Es un momento delicado que exige un nivel de madurez política mayor.

Las dos consultas ciudadanas en torno a los proyectos de nueva Constitución tuvieron similares procesos y resultados. En ambos casos, en la etapa previa para la elección de los constituyentes se había expresado una mayoría sustantiva en torno a la estridente vocación de cambios, pero el producto sometido a los electores, que intentaba expresar estos cambios con orientaciones distintas, fue rechazado por amplia mayoría.

La ciudadanía ya le dio una lección a los extremos

La ciudadanía, primero impulsada por una marcada expectativa de cambio estructural, y luego motivada por un claro rechazo a esa primera experiencia, eligió convencionales y consejeros constituyentes con una vocación de transformación profunda, aunque en sentidos opuestos. Sin embargo, en ambos casos, el texto sometido a su consideración no solo no satisfizo estas aspiraciones, sino que fue rechazado de forma categórica.

Se produjo el viejo axioma, tantas veces olvidado por un voluntarismo infantil que, por quererlo todo, se consigue nada. La sensatez ciudadana se impuso por sobre la radicalidad de refundacionales y ultraconservadores.

La ciudadanía dio una lección a los extremos. Es una lección que se debe considerar para los eventos electorales que se avecinan.

Habría que agregar los resultados de las elecciones municipales, en particular las de concejales que miden con mayor precisión el peso electoral de cada partido, sin perjuicio de la alteración que provoca tanto candidato independiente en todas las listas. En estos comicios, los partidos del Socialismo Democrático y de Chile Vamos pudieron respirar ante una posible y esperada arremetida de los partidos más hacia los extremos en los resultados obtenidos, esto especialmente en la derecha.

Además, y como dato relevante, las municipales y regionales demostraron que las presidenciales no están resueltas y que, nada está escrito al respecto. Son todavía muchos los votantes que no han decidido su voto y en elecciones obligatorias serán los últimos días decisivos al efecto.

En este cuadro, en la derecha, el intento de la candidatura de Chile Vamos de alejarse de posiciones más extremas, que se representan Kast y Kaiser, con declaraciones a veces contradictorias para este propósito, es una expresión de lograr crecer hacia posiciones más centristas.

No es casual, en este contexto, el esfuerzo denodado por incorporar a Amarillos y Demócratas en sus primarias, a pesar de que, por razones legales, estos no podrían participar al no ser partidos de carácter nacional. Todo esto, asumiendo además el riesgo de que un eventual acuerdo entre ambas colectividades pudiera poner en riesgo la candidatura de la exalcaldesa en primera vuelta.

En el oficialismo, la situación no es tan distinta

En el oficialismo hay una genuina voluntad de competir contra la candidatura de la derecha, pero no está claro si las decisiones que se están vislumbrando son coherentes al respecto. Así, la discusión que se conoce sobre la posibilidad de dos primarias es un contrasentido con esta voluntad.

La existencia de dos primarias implica, dado su carácter vinculante, la participación de dos candidaturas del oficialismo en la primera vuelta, con el riesgo objetivo, de seguir las mediciones del momento, de tener una segunda vuelta con dos candidatos de la derecha. Implica además la existencia de al menos dos listas parlamentarias y el consecuente riesgo de no obtener una mayoría suficiente e incluso, de seguir con estas encuestas, la posibilidad que la derecha obtenga los 4/7 necesarios para cambios constitucionales para sus intereses.

En este cuadro, y siguiendo la línea argumental, una candidatura del progresismo con real vocación de concursar seriamente supone la posibilidad de asegurar el respaldo presidencial, de los partidos de gobierno y de crecer hacia el centro para impedir que este segmento electoral lo capture la candidatura de la derecha.

Un candidato único

Una candidatura del progresismo debe tener la capacidad de representar a la izquierda y a la centroizquierda y de ir más allá de esta representación, asumiendo el desafío de obtener la adhesión de aquellos que, en ambas consultas constitucionales, votaron en contra de ambos extremos.

Incluso más allá del clivaje izquierda y derecha, parece ser necesario que esta candidatura hable a aquellos que se han sentido defraudados por la política y que han buscado en la novedad y en la estridencia una alternativa a seguir.

Esta afirmación supone la necesidad que la candidatura del progresismo, que debe emanar de una única primaria de todo el arco de la izquierda y la centroizquierda, desde la DC hasta el PC como se ha señalado, debe tener la capacidad de ser atractiva hacia esos sectores y de ningún modo rememorar las radicalidades anteriores.

Para lo anterior, y entendiendo que la candidatura que se elija y proponga al país debe ser competitiva con la candidatura de la derecha, hace necesario que el socialismo democrático y particularmente los partidos PS y PPD deben concursar en esta primaria con una sola candidatura que asegure esta representación y proyección.

La división del socialismo democrático en más de una candidatura podría abrir espacio a posiciones más radicales —legítimas, por cierto, en su derecho a competir—, pero que podrían facilitar que la derecha recupere el respaldo de quienes votaron por el Rechazo en la primera consulta ciudadana y por el No en la segunda.

Es un momento delicado que exige un nivel de madurez política mayor. Pero si se ponen en primer lugar los intereses de aquellos que se dice querer representar, no debiera ser una decisión dramática.