entrega la vida, surgió una pregunta que lleva rato en la cabeza de los que somos fanáticos del juego.

Siempre se dice que el fútbol se parece mucho a la vida (Camus y su “todo lo que arpendí sobre la moral, lo hice gracias al fútbol” llegan a mi cabeza), lo que uno vive en un tiempo determinado, el partido lo entrega en cuestión de momentos, errores, aciertos, toma de decisiones, para bien o para mal, alegrías, frustraciones, emociones, esfuerzo, amor propio, convicciones, etcétera.

Todo concentrado y, por sobre todas las cosas, juzgado por un sinnúmero de fanáticos que evalúan el accionar de los jugadores en el campo diciendo “éste sirve” o “aquel no”, casi como un circo Romano, sazonado por epítetos de diverso calíbre.

Es la actividad del futbol, donde uno no sabe si esto, aún es deporte, un juego, un espectáculo o ya, sencillamente, un negocio. Mucho se puede especular al respecto, algunos se inclinaran más por una ú otra definición, pero lo que a mí me mueve, es la pasión, por todo lo que entrega este deporte.

Pasión, si pasión, ¿Será posible que cada vez que uno hable de esto, se pueda identificar con aquel que le gusta lo que hace? Claro, quizás para poder vivir de esto hay que ser medio especial, ya que se debe confiar en seguir una carrera no tradicional, muchas veces desafiando al destino, la seguridad laboral, la identificación con una zona ciudad o país, entre otras cosas. Y siempre acercándose más a la incertidumbre que a las certeza.

Todo esto se parece más a la vida de un artista, aquel que a pesar de los consejos creyó en que podía ser un buen cantante, pintor, actor, etc. Así podría enumerar muchas carreras, pero ¿el futbolista esta dentro de estas carreras? Sí, claro que sí.

Es un artista, alguien diferente, así surge al menos. Entonces, ¿por qué no conservar aquello? Hoy en día, el juego y la necesidad de resultado han alejado poco a poco a los artistas, a quienes hacen las cosas diferentes, a aquellos capaz de detener el tiempo en un lugar donde normalmente no lo hay y así entregar una pincelada de talento, pintando algo inesperado.

Con esto, han ido ganado terreno los obreros, encargados de cumplir una tarea, no importando cuan monótona o reiterativa sea, pero cumpliendo cierto orden, para que unos pocos desordenen.

Es muy probable que si seguimos avanzando en esta dirección, los partidos tiendan a ser muy equilibrados y predecibles. Ejemplos hay muchos, basta mirar los últimos mundiales, en donde uno tiene cifrada grandes expectativas cuando se enfrentan rivales con tradición futbolera y el partido nunca da lo esperado.

Claro, allí está el triunfo de la lógica o los obreros, aunque quizás muy de vez en cuando aparece alguna jugada casi como arrancada del pasado, en donde aparece la magia, la creatividad y con aquello nos deslumbramos.

En resumen, como diría el brillante Albert Hitchcock: “Hay algo más importante que la lógica, la imaginación, que te acerca a la creatividad”.