Durante la Edad Media, existieron tratamientos médicos cuyo principal ingrediente eran los restos triturados de momias humanas. Esta práctica se perpetuó por muchos años e incluso fue usada por miembros de la realeza Europea.

A lo largo de la historia de la humanidad, han sido varios los avances que la medicina ha logrado para combatir o curar enfermedades. Sin embargo, hay quienes baja ningún respaldo científico han optado por peculiares tratamientos para la salud.

Contal de encontrar “remedios milagrosos” para diferentes dolencias, han existido personas que aseguran que incluso determinadas parte de animales -como los cuernos de un rinoceronte o los catalogados de un tiburón- son eficaces para sanar enfermedades tan graves como el cáncer.

No obstante, por muchos años existió una práctica que se le atribuyó propiedades curativas para cualquier tipo de malestar y que fue usado por médicos europeos desde la Edad Media hasta el siglo XIX, hablamos de la “medicina de las momias”.

En aquella época se creía que este tratamiento, el cual consistía básicamente en consumir estos cadáveres humanos, era la cura a cualquier enfermedad.

Mumia: una sustancia medicinal derivada de las momias

La historia de la práctica, la cual hoy nos puede parecer escabrosa, se remonta al siglo XII, en un mundo sin antibióticos, cuando los saqueadores de tumbas que buscaban un botín desenvolvían las momias egipcias con la esperanza de encontrar joyas u otros objetos de valor.

Notaron una sustancia negra en los cuerpos, que supusieron que era betún del Mar Rojo. Y eso tenía el potencial de ser igual de lucrativo. De ahí los boticarios europeos, ansiosos por utilizar el betún derivado de las momias, dieron origen a un producto que llegó a conocerse como Mumia; el “medicamento” llegó a consolidarse durante siglos como una sustancia medicinal consumida tanto por ricos como pobres.

La Mumia fue usada para tratar una variedad de dolencias. Según la revista Discover, por vía tópica, lo aplicaban en los ojos con cataratas o en la piel con lesiones. Mezclado con vino, era supuestamente bueno para la tos y la falta de aliento. Combinado con vinagre, calmaba los dolores lumbares. Una mezcla de menta, mirra y betún servía para aliviar la fiebre cuartana (un tipo de malaria). Y cuando se añadía al yeso, la medicina a partir de restos de las momias traídas de las tumbas egipcias ayudaba a curar heridas y huesos rotos.

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Dudas respecto a su efectividad y falsificación de momias

No obstante, no todos estaban convencidos. Según explicó el profesor Marcus Harmes, de la Universidad de Southern Queensland (Australia) en un artículo publicado en The Conversation, Guy de la Fontaine, médico del rey de Navarra, fue uno de los que dudó de que la momia fuera una medicina útil.

Además de dudar de la medicina hecha a partir de momias, De la Fontaine, en una visita a Egipto en 1564, vio momias falsificadas hechas con campesinos muertos en Alejandría, abiertos y rellenos de betún.

Las falsificaciones observadas por el médico ilustran así, según Harmes, cómo el suministro de momias egipcias reales no podía satisfacer las constantes demandas de carne de los muertos.

Para suplir la demanda, según Discover, algunos recurrieron a trabajar con cadáveres desecados en las arenas del norte de África, mientras que otros, a las momias del pueblo guanche de las Islas Canarias.

El tratamiento en la realeza

Por otra parte, algunos médicos incluso creían que la mejor medicina no procedía de las momias viejas y secas, sino de la carne y la sangre frescas, por lo que experimentaron con los cuerpos de prisioneros recién ejecutados, según recoge The Smithsonian Magazine.

La nueva y más horripilante práctica llegó a convencer incluso a los más nobles, incluido el rey de Inglaterra, Carlos II, que tomó medicamentos de cráneos humanos tras sufrir un ataque.

Según afirma Harmes, para la élite real y social, comer momias parecía una medicina apropiada para la realeza, ya que los médicos afirmaban que la momia estaba hecha de faraones. La realeza comía a la realeza.

Tabú del canibalismo médico

Finalmente, la práctica empezó a decaer en Europa en el siglo XVIII, cuando la medicina se alejó del canibalismo médico.

Según Discover, esto fue impulsado en gran medida por los misioneros y colonos europeos que utilizaron el canibalismo para justificar la ocupación de tierras extranjeras. El hecho de que los europeos se alimentaran de carne y bebieran sangre durante medio milenio fue convenientemente olvidado, convirtiéndose en tabú.

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Espectáculos en fiestas victorianas

No obstante, la fascinación por las momias no cesó. En el siglo XIX, los cadáveres egipcios, que ya no se consumían para curar enfermedades, se convirtieron en fuente de entretenimiento al ser “desenvueltas” en las fiestas privadas victorianas, donde la gente acudía en masa y se emocionaba al ver cómo se desdoblaban las vendas de una momia real. Al ver la carne y los huesos secos, el público bebía y aplaudía.

Cuando comenzó el siglo XX, también las fiestas de desenvolvimiento dejaron de ser tan comunes, en gran medida debido a la muerte repentina en 1923 de Lord Carnarvon, patrocinador de la expedición de Tutankamón; aunque fue por causas naturales, la muerte pronto fue atribuida a una nueva superstición que llegó a conocerse como “la maldición de la momia”.

A pesar de que hoy no se consuman o sean desplegadas en fiestas como entretenimiento –ningún arqueólogo serio desenvolvería una momia y ningún médico sugiere comerla–, las momias siguen generando gran pasión en todo el mundo. Aunque no toda dirigida con fines puramente históricos o científicos. En el mercado negro, según explica Harmes, el contrabando de antigüedades –incluidas las momias– está valorado en unos 3.000 millones de dólares.

Siglos habrán pasado, pero “las momias siguen estando a la venta, siguen siendo explotadas y siguen siendo una mercancía”, concluye el profesor Harmes.