Con la pandemia, las tasas de violencia doméstica a manos de menores contra sus padres han aumentado considerablemente. Cada vez más niños son victimarios de sus progenitores, poniendo una alerta sobre este tipo de abusos que suele ser invisibilizado.

A lo largo del mundo, millones de personas han sufrido los embates de atravesar por una crisis sanitaria, como la generada por causa del Covid-19.

Desde individuos que han perdido sus vidas producto del virus, pasando por un grupo no menor de gente que se ha quedado sin trabajo, hasta madres y padres que han debido multiplicar sus tareas al no contar con redes de apoyo para el cuidado de sus hijos.

Precisamente este último grupo, los niños y adolescentes, se han visto afectados por la pandemia de formas hasta ahora insospechadas.

Así lo dejó ver un reportaje de la BBC, el cual relató de primera fuente la cruda realidad de la violencia doméstica de menores contra sus padres en el período de confinamiento.

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Violencia doméstica de “niños contra padres”

La violencia doméstica, conocida en nuestro país como violencia intrafamiliar, es un tipo de abuso que por lo general implica a un cónyuge o pareja, pero que también puede tener como víctima a un niño, pariente mayor u otro miembro de la familia.

Ésta puede manifestarse de diversas formas, incluyendo la violencia física, sexual, el abuso emocional, el abuso económico, el acoso o el acecho, entre otras, según consignó la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU.

“Es un crimen que afecta a miles de personas sin importar la edad, estatus económico, raza, estatus migratorio u orientación sexual. Las victimas suelen sentir miedo, sentimientos de dependencia y/o inseguridad. Los niños de las victimas enfrentan estas mismas realidades”, agregó la web de la Coalición contra la Violencia Doméstica de Connecticut.

No obstante, durante el período de pandemia se ha vuelto cada vez más frecuente un tipo de abuso que sale de toda norma: la violencia doméstica de niños contra padres, en la cual los progenitores de los menores son las víctimas y sus hijos los victimarios.

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El caso de Lisa y James

Lisa y James -los nombres fueron cambiados para preservar sus identidades- solían tener una relación de madre e hijo ejemplar, en la que el niño disfrutaba del cariño de su núcleo integrado además por un hermano menor, su padre y su adorado perro.

Sin embargo, el comportamiento del adolescente británico de 13 años cambió abruptamente a los pocos meses de que se iniciara el confinamiento en el Reino Unido: se volvió violento y abusivo, haciendo que todos temieran estar con él.

“Muchas veces pensé en los cuchillos que estaban abajo. Y me preguntaba si él nos iba a matar mientras dormíamos“, afirmó Lisa.

Tanto fue el miedo de la mujer que incluso decidió que el hermano de dos años de James durmiera con ella en su cama por seguridad.

“Muchas veces pensé en los cuchillos que estaban abajo. Y me preguntaba si él nos iba a matar mientras dormíamos“
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“Lanzó al perro sin motivo”

El punto de inflexión del comportamiento del adolescente ocurrió un día en que Lisa lo invitó a cocinar un pollo con su familia, algo habitual para ellos. Pero él no quiso, ya que solía quedarse en cama todo el tiempo.

Tras ello, explican, “simplemente se enojó sin motivo, fue a la sala de estar y lanzó al perro. Simplemente lo levantó y lo arrojó“, dijo la mujer.

“El perro chilló y yo simplemente lo sostuve”, en pleno estado de shock, agregó.

El hecho de que el perro, a quien James consideraba su mejor amigo, fuera tratado así por el menor, hizo pensar a Lisa que el menor de edad era capaz de atentar contra ellos en cualquier minuto.

Lisa pensó que el menor era capaz de atentar contra ellos en cualquier minuto
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La violencia de James escaló

El ataque contra el perro fue sólo el inicio. Tras ello, en una oportunidad el joven atacó a su mamá apretándole con todas sus fuerzas la mano que recién se había operado, sólo con el fin de hacerle daño.

“Quería lastimarme de forma que la gente no lo viera o de forma que no quedara un moretón“, comentó la madre.

