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Resumen generado con una herramienta de Inteligencia Artificial desarrollada por BioBioChile y revisado por el autor de este artículo.

Migrantes que cruzaron el Tapón del Darién ahora retornan desde EEUU, afectados por las deportaciones de Trump. En su regreso, enfrentan violencia, explotación y falta de alimentos. Trump ha impulsado deportaciones masivas, invocando leyes históricas y cancelando estatus legales. La política de EEUU ha causado migración en reversa por miedo y desesperanza. Venezolanos regresan a una crisis humanitaria.

Migrantes que alguna vez se atrevieron a cruzar el Tapón del Darién —un tramo mortal de densa selva entre Colombia y Panamá— en su viaje hacia Estados Unidos, ahora están haciendo el mismo recorrido, pero en sentido contrario. El impulso deportador del presidente estadounidense Donald Trump los ha dejado sin una forma realista de construir una vida en ese país.

Estos viajes de regreso son, en su mayoría, invisibles. Los migrantes no están registrados, no tienen protección y están expuestos a violencia sexual, trata de personas, explotación y una severa falta de alimentos y agua potable en el camino.

Y, en muchos casos, los lugares a los que regresan siguen siendo profundamente inestables.

Deportaciones masivas

Según una encuesta realizada por el Pew Research Center en junio, el 23% de los estadounidenses teme que ellos o alguien cercano pueda ser deportado. Las personas en riesgo incluyen residentes de larga data, niños, familias e incluso titulares de visas que alguna vez creyeron estar protegidos legalmente.

Desde que inició su segundo mandato, el presidente Donald Trump ha lanzado lo que describe como “la mayor operación de deportación” en la historia de Estados Unidos. Su administración ha enviado cientos de vuelos de deportación a América Latina y el Caribe. Las redadas migratorias se han intensificado y una ley poco utilizada desde 1798, llamada Ley de Enemigos Extranjeros, ha sido invocada para justificar algunas expulsiones.

En febrero, apenas semanas después de asumir, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reportó un fuerte aumento en las solicitudes de Retorno Voluntario Asistido (AVR) de ciudadanos de países latinoamericanos.

Human Rights Watch documentó condiciones precarias en los centros donde se mantiene a personas programadas para ser deportadas. En uno de esos centros, ubicado en una fábrica abandonada, los detenidos podían bañarse solo una vez cada 3 ó 4 días, y se reportó que a las mujeres se les negaba la posibilidad de asearse durante la menstruación.

“Estas son personas que huían de la persecución”, señaló Michael Garcia Bochenek, autor del informe de HRW. De las 36 personas que entrevistó, algunas incluso habían trabajado para el gobierno de EEUU. “Deportarlas a países sin capacidad para protegerlas no solo es irresponsable —dijo—, es peligroso”.

Deportación en cadena

El “parole humanitario” es una forma de ingreso temporal otorgado a personas con necesidad urgente, como quienes huyen de la violencia o desastres. Permitió que miles vivieran legalmente en Estados Unidos, hasta ahora.

Melissa Siegel, presidenta de la Red de Migración de la Universidad de las Naciones Unidas, explicó que el gobierno estadounidense ha estado permitiendo que este estatus expire en silencio o directamente cancelándolo, transformando de la noche a la mañana en deportables a personas que estaban legalmente en el país.

“No es que estas personas hayan violado la ley —dijo—. Es que la política cambió a su alrededor. Y ahora se las trata como si nunca hubieran pertenecido”.

El resultado es un número creciente de personas que antes estaban documentadas, pero ahora viven en un limbo legal.

Migración en reversa

El clima de miedo no solo impulsa deportaciones forzadas. También motiva lo que los expertos llaman migración en reversa: personas que deciden salir de Estados Unidos y otros países de tránsito, no porque lo deseen, sino porque no ven otra opción. Aunque las deportaciones son llevadas a cabo por el gobierno estadounidense, la migración en reversa refleja un tipo distinto de desplazamiento, impulsado por la desesperanza, el miedo y la falta de oportunidades.

En muchos casos, ambas situaciones están conectadas: la política de EEUU ha hecho que quedarse sea tan difícil, que muchos migrantes se van “voluntariamente”, aunque esa decisión está lejos de ser libre.

En junio, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EEUU reportó que los cruces no autorizados desde México cayeron un 93% en mayo, comparado con el mismo mes de 2024. El Tapón del Darién, la peligrosa selva entre Colombia y Panamá, registró una caída del 99,7% en los movimientos hacia el norte en abril, según el presidente panameño José Raúl Mulino.

Esta tendencia no es señal de mejores condiciones: es un signo de desesperación. Muchos migrantes, especialmente venezolanos, están regresando desde EEUU, Panamá, Costa Rica y México luego de agotar todos sus recursos.

¿Regresar a qué?

En los últimos años, Venezuela ha sido el epicentro de la mayor ola migratoria en América Latina. En enero, el presidente autoritario Nicolás Maduro aseguró un tercer mandato pese a amplias evidencias de fraude electoral.

El costo humanitario ya es abrumador. UNICEF informa que uno de cada tres venezolanos se salta al menos una comida al día y un 12% pasa todo un día sin comer. Según el Índice de Prosperidad Legatum, Venezuela ocupa el puesto 145 de 167 países, apenas por delante de Haití, que se encuentra al final del ranking en la región de América Latina y el Caribe. Ciudadanos de ambos países están siendo deportados desde Estados Unidos luego de que se revocara su estatus de protección temporal.

“Están regresando a una mala situación”, advirtió Siegel. “En muchos casos, la misma inestabilidad política, pobreza y violencia que los obligó a huir sigue existiendo. Nada ha cambiado, excepto la política de EEUU”.