El desafío está planteado. La pregunta es simple y brutal: ¿Seremos capaces de transformar nuestra mayor riqueza natural en una verdadera riqueza industrial?
La discusión sobre el futuro del cobre ya no es técnica ni sectorial: es geopolítica, económica y civilizatoria. Y lo que presenté en el reciente “Jueves Minero” del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú – IIMP -la propuesta de una Zona Franca Minera binacional Chile-Perú- sitúa a ambos países frente a un desafío que definirá su posición en el mundo en las próximas décadas.
El diagnóstico de fondo es contundente: Chile y Perú concentran cerca del 40% de la producción mundial de cobre, pero continúan exportando, principalmente, materia prima. La paradoja es evidente: somos gigantes mineros, pero en la cadena global del cobre ocupamos el peldaño más débil, el de menor valor agregado. Esto significa menos empleo industrial, menos tecnología, menor capacidad de innovación y menor resiliencia económica.
La propuesta expuesta ante el IIMP rompe ese paradigma: plantea una Zona Franca del Cobre que no solo reduzca costos logísticos, sino que cambie la estructura productiva de ambos países. Y ese es el verdadero desafío: pasar de ser países extractores a ser países transformadores.
El primer desafío: el industrial
Planteo que pasemos de exportar concentrado a producir futuro.
El corazón de la propuesta es la creación de un ecosistema industrial binacional, articulado mediante un régimen aduanero y tributario especial, capaz de reunir en un mismo territorio actividades metalúrgicas, metalmecánicas, químicas y logísticas.
En vez de enviar barcos cargados de concentrado, la Zona Franca permitiría producir barras, cables, tuberías, componentes para electromovilidad, energías limpias y manufacturas avanzadas. Es decir: escalar hacia una industria que genera más empleo, más conocimiento y más beneficios fiscales.
En cuanto a posibles ubicaciones geográficas, planteo: Chile, Antofagasta, Atacama o Tarapacá; y en Perú, Moquegua, Tacna o Arequipa. Todas zonas con acceso marítimo, energía, infraestructura minera y posibilidades de abastecimiento hídrico, incluso considerando soluciones como plantas desaladoras si fuera necesario.
El desafío es doble: técnico y también voluntad política y acá pido sonoridad no solo a la administración del presidente Boric, sino también a nuestros candidatos presidenciales, tanto a José Antonio Kast, como a Jeannette Jara. Pues se requiere una visión de largo plazo que ponga fin al rezago industrial que ambos países arrastran desde hace décadas.
El segundo desafío, el logístico: conectar dos gigantes mineros para competirle al mundo
La propuesta incluye la posibilidad de desarrollar nuevos corredores logísticos binacionales, modernizar puertos y, en el mediano plazo, estudiar incluso un ferrocarril del cobre que conecte zonas industriales y permita transportar productos manufacturados hacia puertos estratégicos.
No se trata solo de reducir tiempos y costos -aunque eso ya sería un avance enorme-, sino de generar masa crítica productiva. El mundo compite por cadenas de suministro; los países que operan integrados tienen ventajas decisivas. Chile y Perú pueden convertirse en un hub industrial cuprífero si actúan juntos. El desafío es abandonar la lógica del “cada uno por su lado” y pensar como región.
El tercer desafío, lo regulatorio: una gobernanza binacional moderna
La Zona Franca del Cobre no puede nacer con reglas tradicionales. Durante mi intervención ante el IIMP propuse un marco regulatorio y aduanero especial, basado en la ya madura relación existente entre ambas naciones, sustentada en los instrumentos bilaterales existentes como el TLC Chile-Perú, entre otros.
Además, se plantea una gobernanza mixta, donde el Estado y el sector privado trabajen en conjunto para garantizar estabilidad, competitividad y transparencia.
El cuarto desafío, el institucional
Demostrar que Chile y Perú pueden construir un sistema moderno, confiable, estable en el tiempo y atractivo para los inversionistas internacionales.
El mundo ya conoce nuestras capacidades mineras; ahora debemos demostrar nuestra capacidad de innovar en reglas, instituciones y cooperación.
El quinto desafío, el social: desarrollo territorial real, no promesas
Fui claro en el IIMP al establecer que la Zona Franca debe tener una dimensión comunitaria. Esto implica fomentar encadenamientos económicos locales, programas de desarrollo urbano, participación social y nuevas oportunidades para las comunidades cercanas.
Es decir: que la riqueza del cobre no sea solo una estadística nacional, sino una realidad palpable en los territorios donde se genera. El desafío aquí es mayúsculo: hacer que una iniciativa binacional se convierta en un motor de prosperidad local y regional, no en un enclave aislado.
El sexto desafío, el del siglo XXI: no competir en volumen, sino en inteligencia
La propuesta que presenté en Lima nos obliga a mirar más allá del presente. La demanda mundial por cobre refinado -impulsada por electromovilidad, energías limpias, infraestructura eléctrica y transición verde- está creciendo. Quien produzca manufacturas avanzadas capturará la mayor parte del valor.
Hoy no competimos solo con otros países mineros: competimos con países que dominan las cadenas industriales y tecnológicas. Ese es el gran desafío de fondo: pasar de competir en toneladas a competir en inteligencia industrial.
Una decisión histórica
La Zona Franca del Cobre no es un proyecto industrial más, menos solo una iniciativa académica. Es una oportunidad para que Chile y Perú, juntos, den un salto civilizatorio que cree industria, que multiplique el empleo, que genere innovación, que promueva integración productiva, elevar la competitividad regional y el posicionamiento como líderes del cobre del siglo XXI.
Pero, sobre todo, es la oportunidad de dejar de ser simples exportadores de recursos naturales y convertirnos en actores estratégicos de la economía global.
El desafío está planteado. La pregunta es simple y brutal: ¿Seremos capaces de transformar nuestra mayor riqueza natural en una verdadera riqueza industrial?
Si Chile y Perú aceptan este desafío, la Zona Franca del Cobre puede convertirse en el proyecto económico más importante de las próximas décadas. Si lo dejamos pasar, seguiremos exportando lo mismo de siempre, mientras el mundo avanza sin esperarnos.
La decisión, hoy, es histórica. Y no podemos darnos el lujo de postergarla. Estoy seguro de que este artículo tendrá eco en Chile, particularmente en la Sociedad Nacional de Minería, el Consejo Minero el Instituto de Ingenieros de Minas, por supuesto que también en el Ministerio de Minería de Chile.
Así las cosas, abierto a seguir aportando y poder aterrizar más esta iniciativa por ahora.
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