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Singapur, la isla asiática que fue expulsada de Malasia en los años 60 sin recursos ni tropas, ha logrado transformarse en una de las repúblicas más ricas y seguras del mundo. Tras su independencia en 1959, su unión con Malasia duró poco debido a conflictos raciales y políticos, culminando en su expulsión en 1965. A partir de entonces, Singapur se convirtió en un ejemplo mundial de crecimiento económico, educación y modelo social. Bajo el liderazgo de Lee Kwan Yew, el país implementó un modelo capitalista con fuerte intervención estatal, atrayendo inversiones extranjeras y convirtiéndose en un centro financiero confiable. Con una educación destacada y una lucha exitosa contra la corrupción, Singapur ha logrado ser una potencia económica y turística, con bajos niveles de desempleo y criminalidad, destacándose por su estabilidad y calidad de vida.
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¿Cómo un país pasa de ser eliminado de una federación y tener que volver a formar un Estado a convertirse en una potencia económica en menos de 50 años? Esta es la increíble historia de Singapur, una relegada isla asiática que, en los 60′, fue expulsada de Malasia sin recursos básicos ni tropas y que, a lo largo de los años, se transformó en una de las repúblicas más ricas y seguras del mundo.
Hoy en día, conocido como la ‘perla de Asia’ y lleno de gigantescos y lujosos edificios, este país es un ejemplo para el resto del mundo en cuanto a educación, modelo social y crecimiento económico. Un sorprendente desarrollo que se originó desde la pobreza, incertidumbre y abandono.
Malasia vs. Singapur
Tal como sabemos por los libros de historia, los procesos de descolonización fueron sumamente complejos, y no sólo en América, sino que también en Asia. Un reconocido ejemplo de ello fue la división de la India británica en 1947, territorio que quedó repartido entre Pakistán, Bangladés, Myanmar e India. Sin embargo, uno menos conocido fue el caso de Singapur, un estado que surgió tras sus conflictos internos con Malasia y su posterior expulsión.
Esta división ocurrió apenas ocho años después de que Malasia -monarquía parlamentaria con sistema federal- se independizara del Reino Unido en 1957, aunque en 1963 fue cuando este país se constituyó como federación y se unió junto a otras colonias, lo que causó inmediata molestia entre sus vecinos, como Indonesia y Filipinas, países que también exigían dichos territorios.
Si bien Singapur finalizó su proceso de independencia en 1959, su presidente de ese entonces, Lee Kwan Yew, fue el artífice de la unión de esta isla a la Federación de Malasia, como estrategia para contrarrestar el poder que mostraba el comunismo en Asia -sus opositores- y que era su principal piedra de tope para gobernar, incluso, generando dudas entre los dirigentes de su propia coalición.
En 1962, con más de un 70% de los votos, los habitantes de Singapur decidieron decirle que sí a la unión con Malasia, junto Sabah, Sarawak y Brunéi, aunque este último decidió dar marcha atrás a esta decisión en el último momento. Pese a que la federación nacía en julio de 1963 y que ya se habían independizado de la colonia británica, de todas formas, igual debieron esperad dos meses más hasta que el Reino Unido lo aprobara.
La alianza no significó ningún beneficio económico para ninguna de las partes, no obstante, el principal problema de esta unión fue el racismo. No había pasado ni un año desde la creación de la federación y los conflictos raciales estaban a la orden del día. Y es que, previo a esta decisión, los malayos sumaban casi la misma cantidad de habitantes que los chinos (3,5 millones de cada etnia aproximadamente), pero con la incorporación de Singapur, la balanza se inclinaba hacia la población china.
Como era de esperarse, Malasia y Singapur no pudieron ponerse de acuerdo nunca en las negociaciones respecto de las condiciones económicas de esta unión y, como una especie de venganza política, rechazaron las políticas de discriminación hacia la -en ese entonces- minoría malaya, la cual también era ampliamente musulmana.
Inmediatamente, el presidente de Singapur, Lee Kwan Yew, fue acusado públicamente de opresor por los altos mandos de la federación, lo que enfureció a la población malaya, saliendo a las calles para manifestarse violentamente en contra del mandatario ‘vecino’. Unos disturbios que dejaron un total de 36 víctimas fatales (un líder de Malasia entre ellos) y miles de heridos y detenidos.
Un año después, en 1965, la tensión entre Singapur y Malasia era insostenible y el gran detonante de la ruptura total de relaciones ocurrió cuando la sede singapuresa del Banco de Hong Kong fue víctima de un estallido de una bomba que provocó la muerte de tres personas y dejó a más de 30 heridos de gravedad. Tras este asalto, se corroboró que los autores fueron unos saboteadores de Indonesia, país que azuzaba este quiebre y mantenía buenas relaciones con los líderes malayos.
