Una niña aparece en un caserío africano sin que nadie sepa cómo se llama, sobre su familia o de dónde viene. Muy tímida, casi no habla. Entonces, una mujer que se cae repentinamente, mientras lleva un gran recipiente con agua, la acusa de bruja. No soy bruja, premiada película co-producida por Reino Unido – Zambia, se estrena este jueves en el portal de Centro Arte Alameda.

La niña es llevada donde una policía -una mujer con poca preparación-, que trata de resolver la situación frente a una muchedumbre expectante que busca condenar a la niña.

Así empieza esta historia que llevara a la niña -de 9 años- a ser incorporada a un grupo de brujas, compuesto por un grupo diverso de mujeres de distintas edades que pasan sus vidas amarradas por una cinta y la supersticiones u viviendo como esclavas.

Esas mujeres, que le hacen un tatuaje indeleble en la frente a la niña, le dan el nombre de Shula.

No soy bruja, con una gran actuación de Margaret Mulubwa (Shula), plantea temas como las supersticiones, los miedos, la ignorancia, el subdesarrollo y el machismo, confrontados a formas culturales de abordar los problemas y de manejar el poder.

“Responsabilidad ¿Sabes?, como a ti, solían llevarme todo el tiempo, solían llevarme en un camión, solían seguirme a todas partes. Decían que no podía ir a ninguna parte, decían que no podía cortar la cinta ni hacer nada. Decían que si cortaba la cinta me convertiría en una cabra. Ahora, no me convertí en una cabra. ¿Y sabes por qué? Respetabilidad (dice mostrando su anillo de matrimonio) ¿Sabes qué es eso? Respeto a través del matrimonio ¿Sabes cómo me volví de esta manera? Porque hice todo lo que me dijeron. Si me pedían que haga esto, hacía eso… y ve aquí y ve allí. Lo hice todo sin preguntar. Tenía respeto. Entonces, si haces lo mismo, serás como yo, tal vez incluso mejor”, le dice la esposa del funcionario gubernamental a Shula.

En el centro de No soy una bruja está ellas, las brujas, condenadas violentamente por hombres y mujeres por ser las supuestas responsables de casi todos los males. Sin embargo, también se recurre a ellas para encontrar delincuentes o para hacer que llueve ante una sequía.

En el fondo, hay un reconocimiento de dones especiales en estas mujeres y, al mismo tiempo, un gran temor al posible uso de ellos (creen que pueden volar, incluso hasta Europa, para asesinar a cualquiera).

A lo anterior se suman escenas maravillosas, como cuando Shula, con un pedazo de bidón, escucha a lo lejos la clase de una escuela cercana. Una metáfora sobre las alas y la libertad que puede dar el conocimiento y las relaciones humanas acogedoras, expresadas en las risas.

No soy bruja, Centro Arte Alameda (c)

También resulta conmovedor ver una clase -una serie de sillas en medio de un descampado- un profesor -sin pizarra ni implementos- enseñando a Shula -siempre amarrada a su cinta-, a ciegos, albinos y otros niños y adultos estigmatizados por la supersticiones y la ignorancia.

El uso en varias escenas de música de Antonio Vivaldi, y de Schubert, hace un contrapunto entre la situación que muestra la película y el mundo Occidental desarrollado, pero también con tiempos de persecución y asesinatos de brujas en Europa.

No soy bruja transita -para nosotros- en una delgada línea entre mostrar una realidad y caer en escenas que podrían ser de comedia, divertidas, o racistas.

No soy una bruja (2018), ópera prima de la directora originaria de Zambia Rungano Nyoni, quien vive desde niña en Inglaterra. No soy bruja debutó en Cannes, postuló a los Oscar por Reino Unido, y ha ganado premios en los Bafta y en los British Independent Film Awards.

Ficha técnica

Título original: I Am Not a Witch
Dirección: Rungano Nyoni
Guion: Rungano Nyoni
Reparto: Maggie Mulubwa, Gloria Huwiler, Travers Merrill, Chileshe Kalimamukwento, Henry B.J. Phiri, Dyna Mufuni, Nancy Murilo, Ritah Mubanga, Nellie Munamonga
Música: Matthew James Kelly Fotografía: David Gallego
Género: Drama, Comedia Negra
Año: 2018
Duración: 90 min.
País: Reino Unido – Zambia

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