El príncipe William tenía sólo 10 años cuando sus padres, el príncipe Carlos y la princesa Diana, se separaron definitivamente en 1992. Pero más allá del escándalo mediático que causó su decisión, los detalles del acuerdo hicieron que el proceso se volviera largo y engorroso.

De hecho, sólo cuatro años después de haber iniciado el proceso, la pareja logró firmar el divorcio. Y es que eran muchas las cosas que estaban en juego, partiendo por el dinero y terminando con el título real de Lady Di.

Como madre del futuro Rey de Inglaterra, Diana quería mantener el título de “Su alteza real” (“Her Royal Highness”), incluso la reina Isabel había aceptado esa condición, pero Carlos fue inflexible en este tema y se negó, según aseguró el diario New York Times.

Que la princesa perdiera su título, significaba que ya no pertenecía a la familia real, por lo que ya no sólo tendría hacer una reverencia a la reina, sino que también a Carlos e incluso a sus propios hijos.

Kensington Palace
Kensington Palace

William pasó su preadolescencia siendo testigo de dicha disputa, y vio cómo la decisión de su padre en este tema había herido profundamente a su madre. Por ello, en su inocencia le hizo una promesa a Diana.

“Ella me contó que él se había sentado junto a ella una noche cuando estaba molesta por la pérdida del título, la abrazó y le dijo: ‘No te preocupes, mami. Te lo devolveré un día cuando soy rey’“, señaló el ex mayordomo de Diana, Paul Burrel, en su libro A Royal Duty.

Lamentablemente, el príncipe jamás pudo cumplir su promesa pues su madre murió cuando él apenas tenía 15 años. Su funeral, sin embargo, puso en jaque a la familia real.

Como Diana no contaba con un título, la realeza se negó a rendirle un Funeral Real, pero dado el dolor y la presión de la gente, tuvieron que ceder, aunque crearon una denominación especial para su servicios fúnebres: “Un entierro único para una persona única”.