La columna de Salvador Schwartzmann

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Tiene una corona de espigas, pero se necesitaría mucho más que eso para cubrirse el rostro por la vergüenza que causa ver una obra de arte, que es símbolo de Concepción en el centro de la Plaza de la Independencia, en condiciones que revelan lo mal que todos hoy estamos haciendo las cosas.

Foto: Gerson Guzmán

Foto: Gerson Guzmán

Tras el terremoto, vamos a quedar curados de espanto y expertos en timadores que parecen ofrecer ayuda y, en realidad, roban en despoblado, como ocurrió con ciertos créditos o servicios esenciales que más vale no recordar para evitar pasar por otros malos momentos.

Vamos a terminar con un doctorado, del más alto nivel, muy especializados, en maniobras de propaganda y promesas que se las llevó el viento.

Algunas cosas, las hacen frente a nuestras narices, como si fuéramos estúpidos para no darnos cuenta y, esa forma de subestimar a la gente. Hay que reconocerlo, es muy irritante.

Foto: Gerson Guzmán

Foto: Gerson Guzmán

Fíjense en lo que ocurre con la Diosa Ceres, símbolo de la ciudad en la Plaza de la Independencia. Quedó peligrosamente inclinada y aplaudimos cuando se iniciaron las obras para repararla. Decían que en dos semanas y demoraron ¡54 días!.

Cuando se pensaba que íbamos a tener una carga negativa menos en el corazón de la ciudad, resulta que dejaron una obra de arte parada, pero inconclusa y desnuda a la vista, sin cubrirla con un manto por respeto a su creador, Augusto Bleuze, en la lejana Liverpool, allá en Inglaterra.

Eso no se hace. Alambres eléctricos colgando, sin todos sus grandes y característicos faroles de fierro fundido, con las sirenas que no surten de agua a la fuente porque están rotas las caracolas. Niños que juegan en el estanque seco, esculpido en piedra rosada. Pueden caerse y causarse una seria lesión.

La Diosa Ceres de la Plaza de la Independencia no puede ni debe estar a la vista de todos, quemada por soldaduras. Es una obra centenaria, inaugurada en abril de 1856 que merece más respeto, sin olvidarnos que una de las formas de autodestrucción más efectivas es liquidar nuestra tradición y nuestra historia.

Larga vida a la Diosa Ceres, hija de Cronos y Cibeles, que recorrió con Baco los campos enseñando a los hombres cultivar la tierra.

Coronada de espigas, se la representa con una antorcha en la mano, la vista puesta en la Catedral de Concepción. Su reparación inconclusa, en el centro de la ciudad, es hoy todo un símbolo de lo mal y lo lento que está la reconstrucción. Salvemos a la Diosa de Concepción.

Salvador Schwartzmann Hasson es periodista de Radio Bío-Bío en Concepción y Canal 9 Regional. Con una amplia trayectoria profesional y docente, ha cubierto durante décadas el acontecer de la Región del Bío-Bío. Puedes seguirlo en su espacio en Twitter y Facebook.