Charles Darwin, el científico que propuso la teoría de la evolución por selección natural, tenía unas curiosas ideas sobre el matrimonio antes de casarse con su prima Emma Wedgwood.
Por allá en 1838, cuando empezaba a trabajar en su célebre teoría, también se hacía una pregunta más personal: ¿casarse o no casarse? Un tema que debatía consigo mismo constantemente.
Sus palabras fueron recogidas de sus diarios por la periodista británica Helen Lewis, para su programa Helen Lewis: Great Wives, de la BBC, donde retrata la vida de parejas históricas.
Según los registros, en abril de 1838 Darwin escribió sobre los beneficios de vivir solo y cómo se limitaría su vida con una compañera. Más adelante, en junio, siguió dándole vueltas al asunto e hizo un punteo de pros y contras.
La tituló, “Casarse”:
—Niños (si Dios quiere)
—Compañera constante (y amiga en la vejez) que se interesará en uno.
—Objeto para ser amado y con quien jugar (mejor que un perro de todos modos).
—Hogar y alguien que cuide la casa.
—Los encantos de la música y la charla femenina.
Sin embargo, los pros que encontró —posiblemente influenciados por el machismo de la época— no lo convencieron. “Estas cosas son buenas para la salud, pero una terrible pérdida de tiempo“, reflexionó después de la lista.
Si bien agregó: “Dios mío, es intolerable pensar en pasarse la vida entera, como una abeja castrada, trabajando, trabajando, y nada después de todo”. Preliminarmente, decidió no casarse, “no, no lo haré”.
Charles Darwin sí se casó
Sin embargo, continuó reflexionando. En un punto de su debate interno se planteó dos posibles escenarios. “Imagínese vivir todo el día solitario en una casa sucia de Londres“, anotó primero.
Por otro lado, planteó: “Imagínese una esposa agradable y suave en un sofá, con una buena chimenea, y libros y música tal vez”.
Así, el científico pasó a escribir la lista de los beneficios de no casarse, que eran varios más.
No casarse:
—Libertad para ir a donde uno quiera.
—Elegir si socializar y poder hacerlo poco.
—Conversación de hombres inteligentes en clubes.
—No estar obligado a visitar a familiares y a doblegarse por cada nimiedad.
—Evitar los gastos y la ansiedad de los niños (quizás peleas).
—Pérdida de tiempo.
—No poder leer por las tardes.
—Gordura y ociosidad.
—Ansiedad y responsabilidad.
—Menos dinero para libros, etc.
—Si se tienen muchos hijos, se obliga a ganarse el pan (es muy malo para la salud trabajar demasiado).
—Quizás a mi esposa no le guste Londres; entonces la sentencia es el destierro y la degradación a ser un tonto indolente y ocioso.
Pese a sus reflexiones, Darwin concluyó que se casaría: “Cásate QED”, garabateó. Estas siglas corresponderían a la frase del latín “quod erat demonstrandum”, que se traduce como “lo que se quería demostrar”.
Por esa época, Charles Darwin tenía unos 29 años y decidió que lo más oportuno era casarse joven, “el carácter es más flexible, los sentimientos más vivos y si uno no se casa pronto, se pierde mucha felicidad pura”, escribió.
Fue entonces que le propuso matrimonio a su prima, Emma Wedgwood, quien aceptó su propuesta el 11 de noviembre de ese mismo año, “¡el día de los días!”, escribió en su diario. Se casaron 6 meses después.
Si bien tuvo sus dudas, al final se animó. “Anímate. No se puede vivir esta vida solitaria, con una vejez aturdida, sin amigos, con frío y sin hijos. (…)No te preocupes, confía en el azar. Hay muchos esclavos felices“, concluyó irónicamente.
Charles y Emma tuvieron lo un buen matrimonio, según los historiadores, y 10 hijos. Estuvieron juntos durante 43 años hasta que Darwin murió en 1882.
De acuerdo con la BBC, Wedgwood no solo fue su esposa, también lo ayudaba en su trabajo, ya que copiaba y pasaba a limpio los escritos de Darwin.
Además, como era políglota, también le traducía información sobre los avances científicos de la época. Mientras que le dio las comodidades para que él pudiera continuar con su trabajo, ocupándose de la casa y los niños.