Lisa comenzó a sentirse “prisionera” de su hijo ya que sus arrebatos, además de impredecibles, comenzaban a ser más violentos y controladores.

Desesperada, la mujer comenzó a indagar sobre la vida de su hijo y se enteró de que el menor estaba siendo intimidado por sus compañeros de clase, lo que influyó en su cambio de comportamiento.

James estaba siendo intimidado por sus compañeros de clase
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Ayuda a los servicios sociales

Lisa reveló que uno de los momentos más tristes de su vida ocurrió cuando estaba en un momento de desesperación absoluto. Fue entonces que suplicó a los servicios sociales que se llevaran a James ya que, si bien era su hijo y lo amaba con todas sus fuerzas, debía velar por su seguridad y la de su familia.

“Todo estaba yendo de mal en peor rápidamente. Sentía que todos me estaban juzgando por tener un hijo tan agresivo, tan horrible. Era como si él me estuviera dejando tener el control cuando tenía ganas. Entonces, si lo castigaba en el día equivocado, me tocaba a mi el castigo”, declaró.

A ello, agregó que constantemente se encerraba en su habitación con su hijo de 2 años y marcaba al número de emergencias, pero los encargados le decían que no podían ayudarla debido a que la situación no era lo “suficientemente mala” como para intervenir y porque James estaba dentro de un “ambiente seguro”.

Contó que contactó a concejales, diputados, organizaciones benéficas, servicios sociales y la policía, pero que todos le decían que no se podía hacer nada. Hasta que madre e hijo fueron admitidos en un programa de apoyo de Gales centrado en padres que sufren violencia de parte de sus hijos.

Lisa y James fueron admitidos en un programa de apoyo de Gales
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Vidas paralelas

Se trataba del programa Media Academy Cymru liderado por Parallel Lives (Vidas Paralelas), un proyecto financiado por el Ministerio del Interior británico y supervisado por la Unidad de Prevención de la Violencia de Gales, el cual presta apoyo a familias en esta situación.

De acuerdo a Lisa, este curso fue la salvación para ella y su hijo ya que les ayudó “más allá de lo imaginado”.

Y es que, según voceros del proyecto, desde el inicio de la pandemia han vivido un aumento de un 35% en los casos por violencia de hijos contra padres.

Nick Corrigan, vocero de Parallel Lives, comentó que el hecho de “estar encerrados juntos” durante la pandemia agravó la situación para muchas familias.

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“Hemos visto casos en los que los niños han arrojado televisores a los padres. Hemos visto casos en los que han atacado a los padres con martillos, con cuchillos de la cocina. Cada uno de estos casos podría ser mortal”, declaró.
- Nick Corrigan, Parallel Lives

A ello, añadió que en la actualidad “Estamos recibiendo casos de personas cada vez más jóvenes. En la última semana, nos han referido casos de niños de cinco años“.

La mayoría de las agresiones de los niños son consecuencia de necesidades insatisfechas
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Necesidades insatisfechas

Corrigan indicó que la mayoría de las agresiones de los niños son consecuencia de necesidades insatisfechas, como el caso de James, cuyo acoso escolar fue un factor determinante en su cambio de comportamiento.

Los menores, asegura, “no se despiertan una mañana y quieren comportarse así. Están mostrando esos comportamientos como una forma de comunicación, de decir ‘algo está pasando, necesito ayuda’. Desafortunadamente, a menudo no tienen el vocabulario o la salud mental necesarios para verbalizar cómo se sienten”, agregó su colega Megan Davies, de Parallel Lives.

Lisa concluyó que, sin la ayuda recibida, su hijo podría estar bajo la tutela de las autoridades o incluso en la cárcel, ya que piensa que era altamente probable que atentara contra su familia.

Sin embargo, la situación actual es totalmente distinta. “James ha aprendido la empatía a un nivel más profundo. Ahora quiere ayudarse a sí mismo de nuevo”, dijo.

De hecho, fue el propio James quien apoyó a su madre a hablar sobre lo sucedido con él, como una forma de alertar a otras familias pero también de alentarlas, haciéndoles saber que con la ayuda correcta el sol puede volver a brillar en sus vidas.