Barros con Castellón. En esa esquina está ubicada una de las mansiones más antiguas de Concepción, que data de hace más de 100 años. Fue mandada a construir por el filántropo penquista Pedro del Río y Zañartu en 1915, y aunque no alcanzó a vivir en ella porque murió antes, sí fue habitada por su esposa, Carmen Urrejola del Río. Albergó las más importantes reuniones de la élite local y fue declarada, en 1995, Monumento Histórico.

El edificio, a cargo del arquitecto Onofre Montané, ahora, está dividido en dos casas comerciales: la tienda Hites y el local de comida rápida Doggis.

Del Río y Urrejola

Previo a Urrejola, Pedro del Río y Zañartu había estado casado con Ana Rosa Serrano. Ella falleció un 18 de febrero de 1880. Mientras, su hijo de 4 años murió al día siguiente, y su hija menor, con sólo 2 años, pereció horas más tarde. Todo esto, por una enfermedad contagiosa no especificada.

Es muy probable que por lo mismo, en febrero de 1887, Zañartu se convirtió en el presidente de la Sociedad Penquista para Combatir el Cólera.

Su segundo matrimonio fue con Carmen Urrejola, para quien mandó a construir la casona de Barros con Castellón. Fue terminada en 1917, pero el hombre falleció un año más tarde luego de haber viajado por el mundo recolectando objetos, que incluyen hasta una momia, que hoy están en el Museo de Hualpén.

Mausoleo de Pedro del Río y Zañartu y su Familia en el Cementerio de Concepción | Archivo de BBCL

“Él vivía en Tucapel, un poquito más abajo de San Martín. De ahí salió el funeral de Don Pedro”, recuerda el historiador penquista Alejandro Mihovilovich.

La mansión, comenta el experto, tenía dos plantas con un estilo neoclásico y decoraciones del estilo Art Nouveau. Armando Cartes, director del Archivo Histórico de Concepción, especifica que la casona siempre estuvo pensada con una primera planta destinada al comercio.

“Es uno de los pocos testimonios arquitectónicos que va quedando del pasado histórico de Concepción”, dice el documento que declara Monumento Histórico el lugar. Mihovilovich coincide. Sobrevivió a los fuertes terremotos de 1939 y de 1960. Este último, el más fuerte registrado en el mundo con epicentro en Valdivia.

La importancia de este lugar, según los archivos, radica en su arquitectura y en las tertulias realizadas en ella. “Tiene que haber participado lo más granado de la sociedad penquista de la época (…) imagínese si la casa queda ahí, si usted salía del Teatro Municipal de Orompello con Barros Arana después se realizaban los comentarios en una casa. Había actividad”, dice Mihovilovich.

“Eran familias conservadoras de Concepción, que formaban parte del mismo núcleo de Pedro del Río y sus amigos”, añade Cartes

El desarme y la visión

Tras la muerte de Urrejola en 1932, la construcción pasó a los herederos y fue constantemente alquilada a distintas casas comerciales. Según Cartes, “en los años 80 la propiedad estaba ya bastante deteriorada (…) nunca recuperó su antiguo esplendor y sólo decaía”.

Tras ser declarado Monumento Histórico en 1995, en 2006 comienza un período de desarme interno con el arribo de la tienda comercial Hites, según consigna el sitio de Historia Arquitectónica de Concepción.

Fueron modificados todos los espacios interiores, escaleras, patios, puertas y ventanas, para dar paso a la moda y la tecnología. Tal como muestran fotografías de aquellos años. También, en la esquina, arribó un local de comida rápida de la cadena Doggis.

“Se perdieron muchas partes interiores, muchas decoraciones (…) Lo bueno, no obstante, es que si no hubiese sido adaptado y reforzado tal vez no habría resistido el terremoto de 2010. Esa es la realidad de Concepción”, advierte Cartes.

AlBustos – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0
De AlBustos – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0

Lo único que quedó en pie fue su fachada, que también resultó modificada con la construcción de un piso adicional cubierto de vidrios.

Para Mihovilovich, esto responde a que “el problema es que cuando le declaran a alguien una casa Monumento Nacional (…) no se puede modificar para nada. Entonces si usted la quiere vender, nadie le quiere comprar. No puede hacer nada, ni modificar nada. Tiene que pedir permiso a Santiago -al Consejo de Monumentos Nacionales, que tiene la tutela- para que eso ocurra y tiene que estar pagando bien raíz igual”.

Cartes, en la misma línea, agrega que “como el Estado no pone ‘ni uno’, ni siquiera exime de contribuciones de propietarios, no parece justo hacer recaer sobre él los costos de un bien que es de la comunidad. Ese es el problema de la Ley de Consejo de Monumentos Nacionales”. “Hay veces en que las construcciones terminan destruyéndose porque quedan abandonadas o se destruyen deliberadamente para desafectar los terrenos”, cierra.