El femicidio de Teresita Ponce perpetrado por su expareja Sebastián Vásquez, un convicto que se había fugado de la cárcel, nos recuerda la negligencia ocurrida por el sistema judicial con Hugo Bustamante el femicida de Ámbar Cornejo.
El femicida, secuestró a Teresita Ponce de 28 años, madre de dos hijas de 3 y 12 años y luego se trasladó a Copiapó, donde al ser perseguido por la policía choca su automóvil y se dispara para evitar ser detenido. En el maletero del auto se encontraba el cuerpo de Teresita atada y envuelta en una carpa. Este relato es escalofriante, puesto que con premeditación, alevosía y brutalidad arrebata la vida de la mujer que fue su pareja.
El femicida Sebastián Vásquez, estaba condenado por el homicidio de Vanessa Leal perpetrado en el año 2012, la que fue apuñalada tras intimidarla y amenazarla de muerte, cuestión que se materializó luego que terminara la orden de alejamiento y protección. Es inconcebible que tras 9 de los 12 años preso, el femicida psicópata gozara de un beneficio de salida dominical, por su buena conducta, cuestión que es terrible, porque personas que han cometido tal atrocidad transiten por la calle e inicien una nueva relación sexo afectiva sin que la pareja ni la familia conozca de su pasado. Esto es un peligro para la sociedad.
Lamentablemente, con respecto a Chile, los casos de femicidio se han mantenido estable en cifras durante los últimos años, aunque suben los femicidios frustrados, ya que, hasta el día de hoy se han perpetrado 41 femicidios y 154 feminicidios frustrados (SERNAMEG, 2021). Lo que sucede es que hoy la ciudadanía y medios de comunicación están más atentas y hay una visión de tolerancia cero.
El perfil del femicida, es muy difícil de pesquisar. Los estudios no logran llegar a un solo perfil, de allí que se constituye como tema multidimensional y multidisciplinar. Sin embargo, existen algunas pistas, tales como las conductas machistas, la violencia de género muchas veces solapada, violaciones sexuales, aproximación física sin consentimiento y control ya sea del cuerpo, de las decisiones, económica, sexual, entre otras. Esta violencia opera en escalada, tironeos, empujones, mechoneos, pellizcos, menoscabo de la autoestima, golpes con manos y pie, golpes con objetos hasta llegar al femicidio. Estos abusos muchas veces ocurren en los espacios privados, sin embargo, la violencia estructural de género está nítida, explicita y ocurre en los espacios públicos, en la calle, en el trabajo, en la universidad, en la escuela, no obstante, invisibilizada en una naturalización escalofriante y con la complicidad de aquellos que tienen el deber de hacer cumplir las leyes. ¿Cuántas veces se han realizado denuncias, cuántas veces se ha solicitado ayuda y apoyo institucional? Es tan complejo cuando se pierde la esperanza, porque las mujeres nos quedamos en un silencio infinito.
El temor, el miedo, la rabia y la desesperanza se apodera de nosotras, ¡no puede ser que no haya justicia! o que la justicia opere a medias o que exista la prerrogativa de funcionarios de turno que decidan “lo que significa un buen comportamiento”, ¡hasta cuándo se va a permitir el abuso y la muerte de las mujeres!, entonces, dónde queda el bien superior de las personas. Pareciera que los derechos humanos de estos femicidas fueran superiores a las de las víctimas que ya no se podrán defender. No queremos que el nombre de tantas mujeres quede en un memorial. De esta manera, miles de mujeres en el mundo siguen siendo violentadas, torturadas y asesinadas, cuyos casos han quedado impune bajo las normativas, preceptos, idiosincrasias corruptas y encubridoras de una política pública que no protege, dispositivos de Estado que no tienen la contundencia para enfrentar el problema y un sistema judicial laxo en las penas. (Brito y Basualto, 2021, p.1).
Actualmente, la ley de femicidio refiere a la muerte de una mujer, perpetrada por un hombre que “es o ha sido su cónyuge o conviviente, o con quien tiene o ha tenido un hijo en común” (BCN, 2021). Respecto de las penas, se establece “presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo calificado, su condena puede ir de quince años y un día de cárcel hasta el presidio perpetuo calificado, que le impide al hombre postular a la libertad condicional antes de cumplir los 40 años preso”. (BCN, 2021). Igual pena para el “hombre que mata a una mujer debido a tener o haber tenido con ella una relación de pareja de carácter sentimental o sexual sin convivencia”. (BCN, 2021).
En el mismo sentido, la muerte de una mujer debido a su género también es considerado femicidio, sin embargo, las penas son de presidio mayor en su grado máximo a presidio perpetuo, es decir de 15 años y un día de presidio perpetuo. La pena de presidio perpetuo, denominada también presidio perpetuo simple, permite al condenado postular a la libertad condicional cuando cumpla veinte años preso.
Creemos que no puede, ni debe quedar impune la violencia y muerte de tantas mujeres, por femenifobia, cuya “constatación devastadora y criminal de este terrorismo patriarcal es el femicidio, en tanto, causa la muerte a una persona por razones de sexo-género. (Brito, Basualto, Posada, 2021, p. 53).
La violencia por femenifobia es considerada como el odio, antipatía, menoscabo y como un flagelo terrorista contra las mujeres. Éste se expresa en todos los ámbitos de la vida, siendo el femicidio la constatación más cruel de los abusos, maltratos, agresiones, violaciones, control-sexista, disparidad de poder y relaciones asimétricas. (Brito, Basualto, Lizana & Posada, 2020, p. 1)
No olvidemos los nombres de: Teresita, Diana, Silvia, Corinas, Javiera, Belén, Olga, Carolina, Pamela, Carla, Gabriela, Rosa, Jeanette, Marjorie, Madely, Verónica, Jéssica, Jéssica del Carmen, María de Jesús, Verónica, Carolina, Willianyis, Gloria, Yaritza, Maylin, Laura, C.E.V.U, Paulina, Rosa, Stephanie, Rosa, Valeria, Norma, Kimberly, Estefanía, Herlin, Yorka, Mariana, Bartolita, Ariana.
Nuevamente el sistema judicial ha fallado al país, en estas muertes hay varios culpables; el que perpetró el femicidio y aquellos que lo permitieron por no cumplir con su deber, en este sentido, estamos frente a una violación de los derechos humanos ya que organismos de estado están atentando contra el derecho de una convivencia pacífica al no crear dispositivos que aseguren la vida de las mujeres.
La consigna es ¡HASTA CUÁNDO!, Basta de matar a las mujeres, necesitamos un sistema judicial que proteja a las mujeres, no queremos más femicidios.
Nuestro país nuevamente está de luto
Les invito que mañana viernes 17 de diciembre transitemos con un pañuelo o una cinta negra, en repudio a estos femicidios y como muestra que entre las mujeres ejercemos la sororidad.
Dra. Sonia Brito Rodríguez
Universidad Autónoma de Chile
Dra. ©. Lorena Basualto Porra