Algunos leerán el titular y creerán que es una barbaridad, pero no. La verdad es que nuestra cultura -aunque ha evolucionado- sigue considerando que las tareas del hogar son responsabilidad de las mujeres y cuando un hombre hace algunas de ellas, está “ayudando” a su pareja, porque se considera consciente o inconscientemente que es un acto de solidaridad y no su deber.

Por eso, es algo que debemos cambiar porque los hombres no deben ayudar con las labores domésticas, sino que deben compartir su ejercicio porque no es una tarea exclusiva de las mujeres. Muchos dirán que “sólo es una expresión”, pero es más que eso pues aún se considera a hombres como “héroes” o “excepcionales” cada vez que comentan que “ayudan” a sus esposas o parejas con los quehaceres.

En 2015, el psicólogo español Alberto Soler Sarrió escribió una columna que se volvió viral titulada “Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con la casa”, donde deja en claro que él no ayuda a su mujer, porque no se puede ayudar a alguien cuando se está haciendo algo que es su entera responsabilidad.

“Yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo le ha tocado!). No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad”, dijo en esa ocasión.

“Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con ‘lo mucho que ayudo a mi mujer’. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella”, añadió.

dailyinvention | Flickr (CC)
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Él explicó que tenemos esta visión porque nuestra mente aún está marcada por un modelo de familia patriarcal donde el hombre es el proveedor de recursos y la mujer la gestora del hogar. “Sin embargo la sociedad ha cambiado profundamente en las últimas décadas (afortunadamente)”, señala, pero pese a ello, “la mujer hoy en día, aunque sigue profundamente discriminada socialmente (no hay más que ver la diferencia en salarios u oportunidades de promoción laboral) es el agente de su propio desarrollo, tiene la capacidad de desarrollar una carrera profesional en los mismos ámbitos que un hombre y, si decide dedicarse al cuidado de los hijos es, en la mayoría de los casos, por una elección personal, y no por falta de oportunidades o derechos sociales”.

“En un momento en el que tenemos esta igualdad de roles entre hombre y mujer, asumir de facto que los hijos son responsabilidad de ellas es un vestigio del pasado. Hoy en día hombre y mujer se reparten (o deberían hacerlo) de modo equilibrado aquellas tareas que les atañen a ambos, como la casa y los hijos. ¿Y qué es “de modo equilibrado”? Ese equilibrio no implica en (casi) ningún caso un reparto 50-50, sino más bien una adaptación flexible entre la disponibilidad de los miembros de la familia y las tareas que se requieren. Pensemos por ejemplo, qué injusto sería un reparto de tareas 50-50 en un caso en el que la mujer llegara a casa a las 20:00 después de 12 horas de trabajo, y su pareja llevara desde mediodía en casa. Un reparto ‘mitad tú, mitad yo’ sería tremendamente injusto. E igual a la inversa”, comenta.

Pero, ¿cómo hacer entender a un hombre que las labores domésticas también son su responsabilidad?

La socióloga española Teresa Jurado, autora de varios estudios sobre familia y género, expresó al diario español 20minutos.es que “incluso las parejas jóvenes con valores igualitarios conviven en situaciones de reparto desigual de las tareas domésticas”.

La profesional indicó que junto a sus compañeras de investigación han determinado que existen algunos factores para el reparto equitativo de tareas: un nivel alto de educación, una actitud favorable hacia la relación igualitaria de género y una negociación explícita.

“Las parejas más igualitarias exteriorizan los conflictos y acometen explícitas negociaciones sobre las tareas”, indicó, explicando que una negociación explícita es un acuerdo sobre la división del trabajo, repartiendo las tareas según que acomoda más hacer a cada uno, o bien, para qué tiene más habilidad. Pero ojo, no vale que el hombre diga que “no sabe hacer nada” para desligarse de la responsabilidad, ya que siempre existe la posibilidad de aprender.

También se debe considerar el tiempo libre disponible de cada uno.

Pixabay (CCO)
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“Hay parejas que intentan hacer realidad la corresponsabilidad, que no es ayudar en casa, sino responsabilizarse”, señaló Jurado.

En un artículo de 2012 del diario ABC, las psicólogas de pareja Rosa Collado y Carmen Montoro, dieron algunos consejos para lograr la equidad en las tareas del hogar.

Ambas coincidieron en que lo primero es negociar, indicando que esto debe ser con claridad, pero sin reproches ni chantajes, sino que explicar la sobrecarga de trabajo fuera y dentro del hogar, además de hacer ver la insatifacción personal que eso provoca.

Asimismo, es bueno hacer un listado de tareas, incluyendo desde las más simples hasta las más agotadoras, y ponerlas en un calendario con horarios y nombres de quién las realizará para evitar olvidos. Luego, ponlo en un lugar visible de la casa como el refrigerador (sujeto con un imán).

Otra recomendación de las psicólogas es motivar a la persona no acostumbrada a las labores domésticas, dándole las gracias o sonriéndole cuando cumpla con lo acordado para que lo siga haciendo con gusto.

También es bueno repartir los imprevistos. Por ejemplo: que no sea siempre la misma persona la que falta a su trabajo cuando el hijo se enferma.

Pexels (CCO)
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Los beneficios del reparto equitativo de tareas

– Aumentan el tiempo y actividades para compartir en pareja.
– Aumenta la satisfacción y disminuyen las peleas en la pareja.
– El que no realizaba labores domésticas, aprenderá a valorar el esfuerzo que esto supone.
– La casa estará mejor organizada.
– Aumenta el respeto.
– Se da un buen ejemplo a los hijos.