Las denuncias por explotación sexual infantil aumentaron en un 73% en los últimos tres años, según los últimos datos entregados por la Defensoría de la niñez.
De acuerdo a la evidencia que maneja la plataforma Actuar es Urgente, el 89% de las víctimas son niñas y jóvenes mujeres. Asimismo, cuando están bajo cuidados alternativos residenciales; 1 de cada 3 jóvenes de entre 16 y 17 años levanta al menos una denuncia.
En este contexto, y en el marco del Día de los Derechos Humanos, la plataforma Actuar es Urgente lanzó su 7.º Boletín, donde se refiere al perfil de los agresores y establece patrones para luchar contra la explotación sexual de Niños, Niñas y Adolescentes (NNAs).
“Esta es una de las más graves, si no la peor, vulneración que puede enfrentar la niñez. Por eso la importancia de alertar a la ciudadanía y a las familias, para que estén atentos a las pistas que dan cuenta de este crimen, que puede pasar desapercibido incluso para los más cercanos a las víctimas”, señala Rafael Rodríguez, gerente de desarrollo de Fundación San Carlos de Maipo, entidad parte de la plataforma.
¿Dónde operan estos explotadores?
Los explotadores suelen operar dentro de los entornos cotidianos, como barrios, escuelas, vecindarios, redes sociales, grupos de pares, etc. Incluso pueden ingresar al círculo familiar, mostrándose amables, colaborativos y confiables, frente a padres o cuidadores.
En pocas palabras: buscan ocupar un rol en la vida de las niñas, niños y adolescentes.
“Los explotadores planifican, observan y se insertan en los espacios cotidianos de niñas, niños y adolescentes, no responde a encuentros fortuitos” asegura Rodríguez.
¿Cuáles son las principales estrategias de los explotadores?
Grooming o seducción emocional
Se presentan como cariñosos, comprensivos y atentos, especialmente en contexto digitales. Construyen vínculos “románticos” o de especial atención para generar dependencia emocional.
Según explican desde Actuar es Urgente, la captura puede iniciar con seducción y un supuesto pololeo. Generalmente, el agresor es un hombre adulto; aunque a veces son jóvenes utilizados por redes criminales. La relación aparenta ser romántica y monógama, pero está sostenida por transacciones (regalos, drogas, favores afectivos) y por una asimetría de edad y de poder.
Dependencia y falsa protección
Buscan ganarse la confianza de la víctima y su familia para generar sensación de deuda y legitimidad. La ayuda no siempre es económica: muchas veces es afectiva, posicionándose como figuras de cariño, apoyo o amistad.
Si se logran posicionar como adultos cercanos, presentes en la vida cotidiana y validados por la familia, la víctima puede creer que la explotación es una forma de devolver el “apoyo” o “cariño” recibido.
Incluso, en ocasiones se aprovechan del prestigio y la autoridad moral asociada al rol de “padrino”. Ofrecen regalos, invitaciones y ayudas que refuerzan una imagen de altruismo. El supuesto consentimiento se construye bajo temor a perder beneficios, miedo al rechazo o expectativas de gratitud. Esto se complejiza más cuando los adultos amenazan con represalias en caso de que la víctima quiera dejar de ser explotada.
Engaños y falsas oportunidades
Ofrecen bienes lujosos, empleos, estudios, viajes o supuestas oportunidades artísticas. La promesa de una mejor vida se transforma en explotación sexual, sobre todo cuando logran un vínculo emocional y/o cuando alejan a la víctima de personas que las podrían proteger.
Pueden basar la relación en transacciones explícitas: dinero, objetos de valor, beneficios materiales. La víctima puede creer que hay control o voluntariedad, pero es una falsa sensación, típica de la manipulación explotadora.