Cuando en materia económica alguien que no sabe de dicha materia asegura que lo que dicen expertos no va a ocurrir, no le crea.

Esta semana son muchos los temas que podríamos abordar en este espacio: el presupuesto de la nación y cómo las regiones se han visto afectadas, el aumento del gasto público y la deuda pública en el presupuesto, el estudio de la OCDE que dice que el gasto en educación es el mayor en porcentaje del PIB de toda la organización, o el IMACEC nulo del mes de agosto. Pero no, hoy hablaremos acerca de cómo las emociones humanas tocan la economía.

El cuento de Pedrito y el lobo nos entrega el marco de la columna de hoy. Todos saben que la historia nos deja como moraleja que la confianza se va socavando producto de las mentiras o información imprecisa, y es precisamente eso lo que ha pasado con nuestra institucionalidad en general y en particular con algunos dirigentes políticos y de distintas instituciones.

Actualmente la población desconfía de nuestra clase política. Según la encuesta Cadem, la aprobación del Presidente es de un 35%, del Congreso es de un 25%, de los partidos de oposición de un 25% y de los de gobierno es de un 23%. Todas son cifras sumamente bajas para un país democrático.

Al ser parte de una actividad humana, la economía se ve afectada por los sentimientos y emociones de los seres humanos, ya que al fin y al cabo la certeza jurídica no es otra cosa que la confianza en que la autoridad va a respetar las condiciones de inversión.

Todo lo que ocurre en nuestro andamiaje institucional, político y social repercute en la economía. Si bien estamos en una crisis económica global, nuestra economía hace rato que andaba mal producto de la crisis de confianza que se ha instalado en el país. Hay un vínculo entre la confianza del consumidor y lo que pasa en la economía.

El martes se dio a conocer el índice de expectativas de consumo, que lleva 50 meses en cifras pesimistas y el mes pasado marcó un 24,6%. En el estudio se plantea que este momento de desconfianza económica sigue viéndose muy marcado por la fuerte percepción de inflación en los hogares del país, consolidándose la sensación de que “no nos alcanza para llegar a fin de mes”, y es casi imposible realizar compras de mayor involucramiento, como autos, viviendas o artículos para el hogar.

Tú, que lees este artículo, te preguntarás ¿cómo se ha gastado tanto si es tan pesimista la confianza y expectativa de los consumidores? La respuesta a esta interrogante es el exceso de liquidez, debido a que independientemente del estado de ánimo de las personas, cuando estas se ven con mucha plata de improviso -gracias a los tres retiros de las AFP y los bonos generosos del Gobierno- es evidente que la confianza en ese sentido da lo mismo y la gente se pone a gastar hoy, porque no sabe qué ocurrirá mañana.

La lógica suele ser la siguiente: “Hoy tengo plata, creo que esto más adelante va a empeorar, quizás no tenga plata para esto, así que mejor me lo compro ahora”. En el fondo lo compraron porque sacaron plata de sus ahorros. Ese exceso de liquidez y la desconfianza impulsó la demanda interna.

La crisis de confianza respecto de todas las instituciones de nuestro país es profunda. Eso sumado a que los antiguos bastiones de moralidad de la República, que pregonaban la virtud y que la verdad nos haría libres como forma de vida, terminaron contaminados con los mismos vicios del resto de la sociedad, producto del egocentrismo de sus dirigentes, su poca autocrítica y el error de mirar más la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.

En cuanto a una parte de nuestra clase política, se suma que además de no realizar la autocrítica de asumir los errores, son ignorantes y soberbios, llegando al borde de la sociopatía.

Por ejemplo, el sábado producto del reportaje del diario La Tercera “Relatos de arriendo de una generación desesperada”, el Diputado Winter escribió el siguiente Tweet: “Hoy tenemos una generación completa con el sueño frustrado de la vivienda. El aumento del precio del suelo y el feroz acaparamiento de parte de pocas manos de los arriendos, entre otros motivos hacen imposible su acceso”.

Señor Diputado, ¿Dónde está la autocrítica a la reforma tributaria que quita los incentivos a la construcción de viviendas, les cobra impuestos y ahora hay una propuesta que cobra impuestos a los arriendos? ¿Dónde reconoce su culpa por promover retiros y destruir el sistema de inversión a largo plazo de los ahorros de los trabajadores traducidos en créditos hipotecarios?

Otro ejemplo de la venta de humo e ignorancia legislativa está en la propuesta de impuesto “Robin Hood” a las transacciones financieras, demostrando claramente que no conocen la historia, puesto que Robin de Loxley era un forajido por oponerse a los edictos legales y luchaba contra el Sheriff de Nottingham y el príncipe Juan sin Tierra (el Estado), y recuperaba las riquezas que estos arbitrariamente quitaban. Es decir, luchaba contra el Estado por los abusos de este en contra de los contribuyentes.

Y bueno…. finalmente nuestra confianza está tan dañada que hasta los basureros en las calles tienen cadenas y candados.

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