Los gallitos entre ambos gobiernos no cesaron hasta que una propuesta del primer ministro de Malasia, Tunku Abdul Rahman, de expulsar a Singapur de la Federación se votó el 9 de agosto de 1965. ¿El resultado? 126 votos a favor y ninguno en contra, ya que los parlamentarios singapurenses se negaron a asistir. Ya no quedaba nada más que hacer.
“Para mí, éste es un momento de angustia. Toda mi vida he creído en la fusión y unidad de ambos territorios. Sabemos que es un pueblo relacionado por geografía, economía y lazos de parentesco”, lamentó el presidente singapurense en televisión nacional, donde informó este veredicto.
El nuevo Estado autónomo y su milagro económico
La Federación de Malasia se quedó con la mayor parte de las tropas singapurenses y, con escasos recursos naturales y materia prima, nació la República de Singapur, convirtiendo la Asamblea Legislativa en su Parlamento e implementando, por primera vez, el dólar singapuriano, siendo reconocidos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1967.
Su primer presidente fue el periodista Yusof bin Ishak, aunque Lee Kwan Yew siguió ligado en la toma de decisiones del país, tras ser nombrado como primer ministro, cargo que mantuvo por más de 30 años.
La tarea no era sencilla, ya que según el propio Lee, el objetivo era conseguir que Singapur dejara de ser “un pozo negro de la miseria y la degradación”, y lo más importante, volver a tener agua potable, la cual era suministrada por empresas locales malayas. Durante los primeros años, los lineamientos del gobierno eran claros; regirse bajo un modelo capitalista, pero con un poderoso control del Estado, con el fin de que el país pasara a ser industrializado y moderno.
Desde un principio, aprovecharon su estratégica ubicación entre gigantes de la economía mundial como India, China y el sudeste asiático y, a finales de los 60′, el gobiernos instauró medidas sociales que permitieron un crecimiento de empleos y viviendas, además de estrictas leyes de comportamiento y respeto.
Su foco industrial lo llevó a exportar a mercados de países más desarrollados en su primera etapa de desarrollo y, en conjunto con su inapelable lucha contra la corrupción (erradicándola casi por completo), a finales de los 90′, Singapur avanzó hacia una nueva etapa de transformación económica que lo posicionó como uno de los centros financieros mundiales más confiables.
Además de sus estrictas leyes de comportamiento, otra de las medidas que ayudó en el voraz crecimiento económico y educativo de Singapur fue la incorporación del inglés como uno de sus idiomas oficiales, que preparó a sus habitantes para los nuevos desafíos del país. Cabe consignar que el modelo educacional de esta isla fue ampliamente destacado a nivel mundial durante esta época y lo sigue siendo en la actualidad.
Con Malasia fuera de la ecuación, Singapur dejó de tener enemigos políticos que lucharan por su soberanía o por el estancamiento económico del país, por lo que las medidas en pos de la industrialización y crecimiento pudieron implementarse sin escollos desde hace medio siglo.
Singapur, la perla de Asia
Mientras el resto de Asia comenzaba a crecer económicamente a nivel mundial, Singapur ya estaba preparado y listo para ello, por lo que se encontró con las oportunidades en el momento y tiempo preciso. “Construyeron un excelente sistema educacional y crearon incentivos para atraer empresas extranjeras, con la protección de Estados Unidos como telón de fondo”, analizó Joshua Kurlantzick, investigador del centro de estudios Council on Foreign Relations en entrevista con la BBC.
La inversión en el capital humano le rindió frutos a la isla -que hace un par de décadas estaba sumida en la pobreza- y ya adentrado los 2000, con China como uno de sus principales inversionistas extranjeros, Singapur no sólo se convirtió en uno de los países más seguros, menos corrupto, con mejor educación y con mayor empleabilidad en el mundo, sino que también en un destino turístico de primer orden, lo que siguió contribuyendo en su crecimiento.
Su tasa de desempleo es apenas del 2% y el sueldo promedio supera los 5.300 dólares al mes según la consultora Morgan McKinley, siendo un lugar soñado para profesionales, contadores y economistas. Por otra parte, sus índices de violencia y criminalidad son prácticamente nulos.
Pese a ser una de las repúblicas más pequeñas del continente asiático, es una de las que más estabilidad económica y calidad de vida tiene. ¿Su gran aliado? El capitalismo absoluto. ¿Sus desafíos? Seguir creciendo como potencia mundial. ¿Su principal amenaza? La vejez de su población.
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