El masivo desnudo de 2002 quedó grabado en la historia del Chile reciente como un hito en materia de desnudez desde un punto de vista artístico, pero desató fuertes críticas de sectores conservadores y religiosos. Tras ello, Spencer Tunick pasó a ser considerado un rock star y cada vez que viene se le recibe como tal. No obstante. el artista no quedó contento con el resultado y, de hecho, llama a nuestro país su "obra inconclusa".

El fotógrafo estadounidense Spencer Tunick tiene un lugar especial en la historia reciente de Chile con el recordado desnudo de 2002 en el Parque Forestal, que terminó desbordado con 5 mil personas.

El artista ha regresado en varias oportunidades a nuestro país buscando concretar nuevos proyectos, lo que no ha visto la luz.

En un reportaje de The Clinic, Tunick reveló que una de las razones de eso ha sido la falta de recursos, tanto públicos como privados.

2015: cuatro escenarios

A fines de 2015, Tunick vino a Chile por varios días y recorrió distintas regiones en la búsqueda del escenario perfecto para nuevas fotografías.

Según el citado medio, en su planificación terminó barajando 200 cuerpos pintados de color bronce en la mina de Chuquicamata, 300 al amanecer en el Valle de la Luna, un grupo sobre una nave de la Armada en Valparaíso y otro en las graderías del Estadio Nacional.

También se pensó en Villa Grimaldi, lo que al parecer habría sido desechado, y en la realización de un documental para el cine con un componente publicitario, a modo de recaudar fondos.

Sin embargo, la idea quedó en nada justamente por la falta de dineros, aunque sonaban como posibles aportantes Movistar y Minera Escondida. Ni ellas ni nadie más abrió la billetera al final.

“Teníamos todos los permisos necesarios, además de la logística, pero el presupuesto no dio, no hubo apoyo de las marcas y el proyecto no se pudo producir”, dijo a The Clinic desde Buenos Aires la productora Débora Montaner, que fue parte de la iniciativa.

Publicidad

La fuerza que la publicidad tomaría en su obra es la otra razón por la cual Tunick nunca ha podido regresar a Chile con su cámara.

“Todos los que se han interesado han querido usar mi trabajo y mi rostro para hacer publicidad, pero cuando pedimos dinero para una obra de arte no lo tienen”, lamentó.

“Hablo de empresas privadas y del Estado. Les he dicho a todos siempre que yo no soy un fotógrafo publicitario. Lo que estoy buscando es un patrocinador de arte”, añadió.

“Yo no sé cómo hacer marketing, pero no tengo problema en que usen mi trabajo para comerciales de televisión o lo que se les ocurriera para echar a correr la voz sobre lo que estábamos planeando hacer, que hubiese sido hermoso”, complementó.

A su parecer, los avisadores y las mismas autoridades de gobierno “le tienen miedo al cuerpo desnudo y a todo lo que eso propone en términos de estilo de vida”.

“En tiempos en que se ve tan vulnerada la autonomía, la defensa del cuerpo es radical. Y lo sigue siendo en pleno siglo XXI. Fue una lástima que no se concretara ese proyecto en Chile, estuvimos trabajando muy duro y fue muy frustrante”, sinceró Tunick.

Logos, camisetas, gorras

Al respecto, The Clinic también conversó con el curador chileno Christian Viveros-Fauné, que ratificó el punto entregado por el artista.

“Chile es un país difícil de trabajar. Las instituciones culturales y el coleccionismo de arte están en pañales”, comenzó.

“Y con todo en pañales era necesario tener un pie institucional para desarrollar el proyecto, mantener una credibilidad artística, y al mismo tiempo buscar platas privadas que venían, en este caso, de un canal de televisión que luego implicaron relaciones con marcas e intereses publicitarios”, añadió.

“Así iba a ser, pero se iban a intentar minimizar. No nos tomó por sorpresa, pero llegó un momento en que Spencer dijo que todo se estaba diluyendo y que no quería seguir. Le estaban exigiendo incluso recargar todo con logos, camisetas, gorras y cosas de ese estilo en sus fotografías, y él no aceptó”, revela.

“Siento que mi obra en Chile está inconclusa”

Pero Tunick no se rinde y en conversación con el citado medio aseguró que si tuviera cinco encargos en cinco países distintos y pudiera escoger solo uno iría por el de Chile.

“No iría a repetir algo que ya hice, haría algo totalmente nuevo y no tiene por qué ser con más de mil o diez mil personas. Bastaría con unas 200 o 300 si hay un buen concepto y un escenario perfecto”, detalló.

Justamente la gran cantidad de asistentes al Parque Forestal esa fría mañana de invierno de comienzos del milenio jugó en contra de lo que él quería lograr.

Aunque las cosas partieron mal desde antes del día del evento: la oposición conservadora y religiosa fue brutal, el día antes hubo una protesta frente a su hotel y en las horas previas al evento alguien que tenía que abrir una bodega no llegó a la hora.

Si hablamos de las fotografías en sí, el gentío era tal que no podía dar instrucciones, los presentes no estaban concentrados y gran parte de las personas no podía escuchar instrucciones, ni siquiera moverse, en línea con la gran cantidad de participantes presentes.

“No quiero batir récords de cifras. No estoy interesado en eso”, dice Tunick, “quiero volver a Chile con mi trabajo, pero también llevar a mi familia y mostrarles a mis hijos que soy apreciado en algún lugar”.

“Quiero decirles: miren, su papá hizo algo importante acá. Y no puedo no terminar las cosas que empiezo. No puedo dejar ideas flotando simplemente por ahí. Ahora que han pasado 20 años desde esa primera vez, la necesidad de volver se me repite una y otra vez, obsesivamente”, cerró.