Las medidas deben ser proporcionales, técnicamente justificadas y económicamente viables, para proteger el medio ambiente sin frenar el desarrollo.

Un país está constituido por su gente. Mientras más próspera es su población, más desarrollo humano tiene y, según innumerables estudios, esto es directamente proporcional a su felicidad.

Pero también hay otras aristas que afectan la felicidad y el desarrollo humano de una población o un país. Son sus riesgos.

Por ejemplo, un grupo humano que trabaja duro para su bienestar, en aspectos económicos, educativos, culturales y de otra índole, pero en un momento de su evolución, se destruye gran parte de lo logrado porque omitieron que cierto elemento que era fundamental para su desarrollo económico se agotó, y con ello su prosperidad.

Entonces, luego de analizar la situación, se concluye que, si se hubieran preocupado antes de aquello, podrían haber crecido menos, pero por más tiempo y hubieran tenido la opción de ir variando la estrategia para que fuera sostenible en el tiempo.

Esto pasa también en nuestros tiempos y cada día comprendemos mejor el porqué es tan importante la sostenibilidad.

Es cierto que la naturaleza es la base de donde obtenemos prácticamente todo. Es también cierto que queremos desarrollarnos en todo sentido y dirigirnos hacia la felicidad, pero para lograr prosperidad, sí o sí tenemos que utilizar recursos naturales.

Desde la prehistoria hemos usado la madera. Al principio sólo como combustible. Y ahora, gracias a la tecnología, la convertimos en pañales, ropa, papeles, muebles y materiales de construcción. Lo mismo ha ocurrido en el caso de los metales, agricultura, etc.

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Preocuparnos de desarrollar económicamente a la comunidad y a su vez cuidar el medio ambiente es algo que se puede hacer. Prohibir tocar los recursos naturales no es el camino; tampoco es generar proyectos que arrasen con la naturaleza. Para compatibilizar las cosas se aplica lo que se llama mitigación.

La mitigación busca reducir los efectos negativos del desarrollo sobre la naturaleza, pero su aplicación debe ser razonable. Cuando las exigencias de mitigación implican costos tan altos que hacen inviables los proyectos, el equilibrio entre crecimiento y conservación se pierde.

Por eso, las medidas deben ser proporcionales, técnicamente justificadas y económicamente viables, para proteger el medio ambiente sin frenar el desarrollo.

En este contexto, la labor más importante de personeros de Conaf y del Ministerio del Medio Ambiente (que debería llamarse Ministerio de la Sostenibilidad) no solo es fiscalizar o exigir medidas, sino ser creativos para proponer mitigaciones que les sirvan a todos.

Esto implica trabajar de manera flexible y colaborativa, buscando alternativas que realmente funcionen para todos: las comunidades, los proyectos y la naturaleza. Solo así se alcanza un equilibrio sostenible que impulse el progreso sin sacrificar el patrimonio ambiental.