La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, sostuvo este martes que el proceso de destitución en su contra, que ahora evalúa el Senado tras ser aprobado por los diputados, traerá inestabilidad al gigante sudamericano.
“Esto no traerá estabilidad política al país. ¿Por qué no trae estabilidad política al país? Porque rompe la base de la democracia”, afirmó Rousseff ante corresponsales internacionales.
La mandataria izquierdista insistió en que el proceso de destitución en su contra “es un golpe” pues “está revestido de un pecado original, porque no tiene base legal”.
Para Rousseff, todo esto se trata de una “explícita venganza” orquestada por el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, del centrista PMDB, luego de que el Partido de los Trabajadores decidiera apoyar una investigación en su contra en el Comité de Ética de esa casa.
“Esto no es un proceso de impeachment, sino un intento de elección indirecta por parte de un grupo que de otro modo no tendría las condiciones de hacerse elegir” en comicios regulares, subrayó la presidenta.
Rousseff, de 68 años, es acusada de haber maquillado las cuentas públicas para ocultar un déficit en 2014, el año de su reelección, y en 2015, año en que la economía de Brasil entró en recesión.
Si la moción en el Senado se aprueba y el juicio se instala, Rousseff sería separada transitoriamente del cargo y sustituida por su vicepresidente Michel Temer, a la espera de una decisión definitiva de los senadores en un plazo máximo de 180 días.
Si la mandataria es hallada culpable tras el juicio, el mandato hasta 2018 concluiría en manos de Temer, a quien Rousseff ha llamado de “traidor”.
Primera mujer en llegar a la presidencia de la mayor economía latinoamericana, en 2011, Rousseff criticó además que este proceso esté revestido de “gran prejuicio contra la mujer”
“Tienen actitudes conmigo que no tendrían con un presidente hombre”, aseguró.