Kosovo eligió el domingo a la oposición para tratar de solucionar su conflicto con Serbia, una de las principales fuentes de inestabilidad en Europa.

Después de una década desde la declaración de independencia nunca reconocida por Serbia, la oposición desalojó a los ex jefes guerrilleros que dirigían Kosovo, según cifras de la comisión electoral.

Escrutadas las tres cuartas partes de los votos, la fuerza de izquierda Vetevendosje (Autodeterminación), con 25,9% de votos, y la centroderecha LDK, con 25,3, aventajaban a los dos partidos de la coalicion gobernante, el PDK –con 21,4%– y el AAK con 11,7%.

“Aceptamos el veredicto del pueblo. El PDK pasa a la oposición”, dijo el líder del principal partido del grupo gobernante, Kadri Veseli.

En total, 1,9 millones de electores, muchos de los cuales residentes en el extranjero, fueron llamados a votar,

Veinte años después de la última de las guerras que condujeron a la desintegración de Yugoslavia (1998-1999, 13.000 muertos), Belgrado sigue sin reconocer la independencia proclamada en 2008 por su otrora provincia, mayoritariamente poblada de albaneses. El veto de Rusia y de China le arrebata cualquier perspectiva de entrar a formar parte de la ONU.

Las relaciones entre Pristina y Belgrado, marcadas por picos de tensión esporádicos, son pésimas y suponen un obstáculo importante para su acercamiento con la Unión Europea, con la que Serbia está negociando la adhesión.

Para una gran mayoría de los 1,9 millones de kosovares, lo más importante, sin embargo, no es eso.

“Estoy harto de esta historia de diálogo”, suelta Salih Mehana, un vendedor de 39 años, resumiendo el estado de ánimo de la población, desgastada por la pobreza, la corrupción, el clientelismo y unas infraestructuras y servicios públicos desastrosos.

Un descontento que resultó fatal para los “partidos de la guerra”, dirigidos por excomandantes de la guerrilla independentista, que están al frente de Kosovo desde la declaración de la independencia.

¿Un relevo?

En 2018, dejaron de lado sus divergencias para mantenerse, por poco, en el poder. Esta vez, el PDK (Partido Democrático de Kosovo), del presidente Hashim Thaçi, y el AAK (Alianza por el futuro de Kosovo), del primer ministro saliente Ramush Haradinaj, están divididos.

No se publicó ningún sondeo fiable, pero los analistas anticipaban que una coalición del centro-derecha (LDK, Liga Democrática de Kosovo) y de la izquierda nacionalista (Vetevendosje, “Autodeterminación”), podría expulsar a los exjerarcas de la guerrilla del poder.

Sus líderes, Vjosa Osmani, que quiere convertirse en la primera mujer en ponerse al frente de Kosovo, y Albin Kurti, exlíder estudiantil encarcelado por los serbios, tienen en común su hostilidad hacia los “comandantes”, lo que podría bastar para que pacten.

“La cuestión del diálogo será determinante en la formación del próximo gobierno”, pues “la comunidad internacional no dará su apoyo a un gobierno que no logre una mayoría”, señaló el profesor de Ciencias Políticas Nexhmedin Spahiu.

En un comunicado conjunto, estadounidenses y europeos instaron a los futuros gobernantes a “retomar de manera urgente las discusiones con Serbia”.

Los aranceles de la discordia

Los occidentales criticaron duramente la decisión de Ramush Haradinaj de imponer aranceles del 100% a las importaciones de Serbia, y Belgrado exigió que Pristina los levante para reanudar las negociaciones, en punto muerto desde hace casi dos años.

Salvo Haradinaj, los principales candidatos parecen dispuestos a renunciar a los aranceles y el jefe de filas del PDK, Kadri Veseli, dijo que actuará tal y como lo haga Estados Unidos.

Tanto Vjosa Osmani como Albin Kurti también afirmaron querer retomar los diálogos.

Otro de los temas espinosos que tendrá que tratar el próximo ejecutivo será el de la organización institucional de los sectores en los que viven los serbios de Kosovo, de los que habría unos 40.000 en el norte y 80.000 en una decena de enclaves, y que este domingo debían elegir a diez diputados.