El pasado lunes 23 de enero, se despachó a la Sala desde la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados, la Reforma Tributaria del Presidente Boric. Ello, a pesar de la opinión de técnicos, -economistas, contadores y abogados tributaristas- gremios, y empresas que durante estos seis meses de tramitación advirtieron al Ministro Mario Marcel y a su equipo que hoy más que nunca, en tiempos de recesión, una reforma tributaria estructural y radical, es altamente perjudicial para nuestro país.

Frente a dicha advertencia de los expertos, Hacienda y el oficialismo, han respondido como un mantra: “hay un sector -la derecha- que nunca quiere que se suban los impuestos”, dando a entender que la postura de rechazar la iniciativa fiscal, fuera sólo una cosa de gustos, antojadiza y la crisis económica no importara. Obviando, además, que en los últimos diez años todas las reformas tributarias han sido aprobadas con el voto tanto de izquierda, como de derecha.

La insistencia respecto de la oportunidad no es baladí. Chile tiene un escenario recesivo para este 2023, en un rango de -1% a 0% estimado por el Banco Central. Estas cifras implican que nuestro país está siendo muy poco atractivo para la inversión y desarrollo de negocios, por ende, no habrá espacio para crear más puestos de trabajo y aumentar los salarios.

Nuestra historia de legislación tributaria, además, no nos acompaña ni valida los dichos del oficialismo, pues en los últimos diez años con múltiples reformas tributarias, Chile ha crecido menos que el resto del mundo. Se buscó en todos estos proyectos una mayor recaudación, y lo único que se obtuvo fue bajo crecimiento y aumento del gasto público.

Si las reformas tributarias sólo están en la línea de recaudar y no se enfocan en el crecimiento, desarrollo económico y eficiencia del gasto público, siempre es y será un mal momento para subir impuestos.

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